Joy Division y la adaptación de la especie
JOY DIVISION
Grant GeeEE.UU. y Reino Unido, 2007. 93 min. V.O.S.E.
Productores: Tom Astor, Tom Atencio Y Jacqui Edenbrow
Productor Asociado: Jade Robledo
Guión: John Savage
Música: Joy Division
Fotografía: Grant Gee
Montaje: Jerry Chater
Sonido: Rashad Omar
Creo que era Bernard Sumner quien lo afirmaba: "No vi un árbol hasta que tenía nueve años. Todo era feo, pero era lo que conocíamos; no podíamos imaginar otra cosa. No sabíamos lo que era la belleza y probablemente nuestro destino no podía ser otro que trabajar en una fábrica. Éramos chavales normales".
Ahora tal vez nos suene algo extraño, pero la euforia a la que dio lugar la Revolución Industrial no empezó a difuminarse hasta los años setenta, cuando los efectos secundarios del progreso descontrolado llegaron a ser realmente visibles, que lo hubieran sido antes de no mediar el paréntesis de la II Guerra Mundial. Y Manchester era la capital de la Revolución Industrial. Desde la atalaya de 2009, la visión de una sociedad tan estratificada como la inglesa de esa década produce escalofríos. Las figuras famélicas y el tono mortecino de los rostros de Curtis, Sumner, Hook y Morris impactaron a un Anton Corbijn que, no obstante, afirma que "eso era Inglaterra; en pleno invierno, con un abrigo viejo y fino y una camiseta debajo; siempre veías pobreza cuando ibas a Inglaterra".
Me asustan varias cosas, como pensar que un país que era uno de los grandes referentes de las democracias occidentales, y al que aún no había llegado siquiera el thatcherismo, estaba tan mal o peor que España. Cuesta admitirlo, pero probablemente así sea, al menos en lo que se refiere a la diferencia entre clases, especialmente a la relevancia y al papel de una clase media total y absolutamente alienada, gris, sombría y sin capacidad para vislumbrar cualquier otro horizonte que no fuese su barrio, su factoría, su descampado lleno de mierda. Piensen en una cosa: ¿Alguien cree posible que un vaquero podría haber llegado a ser ministro en la Gran Bretaña de 1982? Suena remoto, ¿verdad?
Cuando la cinta de Grant Gee no se centra demasiado en la figura de Ian Curtis, con su genio, sus convulsiones y sus permanentes neuras, es cuando concentra el mayor interés. ¿Quiénes eran Joy Division? Bloques de cemento y acero de tono marrón oscuro y gris proliferan como huevos de cucaracha; algunos tratan de romper la monotonía con trazos serpenteantes, pero eso no los hace menos sofocantes. Podrían estar al otro lado del telón de acero. La pesadilla de Fritz Lang se ha hecho realidad en pleno corazón de Occidente; nada menos que en uno de los grandes núcleos del capitalismo. Hay libertad, sí, pero tendrá que producirse un milagro para que alguien cambie algo, dado el sólido asentamiento del que goza la horripilante estructura. En ese ambiente deshumanizado, tres asilvestrados jóvenes de barrio transportan al rock, de una manera totalmente involuntaria y casi inocente, la angustia, la claustrofobia y la ausencia de colores de toda una sociedad. Una puta brizna de hierba ha crecido entre el acerado de hormigón. Y esta vez no es improductiva.
¿Tres he dicho? El último miembro es un caso aparte. Los cuatro años de relación de Ian con el grupo iluminarían el resto de las vidas de Sumner, Hook y Morris, pero, como he dicho, no eran más que unos jóvenes de barrio asilvestrados. ¿Cómo se explica si no que nadie reparara en el contenido de sus letras? O que sólo Morris fuera al funeral de su compañero. El resto se quedó en el pub bebiendo cerveza; eran punks y, además, hombres y, además, ingleses. ¿Qué iban a hacer si no? La primera pregunta cuenta con una respuesta-excusa respetable: la música era suficientemente turbadora como para que nadie prestara atención a las letras. Tony Wilson fue de los pocos que percibió la angustia de Ian, pero "pensé que sólo hacía Arte. Nunca interpreté que fuera lo que realmente pensaba. ¡Era Arte! ¡Qué ingenuo!".
Arte. Aquí es donde yo quería llegar. Si en semejante entorno el Arte pudo sacar la cabeza, todo es posible. Por si hace falta aclararlo, hablo de Arte y no de Belleza. Aunque la Belleza también llegó. Y de qué manera...
Magnifico documental, que viene a arrojar un poco de luz sobre una etapa que sigue y seguirá contaminada por el poder de una leyenda construida sobre el ya clásico 24 hours party people, de Michael Winterbottom.
4 Comments:
Joder, ¡cómo has vuelto! Es una delicia absoluta leerte. Dejo atrás el cariño y la costumbre para ponerte en el número uno de mis favoritos. La admiración, después de un post como este- magnífico el análisis de la Inglaterra postindustrial- sigue en aumento.
Muchísimas gracias por ratos como este.
Un abrazo, sir
eva
hay un cuerpo girando
en la cocina
al final de una cuerda atada a una viga
..........
Me ha hecho gracia tu twiter, yo tampoco soy punk en absoluto pero congeniar con suegras y caseras me parece excesivo, eres un peluche jajaja
Y con ánimo de polemizar, que extraño leer la coletilla "ni siquiera había llegado el tatcherismo" cuando hablas de lo pobre que era Inglaterra en los setenta, cuando los hechos hacen pensar que aún llevarían abrigos viejos sobre camisetas si nunca hubiese sido elegida la Dama de Hierro.
Kike! Esas polémicas geopolíticas! Bueno, al principio de llegar la Thatcher hubo cierres de fábricas en cadena; la reconversión industrial y todo ese rollo... Lo mismo que aquí. Así que al principio de su mandato, todos esa clase obrera se vio en una situación aún más desesperada. Sobre la opinión de que esa mujer, que a mí personalmente no me gusta, contribuyera a acrecentar las diferencias entre ricos y pobres no tengo documentación.
Y, sí, debo serlo... Un peluche, digo.
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