24 octubre 2005

Rebelión en los bombos

Anoche soñé con un número de lotería. Bueno, en realidad no era un número, sino unas letras de lotería. Vaya, que era un décimo que, en lugar de por dígitos estaba compuesto por caracteres del alfabeto. Creo recordar que eran CKYDZ, las tres primeras seguro.

Yo lo había visto en una administración, y había decidido adquirirlo porque pensaba que, como nadie iba a querer un décimo tan extraño, tan infrecuente, me llevaría más premio si tocaba.

Claro, ya sé.. las dendritas no operan en el mundo onírico como para discernir la circunstancia por la que en la lotería el premio es fijo, independientemente de la cantidad de apostantes a un mismo número (o a unas letras, en mi caso).

Del mismo modo, los meses que restaban para el sorteo, pasaron bastante rápido, y cuando llegó el 22 de diciembre, comprobé con una mezcla equilibrada de perplejidad y orgullo cómo el primer premio quedaba consagrado por los niños de San Ildefonso para esa inusual combinación: CKYDZ.

Mi madre me comentó algo con la misma sorpresa, pero yo, para restarle importancia a lo que acababa de ocurrir repliqué que, sencillamente, había comprado el décimo en Sort, el pueblo ese por donde todos los años pasa soplando el genio del anuncio.

Cuando desperté, pensé que los décimos de lotería sin números no existen, aunque para creerlo tuve que repetírmelo varias veces.

Además, mi décimo tenía cinco consonantes; ni una sóla vocal más que la mitad de la "y griega", una vocal tullida, una letra promiscua y bígama. Con cinco vocales existe la posibilidad de formar palabras... o al menos juntar fonemas que se parezcan mucho a palabras. No así con cuatro consonantes y media.

Ni siquiera para eso valía mi décimo soñado.

Supuse que me encontraba en un momento optimista.

Medité sobre lo bellas que pueden ser nuestras ilusiones por el mero hecho de ser quiméricas. En lo estúpidos que somos al hacernos daño por empeñarnos en tropezar con ellas.

Pero al fin y al cabo, el viaje puede durar lo que nosotros estimemos oportuno, mientras que la llegada, por definición, siempre será más corta.

Llegué a la conclusión de que el tránsito vivido siempre valdría un buen coscorrón contra el muro.

Iosu Pongo
firma invitada

23 octubre 2005

Temo que nunca sea igual

A veces uno deja la ingratitud con el mundo a un lado y llega a ser consciente de que es un privilegiado, de que está asistiendo a una cita única que será recordada y objeto de culto.

La actuación del viernes por la noche de La Costa Brava en "Barbarella", Madrid, alimentó un poco más la sensación de provisionalidad que siempre ha pendido sobre esta agrupación, hoy todavía tangible, pero siempre amenazada por el hecho de convertirse en objeto de añoranza.

Como ya hablamos en su día, es el propio carácter de LCB el principal responsable de que ello sea así, pero a ello hay que añadir otro tipo de señales. La principal, el pequeño texto que acompaña al último single, "Costabravismo" (...desaparecieron sin dejar rastro...), además de otras muchas y no menos importantes, como el pronto de Fran durante el verano, el disco en solitario de Dani Garuz, y el hecho de que, desde el principio, se dijo que esto sólo era un experimento.

De cualquier modo, lo más importante es que el concierto de Madrid fue magistral. En una sala tan pequeña y a muy poca distancia, se creó rápidamente un clima de "concierto a domicilio".

El comienzo, con una versión de Dos ostras que trataba de aunar la versión acústica primigenia con otra posterior, más producida, no pudo ser más emocionante y acertado. A partir de ahí, todo fue en cascada y, uno tras otro, fueron cayendo todos los hits que han hecho de LCB la mejor noticia del pop-rock alternativo español de los últimos años: Déjese querer por una loca, Adoro a las pijas de mi ciudad, Copas de yate o Canción de cumpleaños, por nombrar algunas. También hubo espacio para las conocidas versiones de Flaming Lips, Mamá, Módulos y, en el ámbito de las conductas desprejuiciadas e inteligentes que han caracterizado siempre a LCB, un La vida sigue igual que sustituyó al esperado Nada fue un error de Coti. "Es que no nos ha dado tiempo de ensayarla", comentó Fran.

Es lo que tiene... las dificultades logísiticas siempre les han acompañado y les acompañarán mientras sigan juntos, pero quizá sin ellas no habrían existido tal como les hemos conocido. Y, en fin, hemos tenido la suerte de conocerlos, disfrutar de sus cinco discos y asistir a un par de conciertos. ¿Qué más queremos? Gracias por todo, por ahora...

Isaac Lobatón