22 julio 2005

Me pudro por ti


El pop-rock ha encontrado desde siempre una temática recurrente en el tratamiento de la pérdida del diálogo en la pareja, muy especialmente en esa pareja con la que se convive, a través de bellas y dramáticas canciones. Sabina dijo hace ya tiempo que la mayor infidelidad, y la manera más evidente de disfrutar del sexo sin amor, del polvo por el polvo, de la prostitución a fin de cuentas, es la repetición continuada del acto sexual con una pareja que supere los tres años de existencia.
Antonio Luque, Señor Chinarro, no se aventura a tanto, pero nos ofrece en su último disco una certera y penosa escena de costumbrismo de mediodía con una intensa carga de pathos. Empezando por el principio, donde el protagonista de la historia se inquieta cuando, probablemente, se ve reflejado en los dos cadáveres que se dispone a cocinar, frescos pero muertos al fin y al cabo.
Hace tiempo que él y ella dejaron de hablar más de lo estrictamente necesario; no conocemos el culpable; sólo una única versión de los hechos, según la cual se diría que Luque cocina aquello que su señora detesta, evitando toda pregunta, porque cualquier cruce de palabras desembocará en bronca.
Existen momentos de violencia contenida. La furia la pagará el tomate, así como el plato donde son arrojados los cuchillos, tras haber descuartizado minuciosamente el besugo, causando un estruendo que casi percibimos en el reproductor.
Lo que sigue luego no es nada menos que la más lúcida traslación al pop de la rutina televisiva familiar, en la que día a día las conciencias limpias, en permanente lucha con el incesante maremoto del cotilleo, tratan de ver documentales de La 2, sin importar el tema que traten.
Lo triste es que la telebasura arranca (por fin) un intercambio de palabras más o menos pacífico en la pareja. Al fin y al cabo, gracias a ella son conscientes de que existen personajes aún más indignos que ellos.
Lo patético se encuentra en el hecho de que hablar del tiempo (weather) siempre es una escapatoria, y no sólo para sobrellevar el encuentro con el vecino de rellano.
Lo intolerable es que el aburrimiento da lugar al sueño, y éste a la huída, a la salida de emergencia de una situación estúpidamente incómoda.
Finalmente, nos queda la pregunta: ¿por qué nos cuesta tanto tomar decisiones necesarias para nuestra propia supervivencia?
He aquí la letra. Simple y certera.

Dos besugos
Dos besugos me asustan cuando abro la nevera.
La venganza es un plato que me voy a servir yo.
Se acabó la charla, todo acaba.
Sólo quedará el calor, qué calor.
Ahí están los tomates, los haremos picadillo.
Adivino en tus gestos de tu sangre un nuevo hervor.
Se acabó la charla, todo acaba.
Sólo quedará el calor, qué calor.
Qué montón de espinas, tiro al plato los cuchillos.
La tele tiene la palabra y no tengo el mando yo.
Tres segundos de memoria tienen estos peces según la 2.
Tú quieres corazón.
Vengan chulos y putas.
Mira las calles desiertas.
El diálogo se anima, el tema es el calor.
Pulso el botón rojo y duermo.
Justo en tres segundos, como tú.

Isaac Lobatón