11 diciembre 2010

Taxi Driver

Se dirige al primer taxi libre de la parada, pero el chófer le indica con la cabeza que el que le corresponde es el que le queda a la izquierda. Un chico muy joven baja de otro taxi conducido por una chavala y corrobora la orden:

- ¡Aquí, aquí!

- ... aaaa Las Esclavas! -solicita el pasajero.

Antes de arrancar, el conductor dirige unas muecas a la taxista de al lado que ésta recibe girando levemente la cabeza hacia el lado contrario y apretando los labios, en lo que el pasajero interpreta como un claro gesto de (im)paciencia. Quizá podría llegar a quererlo, pero está bien claro que no lo soporta.

Pronuncia un par de pamplinas más ininteligibles; bosteza mientras se pregunta por qué lo hace, ya que, asegura, no tiene sueño.

- Entonces será que te aburres -le contesta el pasajero por decirle algo.

Le pita a un compañero veterano que no estorba ni nada. Sólo, según el joven taxista, da vueltas en vano, sin querer ir a donde hay que ir. "Y a este, ¿qué le importará, carajo...?" -se pregunta el cliente.

En ese momento, el pasajero, quizá obedeciendo a un sexto sentido, ya ha pensado en algo así como en un libro de reclamaciones, matrícula, número de licencia... Algo no le gusta. No sabe bien qué, pero algo no marcha. En ese coche no hay química. Seguro que saben de lo que hablamos. En un taxi hay química con el conductor o no la hay. Uno es consciente en seguida. Y en ese taxi no hay química, no. También piensa que no le resulta imaginable ni factible tal cúmulo de vicisitudes -en algo así como ciento cincuenta metros- en un taxi suizo. Menos aún en un taxi islandés. Sí, son nimias, pero denotan (o connotan) algo más. "Bueno... será la gracia gaditana... ese desparpajo que nos caracteriza, esa espontaneidad... Y será también que yo no estoy de humor."

- A Las Esclavas, ¿no?
- Sí.
- Y eso, ¿dónde está exactamente, que no caigo ahora? ¿Donde la
crú?
- ... ¿La crú...? ¿no sabes dónde están Las Esclavas?
- Yo es que con los colegios me lío.
- Pues más te vale no liarte...
- ¿Por qué?
- Porque... eres taxista, ¿no?
- Ya, pero es que yo con los colegios me lío. Yo no tengo por qué saber dónde está cada colegio.
- ...pues ya te digo... Más te vale empezar a saberlo. Porque... eres taxista, en fin... Las Esclavas... no sé...
- Mira, yo me sé un montón de calles y un montón de números... pero los colegios...

Cuando parece que se está poniendo nervioso, el muchacho corta por prudencia profesional -algo de profesionalidad posee, a pesar de todo- para preguntarle a alguien (el pasajero cree que la taxista compañera con paciencia) si compra tabaco. La otra le responde lacónica: - Tú mismo... - ¡Yooooo
mimmmmo... yoooo mimmmo...!

- Mira, tío, Las Esclavas... no sé... Las Esclavas es el colegio que está justo pasada Ciudad de Sant...
- Déjalo, déjalo... -habla por radio- ¿Dónde está Las Esclavas, que no me acuerdo?
- Avenida de Andalucía 50... [rey -le ha faltado decir a su interlocutora]

El taxista inexperto y el pasajero de vuelta no se cruzan más palabra. El segundo conserva algo de lucidez y, después de todo, piensa, lo único que ha querido es darle un consejo constructivo.

El taxi se detiene ante la puerta del colegio.

- Buenas noches.
- Hasta luego.

El taxista plan LOGSE se marcha. Ya ni siquiera hace falta conocer la ubicación de un puñado de sitios emblemáticos de (puta) ciudad para ser taxista. En estos tiempos de buenrollismo, imagino que bastará con ser buena gente y guardar buena conducta, como en la cárcel. Intentarlo de buena fe, sí, que se vea el interés. No importa que no tengas ni puta idea.

No será raro que dé con otro pasajero que encuentre graciosa su ignorancia y su falta de profesionalidad. Uno de tantos sobredimensionados dechados de chispa gaditana.


El pasajero se dirige a casa pensando que eso en Suiza no pasa. En Islandia, menos. Lo peor no es que haya que irse ni a Centroeuropa ni al Mar del Norte para disfrutar de un mínimo de profesionalidad. Lo peor es que treinta y cinco kilómetros al Noroeste no cuesta tanto hallarla.

- Será que yo no soy gracioso. O que no estoy de humor, que todo es posible. ¿O que nunca he sido de Cádiz...?