21 marzo 2012

Dos divagaciones

1. Pop y Rock

Recuerdo una conversación con César Guisado. La habré tenido mil veces -la habrán tenido mil veces- pero yo recuerdo justamente esa: "Los rockeros movéis la cabeza de arriba a abajo; los poperos lo hacemos de lado a lado." Este tópico tan trillado es, sin embargo, una referencia fundamental con la que retratar la actitud de uno y otro público. El rockero se reafirma y, de algún modo, reivindica. Para algunos, no necesariamente rockeros, una forma de estar en guardia ante la estafa, un público inteligente, un público que piensa. Para otros, no necesariamente poperos, un público inmaduro, un público protestón y rebelde sin causa. El popero sólo disfruta. Para algunos, no necesariamente poperos, se trata de vivir la vida siendo consciente y valorando lo mucho que se tiene. Para otros, no necesariamente rokeros, hay una muestra de ñoñería, superficialidad y falta de conciencia social.

A un Rey se le aclama o se le abuchea. Si no, no tiene sentido ir. La actitud pop ha ido ligada históricamente a la política, pero especialmente desde el mandato de Kennedy y su triste asesinato; asesinato convertido igualmente en icono pop gracias a películas como JFK. Ojo, no la muerte en sí, ni tampoco la intención y el acto de disparar; ni Oswald, ni los posibles conspiradores son objetos pop (tampoco rock, no se me alteren) pero sí lo es aquel día, aquel paseo, aquel sol, aquella actitud de Jackie vuelta sobre una rodilla hacia la parte de atrás... Y, por supuesto, el impacto social. En Mad Men, se puede ver a los republicanos llorar desconsoladamente la pérdida de su presidente. Es EE.UU. y son los sesenta, en fin. Por no hablar de las y los jovencitos. Pop. Pop en estado puro.

El lunes, mientras esperaba para saludar al Rey (yo sólo he abucheado una vez a alguien en mi vida, a Nacho Vegas, mucho antes de que se atreviera a molestar a Leonard Cohen) creyéndome el único entre 320.000 ciudadanos, un simpático personaje pasó por mi lado un segundo, sólo con tiempo para cruzar cuatro palabras, pero sobrado para interpretar qué coño estaba haciendo yo allí, en ese acto que había decidido vivir de una manera tan deliberadamente berlanguiana. Otro personaje que, a priori, me conoce mejor, me obsequió con displicentes gruñidos, pero no importa. Al final, la conclusión es la de siempre: Actitud Pop vs. Actitud Rock. Si tengo que aguantar que me llamen ñoño o superficial, lo haré.

2. Equilibrio

De un tiempo a esta parte, he cambiado la manta eléctrica por la clásica bolsa de agua caliente, mucho menos peligrosa, además de barata y ecológica. Al principio, era escrupuloso con la indicación de no verter el agua ni hirviendo ni a punto de hervir, pero ya saben como somos... cada día un poquito y otro poquito más caliente, de manera que he comprobado una cosa: la bolsa cada vez aguanta menos la temperatura del agua, mientras antes, al hacer la cama a media mañana o por la tarde, todavía permanecía tibia. No sirve poner más agua, ni tampoco más caliente.

Pensé en M, que hace siempre lo que tiene que hacer. El agua justa, la temperatura adecuada para no deteriorar la bolsa, para que todo funcione y fluya de una manera ordenada y que no rompa con los necesarios equilibrios que, una vez derribados, resultan tan complicados de restablecer. Me pareció tan difícil lo suyo como resistirse a la tentación de subir un grado más o de añadir un chorrito adicional. Vamos, lo que hacemos todos los demás...