30 abril 2007

La angustia de ser indie (IV)

[Viene de La angustia de ser indie (III). Añado que el título está tomado de una frase contenida en esta canción de La Costa Brava; huelga decir que espero que nadie sienta angustia por ser o dejar de ser indie]

Y me voy a centrar en Nixon. Como podía centrarme en J. de Los Planetas, o Señor Chinarro.

Nixon, Fran Fernández (de Australian Blonde, La Costa Brava y Nixon) es un total ejemplo de independencia. Nunca deja de sorprenderme que escuche todo y lea todo. Hace unas semanas decía lo que disfrutaba escuchando esta canción -pues sí, pese a quien pese divertida, eficaz y "buena", dentro de su carácter efímero, tanto como la mosca de un día- pero eso sí, siendo consciente, como él era, de que la estrofa era un plagio de este otro gran éxito de Robert Palmer. Es más fácil ser independiente con el respaldo de una importante cultura, tanto musical como literaria.

[El tema del plagio da para una ramificación. El plagio no debe ser confundido con influencia. El plagio es casi inevitable en el pop. El plagio debe ser natural. Si a uno lo pillan, ay, debe reconocerlo, no negarlo, porque es indudable el trasvase continuo de influencias, dado que el pop y el rock se construyen con unas bases armónicas muy cuadriculadas e invariables. Cualquier canción de cualquier grupo puede tocarse con unos conocimientos musicales muy básicos, dado que
las ruedas de acordes son casi siempre las mismas. Es lo que tiene haber derivado, entre otros, del blues, un estilo basado en tres acordes que se repiten].

Te cito una frase de Fran muy ilustrativa a propósito de todo esto:

"¿Cómo sabe la gente cuando un grupo es independiente o no lo es? Bueno, porque lo dicen las revistas independientes, claro..."

La trayectoria musical de Fran Fernández, especialmente desde que está al frente de La Costa Brava se ha caracterizado, justamente, por su entereza independiente. Para llegar a la independencia hay que tener muchas herramientas, y una de ellas es la honradez, la fidelidad a uno mismo, como hemos dicho, a lo que le apetece hacer.

En el cuarto disco de La Costa Brava venía un tema que se llamaba "Adoro a las pijas de mi ciudad", compuesto por Fran. Esta canción fue uno de los hits del panorama indie del 2005 y, además, cuenta con esa afortunada cualidad, que persigue a algunas canciones, de seguir en boca de todo el mundo y creciendo con el paso del tiempo.

Lo curioso del tema es lo siguiente. Todo el mundo pensaba que era un tema irónico, pensado para reirse del mencionado colectivo; desde luego, como te he tratado de dejar claro, una cosa es querer ser indie, y otra llegar a serlo, por lo que te puedo asegurar que el público indie no imaginaba al principio, para nada, que el título era serio y literal. Yo, por otra parte, te puedo asegurar que tenía mis dudas. La canción contaba con un tufillo melancólico de admiración por lo inaprensible que me hacía dudar de esa presunta ironía.

En efecto, como Fran explicaba muchos, muchísimos, meses más tarde en su blog, y como le oí en alguna entrevista incluso en la radio, poniendo en evidencia a más de un listillo de Radio 3, no había ironía. La explicación era la siguiente, narrada por el propio protagonista: Nuestro músico era hijo de taxista y, por circunstancias, asistió a un colegio de pago, lo que le creó cierto trauma de clase. Por aquella época, además, estaba de moda una cierta manera de vestir. Como él mismo recordaba:

"Cuando yo iba al instituto, las pijas de mi ciudad llevaban jersey privata, falda, tacón y medias de rejilla...".

En aquella época no ligaba nada, claro, y menos aún con las pijas de una ciudad como Gijón, así que esa canción es todo un canto a una época pasada y superada de la vida que, a pesar de todo, se mira con ternura.

Dejando por sentado que este gran personaje al que he tomado como ejemplo y referente, dentro del ámbito español, del colectivo indie, es verdaderamente un indie, ataco la cuestión principal.

No está de moda entre los indies hacerse pajas con las pijas. Para nada. El hecho de que un referente del indie, como FF haya "salido del armario" en 2005 con una canción así no implica que se haya puesto de moda un tipo de mujer. Eso sí, en ciertos blogs la sexualidad de las pijas se ve de repente con más simpatía... ¿Moda? Probablemente, un poco, pero muy poco. ¿Borreguismo? También, desde luego.

Por lo que a mí me toca, siempre me gustaron las pijas. A veces lo negué, pero casi nunca. En el colegio, en el instituto, en la facultad... y, por supuesto, ahora. Mira, a veces hablo con mi padre de una mujer que pasa o que come al lado: "Pero es muy pija" -reponde él. Y yo le digo: "Es estupenda. Punto." Entonces él replica: "Sí, sí, la verdad es que está muy bien". Quiere decir que mi padre, que tiene el corazón colorado, tiene una cierta tendencia (aprehendida, desarrollada) a rechazar algo que le gusta. Eso es lo que no tiene sentido. Es el prejuicio.

En el vídeo de la oveja se da además, de manera involuntaria, un hecho singular, que es la formidable encarnación de un paradigma, algo que, para bien o para mal, nunca pasa desapercibido a los ojos del ser humano. Y explico esto. En la "Historia de la eternidad", Borges invitaba al lector a hablar con sus amigos del siguiente tema:

" Lo genérico puede ser más intenso que lo concreto. (...) De chico, veraneando en el norte de la provincia, la llanura redonda y los hombres que mateaban en la cocina me interesaron, pero mi felicidad fue terrible cuando supe que ese redondel era <pampa>, y esos varones, <guanches>. Lo genérico prima sobre los rasgos individuales, que se toleran en gracia de lo anterior. El ejemplo extremo, el de quien se enamora de oídas, es muy común en las literaturas persa y arábiga (...)".

En otras palabras, hay pocas cosas que produzcan tanta fascinación, sobre todo en el Hombre actual -y esto está totalmente ligado a los esquemas mentales proporcionados por el Romanticismo- como un arquetipo. Los arquetipos nos aproximan a una Verdad -por ende, a la Verdad- sobre la base del modelo, por eso nos apasionan y desconciertan tanto. Cada vez que nos encontramos ante cualquier encarnación que represente todas las cualidades de un movimiento, un grupo social, una época... un escalofrío recorre nuestra espalda. Imaginen lo que debió sentir Fanny McNamara cuando Warhol le susurró con voz aterciopelada: "You're a star!".

El (frecuente) problema se da al malversar el concepto arquetipo, cuando en realidad de lo que se habla es de etiqueta; entonces, bajo un falso tejido de atemporalidad subyace la más burda impostura con el atuendo proporcionado por su hermana pequeña: la moda. Los perjudicados pueden ser, por ejemplo, el etiquetado, cuando el rótulo es colocado desde la mala fe y, justamente, dejándose llevar por conclusiones débiles y construidas sobre parámetros tan prejuiciosos como efímeros, o bien, los destinatarios de dicho juicio etiquetador, que serán engañados por mor de la ansiosa búsqueda de referentes y modelos en la que nos embarcamos cada mañana.


Respecto al vídeo de La Oveja Naranja se dan varias circunstancias. Aparte del elemento más prosaico de que las chicas estén para follárselas a todas, cualquier persona queda, además, superada (en negativo o en positivo) ante la abrumadora presencia cualitativa y cuantitativa de un paradigma, de la incontestable fuerza del arquetipo. Dos, el tema es una perlita electropop. Ahora que estás en Barcelona, te será más fácil escuchar a Astrud, Chico y Chica... el propio McNamara tiene un tema que canturreo estos días porque mi cabeza lo mezcla, sin yo quererlo, con la oveja naranja.

No pongo la oveja naranja en mi despacho. Me parece machacón. Tampoco pondría a McNamara. Lo pondría en una fiesta, eso sí, sobre todo si fuera navideña. Es divertido. Es bailongo. Es insólito y, sobre todo, es inocente. No se hizo para salir en youtube. Se hizo por diversión, y se fraguó una singular pieza que ya veremos si se queda sólo en la blogosfera.


Besitos y perdón por el ladrillo.

Isaac Lobatón

23 abril 2007

Erik bajo palio

Lo primero que pretendo hacer es pedir disculpas. Disculpas porque Erik se merecía mejor imagen, aunque si pinchan sobre ella se puede ver un poco más grande. Disculpas por varias incorrecciones referentes al directo en la anterior entrada: los temas del nuevo disco se quedan en un número de ocho, y el cambio no se produce con "Deberes y privilegios", sino con "Corrientes circulares en el tiempo" (me hizo tanta ilusión que tocaran la canción que más me ha divertido de ellos en los últimos años que me salté nada menos que cuatro). Disculpas al público de Madrid, ya que en Bilbao la mala educación de un importante sector del auditorio se vio atenuada por el magnífico sonido que ofrece la sala Santana-Fever en comparación con la cada vez más exasperante Riviera, a la que sólo la gratitud por los servicios prestados permite guardarle algo de cariño.

Analizado el concierto por segunda vez, e intercambiadas opiniones con ilustres planetarios, me parece aun más clara la idea que apuntaba en la anterior entrada: los planetas cuentan con el suficiente crédito entre sus fans como para permitirse el lujo de llevar a cabo un disco tan singular e inteligente como La leyenda del espacio, y que encima de todo guste, pero es que el crédito permanece intacto ya que el disco no deja de sorprender en cada nueva escucha.

Sintomático es, qué duda cabe, encontrar a un Jota cuyo semblante, una semana más tarde del concierto de La Riviera, refleja agradecimiento y satisfacción a partes iguales; o el juego desarrollado en parte del concierto por Miguel (bajo) y Banin (teclados y guitarras). El grupo se ha relajado. Los cinco saborean el placer de que su último trabajo disfruta de una acogida mucho más positiva de lo que podían esperar; es probable que estos últimos meses hayan estado sembrados de dudas y temores acerca de la repercusión del disco, más que entre la crítica, entre un público que, puntualmente, se asoma a la ramplonería y la vulgaridad, especialmente cuando se le invita a salir de las cuatro paredes conformadas por Segundo premio, Un buen día, Cumpleaños total y Qué puedo hacer.

Con una semana de ventaja sobre el público madrileño, Vizcaya canturreó sin problemas todas las letras del nuevo disco; "Reunión en la cumbre" (cien papeletas de cien para himno), "Ya no me asomo a la reja", una de nuestras favoritas, "Entre las flores del campo" y, por supuesto, "Alegrías del incendio", que a estas alturas ya parece una canción de un disco anterior. Jota, con su fuerte acentro granaíno, respondió abrumado varias veces, rompiendo con la clásica imagen de frialdad y distancia consustancial al grupo: "Bueno... no esperábamos esto... vamos... encontrarnos con un público tan enrollado y atento. Muchas gracias, de verdad."

Y se agradece mucho ver a músicos sueltos, pletóricos, que ofrecen su repertorio sin complejos, tal como vienen haciendo otros nombres que van desde La Costa Brava hasta el telonero de los granadinos en Bilbao, Tarik, quien ofreció un aperitivo solvente, cértero, conformado por un cóctel de melodías exquisitas y letras emocionantes, además de alguna versión de su gran referente: Suede.

Los Planetas han eliminado de la lista de canciones algunos clásicos habituales, como "La máquina de escribir" o "La caja del diablo" (se agradece, honradamente, la supresión de "Cumpleaños total"; se sugiere para el futuro el ostracismo de "Un buen día" -aunque sé que no lo van a hacer porque seguramente sean más enrollados que yo). A cambio, intercalan entre el recorrido que sucede a la presentacion de La leyenda del espacio, el pequeño frasco de perfume constituido por "David y Claudia", o temas tan representativos de la realidad estética del grupo como "La guerra de las galaxias", o "Que no sea Kang, por favor" y, sobre todo y ante todo, la que para muchos es la mejor canción de la carrera de Los Planetas -siempre sabiendo que afirmaciones tan categóricas no se libran de estar sujetas a las inevitables oscilaciones del gusto- el bolero épico de "La copa de Europa", la historia más contundente y mejor montada que ha ofrecido la lírica de Jota y Florent, la canción para escuchar en el coche muy, muy alta y con las ventanillas subidas para no compartirla con nadie más que con la persona a la que está dedicada: uno mismo; y también la máxima demostración de que Erik no aparece bajo palio en esta gira por casualidad.

Si se echa un vistazo al batería de Los Planetas se encontrará un solista ensimismado en su propia realidad, construyendo los decisivos entramados sin los cuales la historia de este grupo no hubiera sido posible. No se pone en duda la pulida técnica de Florent, la eficacia de Banin, la personalidad de la voz de Jota y el trabajo más silencioso de Miguel, así como del resto de músicos que pasaron por el grupo, pero Erik, cuando este quinteto afronta el directo, encarna la figura de lo que en el fútbol italiano se denomina fantasista, el gran virtuoso, el elemento que hace del todo diferente al equipo cuando el balón echa a rodar.

A mí me basta con mirarlo medio minuto para verme meneando la cabeza alucinado, sobrepasado. El sonido de la sala permitió disfrutar en muchos momentos del, para mí, mejor batería de España. Atacando los complejos ritmos de La leyenda del espacio; haciendo cantar a las cajas en el final de "Segundo premio", dotando a este tema -como a otros- de respiración asistida, de nuevas vidas cuando parece languidecer, de una segunda voz que hace contrapunto a la de Jota, y, finalmente, con éste, Miguel y Florent vueltos de espaldas hacia el público, pero girados hacia Erik en clara señal de reconocimiento, el mayor logro que le he visto a Los Planetas tras varios directos: el casamiento definitivo de los riquísimos ritmos con las armonías que componen La copa de Europa, armonías que se complican cuando el volumen se eleva al nivel que merece el tema, tal como pasó el sábado en Bilbao.

Momento inolvidable que siempre recordaré como el día en que un batería bajo palio se hizo, por un momento, con el total liderazgo de un grupo.


Isaac Lobatón

16 abril 2007

Espacio-Tiempo: El Continuo de Los Planetas

Las casualidades no existen. Si Aramburu decidió dejar de diseñar portadas de discos, incluso de discos de Los Planetas, no podría haber elegido un momento más idóneo. Huérfanos del estilo gráfico que los ha caracterizado durante tantos años, los granadinos optan por subrayar en rojo el atrevimiento que ya de por sí supone el lanzamiento de este trabajo; a saber, zoom sobre el cuadrante superior derecho de la portada de La leyenda del tiempo y cambio de la tonalidad gris por ocre. Y si alguien se despista, pues puede quedarse con la falsa idea de que esa esfera naranja puede parecer un sol... sobre el que orbitan los planetas, claro...

Consideraciones gráficas aparte, el último trabajo de Los Planetas se antojaba valiente, osado, arriesgado... Pocos grupos en España (tampoco es que se me ocurra ninguno) pueden permitirse el lujo de llevar a cabo toda una investigación sonora con la certeza de saber que el grueso de su público lo va a acompañar, lo va a apoyar haga lo que haga.

Y es que, si bien La leyenda del espacio cuenta con muchos de los códigos que han caracterizado al grupo desde sus comienzos, cierto es que, escuchado de un tirón, no resulta un disco fácil ni mucho menos. ¿Qué suerte correría esta grabación si fuera la segunda o tercera entrega de la banda, en lugar de la séptima? Es una pregunta comprometida. ¿Usted se habría puesto a escucharlo? No me lo creo, perdone.


Son conclusiones que se sacan después de, lo reconozco, haber asistido el sábado en Madrid a uno de los dos conciertos que Los Planetas han ofrecido este fin de semana en la capital para presentar su disco. Uno tuvo la sensación, tanto durante como después, de que había demasiada gente que había pagado cuatro talegos por una entrada sólo por el mero hecho de que había oído o leido que "los planetas molan". Y yo alucino, porque cuatro talegos siguen siendo cuatro talegos, con o sin euro. Mucho tontaina (y mucha tontaina) haciendo fotos, grabándose con el móvil, de espaldas al escenario, charlando sin descanso y contribuyendo a la formación de un run-run continuo que acababa poniendo de mal humor, en lo que empieza a constituirse como tónica general, a poco que se salga del circuito de garitos con aforo para menos de trescientas personas.

El quinteto, por otra parte, estaba ofreciendo un recital de una coherencia infrecuente. A veces, la solución más fácil para resolver un problema resulta, en efecto, ser la más sencilla. Me explico: una vez escuchado el nuevo disco sobre el escenario, hay que admitir que, el experimento contenido en La leyenda del espacio, resulta difícil de casar con la tonelada de clásicos que atesora el grupo de Jota; por eso, seccionar el concierto en dos partes pudo resultar brusco, sí, pero quizá la única solución posible. Tras diez temas pertenecientes a La leyenda del espacio, los planetas acometen "Deberes y privilegios"; inteligentemente, ya no volvieron sobre su nuevo disco, lo que a cada tema se adivinaba más difícil. Para que nos entendamos, la distribución del repertorio fue como una fractura de peroné, pero sin astillas.

Contradicciones... porque a mí La leyenda del espacio tampoco me parece un disco tan alejado de los propuestas tradicionales de los granadinos. Por adictivas, sus melodías lo son como siempre. Desde que adquirí el disco el jueves, todas las noches se me ha metido en la cabeza Jota para cantarme "Ya no me asomo a la reja". Por supuesto, se encuentran los mismos ambientes atmosféricos acostumbrados en la trayectoria del grupo, con guitarras que dan un paso adelante para adelantar ligeramente los presupuestos de referencias como Spacemen 3 o My bloody Valentine, en una apuesta donde se debería hablar de neo-psicodelia más que de psicodelia, porque los sonidos del disco son hijos del noise -que es cuando la psicodelia se va de copas y de rayas con la tecnología-.

Si uno hace memoria de oídos, rápidamente viene a la cabeza Santos que yo te pinté, Nunca me entero de nada o La copa de Europa... para cargarnos de argumentos. Los planetas ya habían jugado al despiste con el flamenco. Por el contrario, el disco cuenta con temas como Reunión en la cumbre o Alegrías del incendio, dos grandes trallazos que, independientemente de las (casi inexistentes) concomitancias que se le quieran encontrar con el cante grande, remiten claramente y enlazan con la trayectoria rockera tradicional del grupo; a este trío también se podría añadir Si me diste la espalda, un tema que, además recuerda (y esto a mí me alegra especialmente) al mejor Chucho.

Algo que hay que agradecer a Los Planetas, y que los diferencia de otros grupos que trataron de buscar caminos de enlace entre el rock y el flamenco, es que Jota sigue cantando como siempre; no se deja llevar por una (falsa) pose flamenca, y sus fraseos no han cambiado, lo cual le honra. Incluso con una pronunciación más académica y castellana que en su aventura con el Grupo de Expertos Sol y Nieve. Esto es, no se ha buscado el efectismo ramplón, ni el hacer la canciones más o menos flamencas poniendo cuatro oles, ni unas cuantas palmas, ni jaleos ni ningún añadido que se pueda calificar de típico tópico. Es más, cuando se ha querido cantar con un verdadero fraseo flamenco, cuando los planetas han querido aportar un lamento serio, han delegado, y esa delegación se lleva a cabo en la ilustre persona de Enrique Morente, cantaor de referencia para cualquier músico, andaluz o no, interesado en el mestizaje inteligente; Morente interpreta el tema que cierra el disco, dedicado a la memoria de Sideral.

Mi padre dice que una de las grandezas del disco está en su honestidad y que, por más vueltas que le dé, no siempre ve los palos con los que, presuntamente, están construidos todos y cada uno de los temas de La leyenda del espacio, "eso sí, la primera, esa que dicen que son unos tientos, sí que son unos tientos".

Decir si este disco puede llegar a alcanzar la relevancia histórica de aquel al que homenajea es, cuanto menos, tan atrevido como su propio planteamiento. Lo que más hay que valorar es la intención, el rigor, la seriedad, la postura de acercamiento sereno a la música de raíces desde la identidad individual, y no desde el sentimiento colectivo, que nunca se puede patrimonializar y, por narices, si se hace se corren altos riesgos de equivocarse y de hacer el ridículo de manera mayúscula.

Desde luego, creo que es la primera vez que un grupo se acerca, desde el rock, y sin abandonar éste, al flamenco, no por una autopista, sino por una carretera de doble sentido, pero bien asfaltada y de arcenes anchos. Por el otro carril, a sesenta kilómetros -que es la distancia máxima que el ojo humano vislumbra al horizonte- rueda un SEAT 124, blanco, conducido por Ricardo Pachón, con Camarón, Tomatito, Kiko Veneno y Paco de Lucía, éste más callado, pensativo. Los dos coches se cruzarán en su trayectoria, y sus ocupantes quizá se crucen miradas satisfechas.


Isaac Lobatón

09 abril 2007

La angustia de ser indie (III)

Ahora te hablaré del músico indie.

Ser indie es querer hacer lo que uno soñaba cuando quiso ser músico, siempre entendiendo como músico alguien con unos parámetros culturales mínimos. No me vale el argumento de "Enrique Iglesias seguro que quiere ser Enrique Iglesias". Hablo de músicos normales, no de productos de márketing. Creo que todos sabemos distinguir, al menos, entre verdad y mentira.

Pongamos ejemplos para entendernos mejor, ejemplos muy claros, y de menos a más:

El Canto del Loco, aunque se diviertan haciendo lo que quieren, no son indies, porque carecen de un mínimo de talento y cuentan con aun menos personalidad. Dicho de otro modo, no saben ni lo que hacen ni saben cómo han llegado hasta ahí. Hay toneladas de grupos de barrio como ellos y de flores de un día, como los que hicieron la canción del mundial para Cuatro: Señor Trepador; hasta el cantante se parecía.

La Oreja de Van Gogh no son indies, pero saben perfectamente a lo que juegan. Hacen pop de laboratorio. No están exentos de talento, pero tampoco les proporcionaría una soberanía tan fuerte como para librarse de su fuerte enraizamiento en la industria y la comercialidad. Sus dos primeros discos muestran a un grupo prometedor, casi ingenuo, de melodías cálidas y letras sencillas y cercanas, muy costumbristas, especialmente el primero. A la manera, ni más ni menos, de los grupos comerciales de San Sebastián, como Duncan Dhu o 21 Japonesas, grupos dignísimos de pop de toda la vida. El cambio de verdad se produce con el tercer disco, donde La Oreja renuncian ya a cualquier identidad propia y deciden dedicarse a la mera fabricación sistemática de canciones afectadas con destino de hit.

Manolo García es un buenísimo ejemplo. Un auténtico innovador. Un maestro en la fusión del pop con el flamenco y los sonidos del Mediterráneo, y un pionero no reconocido del sonido Barcelona. Los Burros y El último de la fila son grupos de calidad indiscutible. Quimi Portet, en solitario y sin el carisma de Manolo, no ha tenido ninguna fortuna en su exploración de los terrenos subsiguientes a la afectación y el amaneramiento que ya contenía Astronomía Razonable. Manolo García decidió abrir su propia barriga en busca de huevos de oro que, por lógica, cada vez escasean más. Su autobiografía se titula, no en vano, Vacaciones de mí mismo. Hasta él está cansado de Manolo García. Fue independiente, pero se acabaron las ideas innovadoras y ahora tira de archivo. Siempre digo que yo mismo podría confeccionar un disco entero de Manolo García. Ahí va una letrilla mía de Manolo García, improvisada sobre la marcha:

"Un saltamontes rojo
mira el picaporte
y el semáforo de atrás
siempre libre
entre todos los piojos
de tu cabeza embrujada
de notas andaré"

Una razón muy frecuente para perder gramos o kilos de independencia aparece cuando un grupo que ha causado cierta sensación, comienza a hacer canciones en las que acaba más pendiente del qué dirán que del qué diremos, esto es, cuando les atenaza, de una manera más o menos consciente, el afán por mantener el nivel de calidad mostrado en alguna entrega anterior. Verbigracia: Clap Your Hands Say Yeah; sin haber llevado a cabo un disco menor, está claro que el grupo de Alec Ounsworth ha optado por desmarcarse de lo que mejor sabe hacer, adoleciendo el conjunto de Some loud thunder de cierta falta de frescura si se le compara con su antecesor, y pareciendo más cómodos justamente en las canciones más asociables al estilo que ha hecho famoso al conjunto neoyorquino (Satan said dance o Underwater you and me).

Y es que yo siempre imaginé que formar un grupo debía ser algo parecido a lo que hacían los muñecos de Barrio Sésamo, como Óscar, Elmo y otros grandes secundarios, que se reunían, decían cada uno lo que sabían hacer ("yo sé tocar la flauta"; "pues yo, la trompeta"; "Yo, los platillos") y, sencillamente, se ponían a tocar, haciendo las delicias de sus vecinos y amigos que al final de la serenata aplaudían entusiasmados. Todo lo demás es rizar el rizo... y, por ende (no por Michael Ende, sino por ende) no ser independiente.

La actitud independiente ha de ser instintiva y no aprendida, natural y no afectada. Cuanto menos contaminada esté de intencionalidad, mas auténtica será. Sobre esto, hay quien se cree especial cuando tan solo es moderno. Creerse diferente porque sí, sólo por actitud (sí, y sólo sí, como dicen los matemáticos) está bastante alejado de la ética independiente; es fácil que así se desprecie bastante a los que no son como uno. Pido permiso para poner otro ejemplo, y otro ejemplo negativo... el último.

Un día, no me acuerdo dónde, deslizaba la idea de que el plagio es un tema muy delicado, y de que calificar de plagio esto o aquello alegremente y sin fijarse en los matices, no me parece serio. Sabido es cómo determinados nombres de la música respetada española se sienten, en el ejercicio de su rol de "elegidos", también incomprendidos y sin sitio en un país "ignorante" y "anticuado". El otro día veía un vídeo de uno de esos grupos que no encuentran empatía ante un público tan "cateto". Las Nancys Rubias fusilaban, a partes iguales, a Madonna y a Abba. Me pareció entretenido, para pasar el rato, simpático... pero oyendo después a Mario Vaquerizo hablar -otra vez- de su falta de ubicación entre el (poco preparado) público español, me pregunté cómo se podía ser tan cínico y tan soberbio o, si acaso, tan tonto (pero no, Mario Vaquerizo no creo que sea tonto). Es decir... no sólo te dedicas a fusilar a diestro y siniestro, sino que encima quieres ser reconocido por ello. No sé... es que creo que las palabras se califican por sí mismas. Hay una cierta diferencia entre plagiar por divertimento o por ejercicio de estilo y plagiar con la única intención de:

A. Sustituir un talento inexistente para:
A1 Hacerse pasar por artista
A2 Ganar pasta

B. Añadir a tu escaso talento aquello que crees que te va a:
B1 Ayudar a hacerte pasar por artista
B2 Ayudar a ganar pasta

Es curioso cómo, cuando el artista tiene un cierto aura de independencia, de alternativa, tiende a despreciar al público cuando le conviene. Y digo bien, cuando le conviene, ya que llama la atención que estas palabras provengan de un destacado miembro de un colectivo que ha puesto por las nubes a artistas como Tamara -que a mí también, dentro de un orden, me hace gracia- o Camela, además de representar al grupo de su señora, que este sí que vende ante el mismo público (¿analfabeto?) de las Nancys Rubias.

Pero me estoy desviando del tema... y cabreándome... Pasemos a la calma de nuevo.

Todos los grandes han sido indies. No indies de chandal adidas, pero sí indies en tanto en cuanto han señalado el camino a seguir casi sin quererlo. Hablo de gente como James Brown, Elvis, Beatles, Rolling, Dylan... Dylan, por ejemplo, habla de Dios. Este tema, sin ir más lejos, no ha conseguido que el público español lo mire sin prejuicios... a no ser que se trate de Dylan, claro. Recientemente, Nixon lanzaba una plegaria sobre el después de la muerte en su disco; ha sido totalmente ridiculizada.


CONTINUARÁ

03 abril 2007

La angustia de ser indie (II)

[Viene de La angustia de ser indie]

Ese público cuenta con un sector de élite, como en toda manifestación cultural que se precie: la crítica.

La crítica musical es tan necesaria, y a veces -muchas veces- tan irritante, como cualquier otro tipo de crítica artística. En general (y en teoría) la crítica no constituye más que un cedazo imaginario sin otro (quimérico) fin que separar el talento de la mediocridad. En nuestro caso, líbranos (Señora) Crítica de todo mal para los oídos, de toda afectación, de todo plagio doloso... Ilumínanos para encontrar el camino de la originalidad, de la verdad, de la honradez creativa, del plagio creativo/homenaje, de la vida...

No me gustaría seguir siendo sarcástico con este tema. Casi todas las críticas que leo me parecen bien fundamentadas (y aquellas que no me lo parecen, pues no las voy a nombrar, como reza en el ideario de este blog) independientemente de que esté de acuerdo o no con ellas, tanto si vienen de RDL, como de Mondo Sonoro o Je ne sais pop. No tiene nada que ver estar de acuerdo en una valoración con el cuestionamiento de la dialéctica que ha servido para cimentar dicha valoración.

Claro que, para gran parte de la afición, éstas son sutilezas químicamente inseparables y, llegado el momento es frecuente ver cómo goza de más peso nuestro lado forofo que nuestra conciencia "científica"; no existe una normativa clara para discernir qué grupo es mejor que otro; si acaso, la acumulación de opiniones favorables convenientemente razonadas y construidas sobre un criterio contrastado; por eso son útiles, por ejemplo, las votaciones de "lo mejor del año", porque son la herramienta más semejante al conocimiento científico de que dispone la crítica musical. Y, por eso también, cuando un músico no aparece en una lista de más o menos prestigio, se irrita o desilusiona sobremanera -aunque muchos lo nieguen- porque para algunos es, casi, cuestión de superviviencia.


Sobre este tema escribió una canción el lúcido Luis Troquel. Se titulaba "Pero él se ríe de mí"; incluida en el CD "De Benidorm a Benicàssim", narraba la historia de un artista cuyo único leit motiv para dedicarse a la música era que su crítico favorito lo pusiera por las nubes. El resultado es de esperar: el crítico desprecia al músico, y éste acaba con la moral destrozada.

Sobre lo contrario, la defensa a ultranza de un grupo, Los Planetas se dedicaron una canción a sí mismos titulada "El artista madridista". Una manera de contestar a quienes piensan que Jota no sabe cantar, que no inventan nada, que son unos drogatas, que están sobrevalorados y que, hagan lo que hagan, la prensa especializada siempre va a apoyarles, lo cual a veces hasta parece cierto.

Artistas madridistas abundan en el mainstream, de eso no cabe duda, pero también en el mundo indie. La medalla honorífica de este sector habría que otorgársela con todo merecimiento a La Buena Vida, un grupo que ha acabado irritando a sus más acérrimos seguidores, entre los que me incluyo/incluía pero que, sin embargo, sigue contando con los (sorprendentes) favores de la crítica.

La corrección política también afecta a la prensa musical; algunas veces encarnada en amiguismo. Imaginen, pongamos por caso, que a Julio Ruiz o a José María Rey no les guste algún trabajo de Los Planetas. ¿Los imaginan hablando mal del grupo granadino o, simplemente, omitiendo su radio difusión? Yo no.

Otras veces, la corrección política enseña sus dientes más reconocibles: cobardía y falta de personalidad. Todavía no he leido ni escuchado a nadie decir que el fenómeno Mika tiene unas concomitancias insólitas con una las épocas más denostadas de Queen. ¿Cómo defender a este músico comparándolo al mismo tiempo con un grupo tan mal visto por la crítica de bien? Pues el primer single del tal Mika -Grace Kelly- era idéntico a cualquier tema de los Queen de la época del Jazz o The Game, esto es, bastante insoportable, y que conste que lo dice un antiguo fan del grupo de Freddie Mercuy y Brian May.

Me gustaría terminar esta parte haciendo un pequeño repaso de los periodistas musicales que más respeto me merecen, periodistas independientes sin otro afán que transmitirnos pasión y conocimientos, sin ánimo de quitar las luces a los verdaderos protagonista del rollo, que son los músicos. Gente humilde, afable y cercana (¿alguien de quien los llama endiosados se acercó a hablar con ellos alguna vez?) como Diego Manrique, Jesús Ordovás, Juan de Pablos, de Radio 3, Juan Manuel Freire, Salvador Catalán y Luis Troquel, de Rock de Lux, Rafa Cervera o Santiago Segurola.

Y, por cierto, el futuro es de Jenesaispop. Eso que quede claro.


CONTINUARÁ...