03 enero 2010

Ornamento y delito

Es un negro enorme... pero enorme. Está a lo suyo, rapeando con los cascos puestos y, por supuesto, nadie lo mira. Yo tampoco. Sólo lo oigo. A pesar de que no puedo evitar escucharlo, no me resulta agresivo, pero en todo ese rato pienso que esta no es música para blancos europeos, por mucho que la gente se empeñe; menos aún para blancos europeos pijos. Me siento súper lejano del negro y de su rollo. No me siento súper lejano de un gitanillo de Jerez cuando pretende darme coba al venderme cualquier cosa.

Medito tararear algo de mi cultura, de mi rollo... Necesito unos guantes, pues esta vez va en serio: hace un frío que corta los tomates, pero vamos a Williamsburg y no creo que allá encuentre unos como los que quiero, por lo que hoy tendré que seguir aguantando hasta el día en que vaya a Macy's. La acumulación de ideas me lleva a Manos de Topo, así que, dicho y hecho, me pongo a cantar en voz baja. El negro rapea y yo me pongo a lo mío:

Sé que hay un hombre que te toca
y que no lleva guantes
Te ata a la cama con hilo dental

Una estrofa y ya, porque, aparte de no querer molestar más de lo debido a mi novia, algo más a la izquierda hay una chiquilla leyendo; se la ve tan plácida y tan mona que parece sacada de los dibujos que contenían los relatos de El Barco de Vapor. Ojos y flequillo clavados en un libro, no sé cual, pero no puedo ni debo andar molestando a tantas muchachas.

Williamsburg es un desfile de glamour del siglo XXI. Me pregunto qué es lo que falla en Cádiz. ¿Es la gente fea o es que no se pone en valor? Me cruzo con un doble de Carlos Berlanga, con el mismo aire despreocupado pero el pelo más moreno. Odio a los chicos. La mayoría se merecen ser odiados. De las chicas no hablaré, que hoy ya he cubierto el cupo.

Aún así, algo empieza a oler mal. ¿Dónde están los límites de la paciencia? Ya no hablo de precios, que podría. Me hago otras preguntas. ¿Por dónde andan los límites de lo retro? ¿Y dónde empieza lo retro y acaba lo viejuno? ¿Y dónde acaba lo retro y empieza lo inútil? ¿Realmente necesitamos que sobreviva la Polaroid? He visto cámaras paleo-réflex con todo lo (in)necesario para hacer tus fotografías de película, para montarlas tú mismo. Y muchas otras cámaras semejantes a las que hace veintitantos años se regalaban en las primeras comuniones, aparte de cosas como camisetas de H&M de hace dos o tres temporadas... También he visto casamientos razonables, como el de una cinta de casette con un orificio para contener un lápiz USB en el que grabar a la pareja de turno las canciones de tu vida en MP3; un objeto ridículo, pero razonable entre el desbarajuste emocional capitalista.

En cambio, encuentro los guantes de mi vida, los que pensaba buscar en Macy's, en una tienda de moda inglesa de Bedford Ave. No son baratos, pero los amo tanto que no puedo resistirme. Y menos mal, porque me salvan la salud algo más tarde, al doblar la esquina donde antes se ubicaba Soundfix para tomar la calle donde se ubica el nuevo local de la disquería, en lo que supondrá el momento en el que he pasado más frío en toda mi mediterránea vida.

En Soundfix dos chavales discuten sobre Joy Division. El que está a favor me mira de cuando en vez buscando complicidad y yo sonrío divertidísimo. ¡Un debate en una tienda de discos! Mola todo. Al final, el que está a favor ("They're the punk! They're the real underground!") acaba preguntándome qué pienso, pero el encanto se rompe porque nada más abrir la boca me preguntan si soy español. El chico habla perfectamente la lengua porque su padre es de Salamanca. No de Pontevedra ni de Lanzarote. De Salamanca.

El Museo de Brooklyn exhibe estos días una exposición de fotografía y vídeo de historia del Rock, pero hoy la entrada es gratuita y, como me pasó antes con el frío, yo jamás he visto tanta gente concentrada en un museo, así que nos volvemos al vestíbulo, a ver lo que resta del concierto de Cordero, grupo que, aparte de no tener nada que ver con Lambchop, está haciendo que la gente se divierta.

El público es de todas las edades y los niños corretean solos, acompañados, con sus padres o con amigos, entre las esculturas de mármol, mientras otros padres bailan con sus hijos o degluten enormes bocadillos y beben vino. El arte desacralizado, el viejo objetivo de que la familia pase una tarde tranquilamente en el museo, ante nuestros ojos. ¿Qué pasaría en mi país? Me temo que sólo existirían dos posibilidades de victoria: la de la mala educación o, casi peor, la del esnobismo y las actitudes estiradas, contando, creo, con muchas más posibilidades esta última.

4 Comments:

Anonymous Groucho said...

Viajar y observarlo es lo que nos hace "superiores" creo. Ya me entiendes lo de "superiores". Me refiero a la perspectiva que te da.

Ya tienes tus guantes pero me temo que necesitarás un gorro orejero de piel vuelta. Lo encontrarás junto con otros mil en un carro junto a un puesto de hot dogs. Yo estuve en Febrero y casi pierdo las dos orejas (y ya) cual soldadito de Napoleón en rusia.
Abrazo fuerte y feliz año!

04 enero, 2010 10:09  
Anonymous Leon Baptista Alberti said...

Me imagino la cara de mi colega Adolf Loos al ver la cinta de casette con un orificio para contener un lápiz USB...

04 enero, 2010 23:02  
Blogger Isaac said...

Groucho: Yo llevo una txapela de la Calle Víctor de Bilbao.
LBA: Todo funcionalidad...

06 enero, 2010 04:23  
Anonymous Groucho said...

Pero eso es porque los vascos sois asín...

06 enero, 2010 09:40  

Publicar un comentario

<< Home