Crónica (no) objetiva de una noche mágica
Viernes, 17 de abril. Diez de la noche. Mirador POP abre sus puertas. Nervios como trasgos flotan en el ambiente, pero la confianza, el optimismo y las ganas de pasarlo bien se alían para que el síncope y el infarto no nos ganen la partida.
A cuentagotas, se inicia el desfile de asistentes. Mientras arreglamos unos cables en la cabina de Dj, alguien grita "¡Música!". No es posible. Hay que esperar un poco.
Las diez y cuarto. Los músicos están sentados relajadamente charlando. De vez en cuando, se les ve mirar la sala, esa boite que se ha conservado en formol, sin un rasguño, sin acusar el paso del tiempo; que ha convertido en glamour lo que en un tiempo no muy lejano fue todo un canto al kitsch por culpa del veletismo de los suplementos dominicales y las revistas de tendencias.
Por fin, suena Breathless, de Camel. Más tarde, y junto a las canciones de los grupos maqueteros gaditanos (Neuman, Amnesia, Homeless, Pecata Minuta) que no desentonan un ápice, Baby Lemonade, All tomorrow's parties... hasta que, a las once menos dos minutos, Moscow Olympics, con su juguetón soniquete, anuncia que el concierto va a comenzar.
Por el lado derecho del escenario, aparece tranquilamente Fernando Remate acompañado del resto de los músicos de su banda, Pablo Errea y Muni Camón, además de Esteban Fernández y Paco Loco, quienes completarían un doblete esta noche.
Remate protagonizará un concierto espectacular. Toda una declaración de principios de lo que este Mirador POP pretende llegar a ser, una constante apuesta por la excelencia de la escena independiente nacional, con estación central en el pop, pero abarcando desde el folk pop de etiqueta negra de nuestro barbudo favorito, hasta propuestas que lleven a territorios opuestos como el emo o el slowcore.
Abrir con un músico que ha pasado este otoño de gira por EE.UU., hablando a los yanquis en su propio idioma musical, es una tarjeta de visita sólo comparable a la altura interpretativa de Fer y sus cuatro acompañantes, que van desgranando una por una las perlas contenidas en ese último trabajo, Safe and sound, un álbum que contiene toda una reivindicación químicamente pura del legado bowieano y beatle, gracias a canciones como Perfectly amazing o Dead & alive holes, pero que también juega con rupturas como Rise & Shine, la clase de tema que gana enteros en directo. Y, por supuesto, el inmenso An eye in the forehead.
De anteriores discos, Remate y Muni nos regalaron, con esa química impagable que han alcanzado trabajando juntos, una versión magistral de Dinosaurs, probablemente la cima compositiva del músico ovetense, además de Don't you want to live a minute long?, pertenecientes, respectivamente, a No Land Songs y a On Junk.
La sintonía de La hora de Alfred Hitchcok anuncia que el concierto se ha acabado; momento para hacer las primeras valoraciones, para empezar a relajarse contemplando una sala mucho más llena de lo que se podía pronosticar ni soñar; para acercarse a mirar discos, aunque esté ausente Álvaro Mala Música, que no faltará al próximo, comprar camisetas del Indiegena o disfrutar de las vanguardistas propuestas de Dolores.
Los músicos del grupo de Paco Loco aprovechan la música de Henry Mancini para afinar, mientras la gente descansa del meneo de cabeza propiciado por Sor Citroën o el Bla-bla-blá de Alfonso Santiesteban.
Paco Loco no se presenta en el escenario. Más bien irrumpe. Rápidamente, el público comprobará que se halla ante una propuesta muy diferente a la de Remate. Algunos veteranos se desplazan a la zona de no fumadores para refugiarse tras la vitrina semiblindada. Paco se mueve como el animal rock que es, una iguana que nunca trabajó sus abdominales, pero cuyos movimientos espasmódicos y gafas voladoras propician el mismo efecto viral. El auténtico gran loco del rock nacional hace que el público baile. Sí, señores, y no sólo eso, que salte y que se arme un tremendo revuelo en las primeras filas.
El hombre orquesta del pop independiente nacional, no tiene reparos en ironizar sobre la actitud rock de John Cale ("¡¡Todos para adelante, que esto es rock and rooooolll; pero sin fotttos, eh? sin fottttosss, que me voy!!") uno de sus ídolos, que dejó medio frío a sus seguidores en su reciente visita a El Puerto; una visita, por desgracia, más comentada por sus excentricidades que por la música.
A partir de ahí, una hora y media de rock incontestable, majestuoso y avasallador, gracias a la maestría del veterano músico, sí, pero también a los componentes de Leda 3, que suministran a Paco el engranaje necesario que el monstruo necesita para cimentar su música de la manera más sólida posible. De hecho, uno puede imaginar que Perico es todo un heredero de las virtudes del asturiano, dados su carisma y su rotunda presencia escénica, algo que parecía costarle un pelo controlar; normal, cuando las cualidades son innatas.
Seguir tratando de explicar el lío que montó el grupo se me antoja casi soberbio. Pocas son las veces en que uno puede afirmar categóricamente que las palabras no podrían jamás describir el brío y la visceralidad de un directo que ridiculizaría cualquier aprisionamiento en una crónica. Sólo destacaría el ejemplo de una banda que no necesita perder el norte en paisajes épicos, ni alejarse de la melodía, ni disfrazar la ausencia de ideas entre watios para ofrecer un concierto pleno de fuerza y emotividad.
Finalizado el concierto de Paco Loco Trios, Dj Juan nos emplazó al baile con una sesión que, respetando los deseos del respetable, casi no salió de ese arco de pop rock nacional que va de la Movida Madrileña a Lori Meyers. Dicen que también sonó Tonight, ese himno generacional de New Kids on the Block, pero yo no me lo creo...
Fotos cortesía de Paulino Escribano
A cuentagotas, se inicia el desfile de asistentes. Mientras arreglamos unos cables en la cabina de Dj, alguien grita "¡Música!". No es posible. Hay que esperar un poco.
Las diez y cuarto. Los músicos están sentados relajadamente charlando. De vez en cuando, se les ve mirar la sala, esa boite que se ha conservado en formol, sin un rasguño, sin acusar el paso del tiempo; que ha convertido en glamour lo que en un tiempo no muy lejano fue todo un canto al kitsch por culpa del veletismo de los suplementos dominicales y las revistas de tendencias.
Por fin, suena Breathless, de Camel. Más tarde, y junto a las canciones de los grupos maqueteros gaditanos (Neuman, Amnesia, Homeless, Pecata Minuta) que no desentonan un ápice, Baby Lemonade, All tomorrow's parties... hasta que, a las once menos dos minutos, Moscow Olympics, con su juguetón soniquete, anuncia que el concierto va a comenzar.
Por el lado derecho del escenario, aparece tranquilamente Fernando Remate acompañado del resto de los músicos de su banda, Pablo Errea y Muni Camón, además de Esteban Fernández y Paco Loco, quienes completarían un doblete esta noche.
Remate protagonizará un concierto espectacular. Toda una declaración de principios de lo que este Mirador POP pretende llegar a ser, una constante apuesta por la excelencia de la escena independiente nacional, con estación central en el pop, pero abarcando desde el folk pop de etiqueta negra de nuestro barbudo favorito, hasta propuestas que lleven a territorios opuestos como el emo o el slowcore.
Abrir con un músico que ha pasado este otoño de gira por EE.UU., hablando a los yanquis en su propio idioma musical, es una tarjeta de visita sólo comparable a la altura interpretativa de Fer y sus cuatro acompañantes, que van desgranando una por una las perlas contenidas en ese último trabajo, Safe and sound, un álbum que contiene toda una reivindicación químicamente pura del legado bowieano y beatle, gracias a canciones como Perfectly amazing o Dead & alive holes, pero que también juega con rupturas como Rise & Shine, la clase de tema que gana enteros en directo. Y, por supuesto, el inmenso An eye in the forehead.
De anteriores discos, Remate y Muni nos regalaron, con esa química impagable que han alcanzado trabajando juntos, una versión magistral de Dinosaurs, probablemente la cima compositiva del músico ovetense, además de Don't you want to live a minute long?, pertenecientes, respectivamente, a No Land Songs y a On Junk.
La sintonía de La hora de Alfred Hitchcok anuncia que el concierto se ha acabado; momento para hacer las primeras valoraciones, para empezar a relajarse contemplando una sala mucho más llena de lo que se podía pronosticar ni soñar; para acercarse a mirar discos, aunque esté ausente Álvaro Mala Música, que no faltará al próximo, comprar camisetas del Indiegena o disfrutar de las vanguardistas propuestas de Dolores.
Los músicos del grupo de Paco Loco aprovechan la música de Henry Mancini para afinar, mientras la gente descansa del meneo de cabeza propiciado por Sor Citroën o el Bla-bla-blá de Alfonso Santiesteban.
Paco Loco no se presenta en el escenario. Más bien irrumpe. Rápidamente, el público comprobará que se halla ante una propuesta muy diferente a la de Remate. Algunos veteranos se desplazan a la zona de no fumadores para refugiarse tras la vitrina semiblindada. Paco se mueve como el animal rock que es, una iguana que nunca trabajó sus abdominales, pero cuyos movimientos espasmódicos y gafas voladoras propician el mismo efecto viral. El auténtico gran loco del rock nacional hace que el público baile. Sí, señores, y no sólo eso, que salte y que se arme un tremendo revuelo en las primeras filas.
El hombre orquesta del pop independiente nacional, no tiene reparos en ironizar sobre la actitud rock de John Cale ("¡¡Todos para adelante, que esto es rock and rooooolll; pero sin fotttos, eh? sin fottttosss, que me voy!!") uno de sus ídolos, que dejó medio frío a sus seguidores en su reciente visita a El Puerto; una visita, por desgracia, más comentada por sus excentricidades que por la música.
A partir de ahí, una hora y media de rock incontestable, majestuoso y avasallador, gracias a la maestría del veterano músico, sí, pero también a los componentes de Leda 3, que suministran a Paco el engranaje necesario que el monstruo necesita para cimentar su música de la manera más sólida posible. De hecho, uno puede imaginar que Perico es todo un heredero de las virtudes del asturiano, dados su carisma y su rotunda presencia escénica, algo que parecía costarle un pelo controlar; normal, cuando las cualidades son innatas.
Seguir tratando de explicar el lío que montó el grupo se me antoja casi soberbio. Pocas son las veces en que uno puede afirmar categóricamente que las palabras no podrían jamás describir el brío y la visceralidad de un directo que ridiculizaría cualquier aprisionamiento en una crónica. Sólo destacaría el ejemplo de una banda que no necesita perder el norte en paisajes épicos, ni alejarse de la melodía, ni disfrazar la ausencia de ideas entre watios para ofrecer un concierto pleno de fuerza y emotividad.
Finalizado el concierto de Paco Loco Trios, Dj Juan nos emplazó al baile con una sesión que, respetando los deseos del respetable, casi no salió de ese arco de pop rock nacional que va de la Movida Madrileña a Lori Meyers. Dicen que también sonó Tonight, ese himno generacional de New Kids on the Block, pero yo no me lo creo...
Fotos cortesía de Paulino Escribano
1 Comments:
Fantástica la crónica.De ensueño, mil gracias
eva
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