20 noviembre 2009

Ni crímenes ni castigos

Es viernes, así que les dejo algo fresco como un donut (de los antiguos, por supuesto).

El Ni crimen ni castigo de octubre está algo desactualizado, pero nunca lo subí porque el mes pasado se me hizo complicado.


El segundo, dedicado a Howe Gelb, lo iba a escribir para el FREEk! de noviembre a raíz de su actuación en el Monkey Week (ver crónica-relato de compañeros miradorpopistas aquí), pero también como consecuencia de haberlo sufrido seis meses antes en el Muñoz Seca del mismo Puerto de Santa María. Y no sé por qué, pero en el último momento decidí refrenar esa tendencia tan mía a poner a caer de un burro al cabeza de cartel de un festival justamente en el medio oficial del evento. Aún así, como uno no puede controlar sus impulsos, acabé escribiéndolo para Tentari, donde nunca debería ganar la autocensura.

El tercero es el textito que acabó conformando la columna de noviembre. Hala, que descansen.

Que sepas lo que hay


Fue una tarde, poco antes de que lanzase ese álbum que le permitiría, definitivamente, pasar el resto de su vida palpándose esas gónadas, una de las más deseadas de España por otra parte, a discreción; ese en cuya portada, en lugar del hijo de la iluminada angelófila y el Maestro, parecía presentársenos el intérprete de la presunta versión patria de House, Jordi Rebellón. Yo entrevistaba a Supervago y éste me descubría –aunque luego, por supuesto, ni me condenó ni nada- algo que yo, en mi permanente inocencia, desconocía: que Miguel Bosé no molaba nada. Como decía, poco después aparecía en el mercado Papito, probablemente el disco con mayor impacto comercial en España de la historia, a pesar de (o gracias a) Internet, y a su azucarada y hortera versión de algunas de las mejores canciones del músico, actor e industrial jamonero. Ahora sí que cuesta, después de un coñazo tan perdurable como una desinsectación industrial, reconocer que he berreado en el coche “Olvídame tú” y que, más de una vez, me he acostado triste mientras escuchaba y me imaginaba “junto a mi perro espiando horizontes… jap!”. Pero para eso estamos aquí, para, incluso, reivindicar su presencia en el Monkey Week 2010. ¡Feliz I Monkey Week!

Howe
boring are you?


Me da un poco de pena la unanimidad. En seis meses, Howe Gelb ha dilapidado en un par de visitas al Puerto de Santa María, no diría que su prestigio, pero sí el interés por volver a verle. Y es que llega un momento de tu vida en que resulta un poco irritante que un músico se presente ante ti como si estuviera ante un concurso-oposición, presentando su dilatado currículo y activando el piloto automático. El concierto de febrero ya arrojó dudas sobre si Gelb levitaba sobre impulsos jazzísticos, country, alt o rock. No crean que me pierdo. Aquello no trataba de conjunción de estilos, sino más bien de que el hombre no acababa de decidirse, de arrancar, de mostrarse cómodo en alguno de los lugares a los que nos proponía acompañarle. Impaciencia. Oye, Howe, ¿cuándo empezamos, bonito? Esas sensaciones se legitimaron durante el pasado Monkey Week, gracias a un concierto que fue de más (expectación) a menos (expectación) y donde ya no fue tan raro encontrar a quien compartiera la opinión de que Gelb recordaba a la versión más coñazo de Dire Straits.

Cuando protestan lo paso fatal


Las tres y media de la mañana. El pub cierra sus puertas y nos quedamos dentro con el referente del indie patrio. Éste agarra una guitarra de doce cuerdas por el mástil y, de inmediato, le da secamente a un La m; mi intuición se ve premiada cuando, a continuación, cambia a Sol M. El referente ha iniciado su recital privado con “Sufre mamón”. La tocará entera –se acuerda de la letra de cabo a rabo- y, para colmo, luego la explicará: “¡¡Es perfecta!! ¡¡Perfecta!! ¡Fijaos cómo los acordes mayores y menores están colocados estratégicamente!”. Siempre me han llamado la atención las reivindicaciones de Hombres G, así que me alegra lo que hace y dice nuestro referente. Pienso que la evidencia de que es un grupo con dos grandes discos (los primeros) y un buen puñado de canciones notables diseminadas por el resto adquiere marchamo de oficialidad, pero qué va… Veinticuatro horas más tarde, estoy poniendo discos y un aspirante a miembro-de-grupo-referente-de-indie-patrio, se acerca a pedirme explicaciones por pinchar “Sufre mamón”. Le cuento la historia de la noche anterior. No responde. Claro…