12 mayo 2009

El gol de Endika

¿Para qué engañarse? Nada como un buen motivo futbolístico para contrarrestar el atasco de ideas de este blog. Y si se mezcla con recuerdos de la infancia, mejor.

Desde que se supo que la final de la Copa del Rey de este año iba a ser la más bonita posible, imagino que llevan ustedes ya vistas una buena ración de vídeos con las patadas de Migueli, Maradona, Clos, la conmoción de Sola... Desde luego, parece que se ha hablado más de aquella final del 84 que de la presente, pero no para hablar de fútbol precisamente. Pues bien, yo les voy a proporcionar el mejor vídeo que he encontrado en YouTube del partido; es un resumen de casi diez minutos, tanto de la final como de la bronca posterior, con los comentarios (sí) del gran José Ángel de la Casa.

El documento no tiene desperdicio: robos limpios de Goikoetxea a Maradona; entradas y gestos improcedentes de un Schuster que ya tenía muy evolucionado el prototipo de imbécil del que ahora hace gala, la clase de Sarabia, la precipitada entrega a Dani de la copa de campeones, y la bronca...



Qué cosas... Recuerdo que cuando ponían las imágenes a cámara lenta, mi madre me decía: "Hijo, tú no seas futbolista". ¡Claro, claro...! ¡Por eso decidí no serlo! Que yo prometía, ¿eh?

Mi madre también me compraba el Don Balón. No demasiadas veces para que no me idiotizara, por lo que muchas veces releía el mismo una y otra vez. Así, recuerdo un pie de foto del 9 bilbaíno con los brazos en jarra: Endika, muy discutido en Bilbao, logró el gol de la victoria que... ¡Y qué gol! Control con el pecho y remate inapelable. Imposible para Urruti.


En aquellos momentos, ya me quedaban bien dos camisetas de fútbol de algodón que había heredado de mis tíos, una del Barcelona y otra del Athletic. En realidad, y dada la época, no tenían escudo ni tenían nada, por lo que la rojiblanca podría haber sido perfectamente del Atlético de Madrid, pero el lúcido personaje que me la entregó, quienquiera que fuese, no me quería desgraciado y no me informó de esa posibilidad, así que yo le pedí a mi abuelo que me comprara dos escudos bordaditos en Sports Play, uno del Barça y otro "del Bilbao", como él le llamaba.

Con seis años, tampoco nadie me había informado de que, por huevos, había que ser de un equipo. A mí, sencillamente, me gustaba el fútbol y nunca sabía qué responder a los mayores cuando me preguntaban de qué equipo era. Sí, el Cádiz me gustaba, pero ya. Aquellas primitivas camisetas me las ponía porque sí, porque estaba enamorado del juego.

Hasta que un día llegué al colegio con mi camiseta del Barça, imagino que con el escudo bien cosidito ya y, desde que entré por la puerta hasta que me senté en mi sitio, todo el mundo se fue metiendo conmigo; niños de mi clase, de otras clases, mayores, pequeños... gente que no había visto en mi vida en definitiva. Como los niños de seis años tienen mucho malage pero muy poco vocabulario, recuerdo que sólo me decían "No vale ná... no vale ná... no vale ná... no vale ná...". ¡Qué pesaos!

Yo había visto que el Barcelona había ganado la Supercopa de aquel año por 3-2, pero no sabía qué coño era la Supercopa... aunque debía de ser algo tremendamente importante, porque era súper, como Superman, así que iba por el pasillo del colegio respondiéndole a todos ellos: -Tré a dó... ha ganao la supercopa tré a dó...!, mientras marcaba tres con mis dedos diestros. Además, cuando yo me acerqué al fútbol, el Real Madrid no es que ganara mucho, así que yo ni reparaba en él... y tampoco había heredado ninguna camiseta del Madrid...

Total, que me enrabieté, porque a mí no se me pasaba por la cabeza decirle a nadie de qué equipo tenía que ser. Me parecía normal que no todo el mundo fuera del mismo y me irritaba que alguien cuestionara que llevara puesta una camiseta del Barça, con lo chula que era. Así que, claro, me hice del Barça, lo que, inevitablemente, me condujo a vivir muchos más episodios como el de aquella mañana en mi colegio de Tarifa.

Por el camino, se fue incorporando gente, pero al principio, al menos hasta 3º de EGB, juro que estaba yo solo.

Lo divertido es que luego, y por motivos que no vienen al caso, me desbarcelonicé y volví a mi estado originario. Esto es, me gusta el fútbol y, en cierto modo, y si excluimos la selección, no me importa mucho quién gane porque pienso que, casi, casi siempre, el que gana es el mejor. No necesariamente el que practica un juego más atractivo, pero sí el mejor.

Eso sí, soy un romántico del fútbol y no me gustaría nada que un advenedizo como el Villarreal, por poner un ejemplo, le ganara la Copa a este Barça (a otro, puede) y, jamás de los jamases, al Athletic.

Ante la cita de mañana, sin embargo, no tengo preferencias... el juego de la factoría de La Masía contra el idealismo de Lezama... Y, sin embargo, creo que el único equipo del mundo que puede parar a este Barcelona es, justamente, el Athletic de Bilbao. Por casta, orgullo y urgencia histórica. Será un gran partido. Uno de esos donde la historia y el palmarés se hacen tangibles.

Por cierto, Copa del Generalísimo... Copa del Rey... Qué irónico, ¿no? Me refiero a que sean estos dos equipos los que acumulen más títulos.