10 diciembre 2004

El hombre de la Danelectro

En los tiempos donde la imagen lo es todo, hay gestos estéticos que ponen de manifiesto la ética, más, menos, o nada subterránea, del que los protagoniza. Aparecer en un escenario solo, apoyado en una Danelectro... ¿cuántas Danelectro podrán contarse en el escenario alternativo español, aparte de la de Alejandro "Cooper" Díez? ¿A cuántos, españoles o no, asociamos en los últimos tiempos a otra guitarra que no sean las hegemónicas Les Paul o Stratocaster? Andan por ahí algunas Rickenbaker, cuyos propietarios tampoco las adquirieron por casualidad, y, por supuesto, la primera Fender, la Telecaster, pero, ¿Danelectro? Es, sin lugar a dudas, el primer síntoma de la pureza musical de lo que vamos a oir y contemplar.

La tecnología va a salvar la música pop, aseguran algunos iluminados, como si eso que Kraftwerk lleva haciendo más de treinta años, lo hubiera inventado DJ Shadow o, peor aún, DJ Pioneer. Mientras, los músicos de verdad se dedican a lo suyo, a hacer música, no importa con qué. Y, como los instrumentos musicales son simplemente eso, instrumentos, medios, cada uno escoge libremente el que mejor le conviene para trasladar sus sentimientos y emociones al público. En este caso, la guitarra que es al country y al folk norteamericano lo que a nuestro flamenco es la seis cuerdas de color anaranjado y caja imperceptiblemente estrecha. En ambos casos, los intérpretes, tocaores o guitar players, ejecutan su repertorio con los dedos, sin ayuda de la púa. Al menos, eso es lo que elige el amigo Fernando. El "flamenco" de América, de Norteamérica, de Fer, se caracteriza como el nuestro por mostrar toda su verdadera fuerza, tanto melódica como expresiva con el directo, que gana por varios cuerpos de ventaja al soporte CD. Se descubren líneas melódicas que no se habían percibido con anterioridad, se disfruta de los arpegios desnudos, del asombroso dominio técnico de cuerdas percutidas y pulsadas, de la magia de la conjugación de dos instrumentos al mismo tiempo...

Uno pasa varias veces a lo largo del concierto por tentaciones perversas. La contaminación en forma de producción de todas las bases de Fer, es decir, de todo, porque Fer sólo trabaja con bases puras, sería sin duda un camino seguro hacia el triunfo, en su acepción occidental. Pero el triunfo de Fer es tener la posibilidad, por el tiempo que sea, por el tiempo que dure, de mostrarnos de la manera más honesta posible las inquietudes melódicas y líricas que lleva tiempo escupiendo en casa ante sus amigos. Ahora somos más amigos, algunos estábamos por primera vez, pero nada más. El concepto no ha variado. Ni variará. Enhorabuena y gracias por la utilidad de tu música.

Isaac Lobatón