11 enero 2010

Bloody Mary

Me he bebido treinta y dos Bloody Marys y tengo un siroco desconocido para lo que se puede alcanzar normalmente en NY. Cómo he llegado a este estado se explica de manera tan sencilla como esgrimiendo el inapelable poder de la gratuidad; todo ello en una ciudad donde, normalmente, el alcohol resulta bastante caro. Prohibitivo más bien.

El brunch del Essex ofrece tres cócteles con el plato, concretamente con los crab cakes con huevos benedictinos, patatas asadas y ensalada que me he metido entre pecho y espalda; todo por 18 dólares más propinas. Así, para acompañar mi copiosa comida he podido disfrutar de tres Bloody Marys.

La gracia es que luego los camareros te suelen regalar tickets para beber gratis en la barra. Nosotros les hemos caído bien a nuestras camareras y nos han dado ocho, lo que ha hecho mucho más sencillo combatir el frío de hoy, bastante seco e inmisericorde.

La barra estaba poblada por gente muy joven y el ambiente me recordaba al de un domingo en cualquier ciudad con movimiento universitario. Muy cerca nuestro, una rubia tontísima (otro tópico, sí) se empeñaba en dar libertad a su teta derecha mientras departía con sus amigas, lo que, de vez en cuando, parecía distraer a los dos chicos de nuestro lado, originariamente orientados hacia la pantalla donde retransmitían uno de esos soporíferos partidos de fútbol americano. Yo tengo la teoría de que el fútbol normal habría podido a la teta derecha de la rubia tonta, pero esa es otra historia...

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

jajajajaja

17 enero, 2010 21:34  

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