El verdadero Mr. Nixon
Tengo una prima que siempre había constituido para mí una verdadera esperanza, musicalmente hablando. Con once años, mientras sus compañeros de clase se debatían entre Luis Fonsi y Bustamante, ella pedía discos, entre otros, de Rasmus (que no me interesan en absoluto) y aceptaba ilusionada que le regalaran otras cosas que podían ir desde el “London Calling” de los Clash hasta el “Arquitectura efímera” de Fangoria. Hoy día anda perdida por los senderos del choni-metal pidiendo discos de Korn y otras perlas que, desde luego, yo no le voy a comprar. Para lo que toque a esos grupos estoy súper a favor del emule.
Y, ¿por qué les cuento esto? Hombre, porque después de seguir puntualmente el diario de Nixon, es inevitable no citarle en lo que pretende ser una reseña a su disco. Y yo he elegido este párrafo, de no hace mucho, y directamente relacionado con la historia de mi prima Cristina:
En la película del Conan el Bárbaro (la primera), el malo dice una frase importantísima, algo así como: "Ah, Conan!, eres un maestro del camino del acero! Yo cuando era joven también lo seguí, pero, ¿qué es el acero comparado con la mano que lo empuña? ¿Quieres saber cuál es el verdadero poder?"
Yo de joven también seguí el camino del acero, ahí flipándolo con mi guitarra y mi distorsión y mi banda. Pero, ¿qué es eso comparado con contar una historia y llegar al corazón de la gente?
Desde luego, no hay color. Y no creo que lo haya ni para el emisor ni para el receptor.
Los que hemos seguido la gestación de este disco, prácticamente día a día (hablo de ese grupo de personas que visitamos constantemente “el blog del Nixon”) contamos con la perspectiva suficiente para valorar el crecimiento y desarrollo de los diez temas que componen la primera entrega de Fran en el sello Siesta.
Por eso, sabemos que son historias, historias de cada día o historias de ensoñación, de pura fantasía, como esa relación con la gimnasta más importante de todos los tiempos que inspira el título del disco. Imagino a Fran cualquier mañana, con los ojos pegados en la cama visualizando esa película; cómo, a pesar de todos los sinsabores, hubiera disfrutado persiguiendo a una deportista de élite, pero precisamente una deportista de leyenda, enamorándose de ella y frustrándose ante la perspectiva de un amor imposible, mientras el estribillo le daba vueltas en la cabeza.
La vida está construida de realidad y de ilusión a partes iguales. El secreto está en no darnos cuenta ni, desde luego, investigar sobre dónde están los límites de cada una de ellas. Cuando esa fórmula mágica se da en un disco, no podemos más que frotarnos los oídos y seguir escuchando con esa paz que otorga la certeza de encontrarse ante una obra maestra.
Por cierto, el título del disco. Sí, esta vez es Nadia Comaneci, pero antes lo fueron Beyoncé o Natalia Verbeke (quien, hoy por hoy, "necesita un asesor de imagen"). Y es Briggite Bardot. Una vez más, Francisco Fernández rinde homenaje a su rica mitografía personal.
Siempre he querido dedicar una entrada a la generación del mito, a la que pertenezco, algo removido justamente por un debate que ha tenido lugar hace poco en el sitio de Nixon sobre los conceptos de artista-artesano.
Sobre esto, me gustaría añadir aquí una reflexión. Mi primer año en Historia del Arte tuve como profesor de Arte Clásico a Juan Miguel Serrera, fallecido con cuarenta y pico años de un cáncer fulminante en la plenitud de su carrera. Él, ya en primero, se atrevía a deslizar un concepto muy delicado y profundo sobre la escultura clásica griega: “Esto que ustedes ven, insisto, no es obra de un escultor, sino de un hacedor de esculturas”. Un artesano, ¿no? Ya volveremos sobre esto en otra ocasión.
El disco sigue ofreciendo otras pequeñas perlas, como “Alumno o profesor”… Tú dices alumno… yo digo hola… No sé por qué dices profesor y yo digo adiós… el riff de la guitarra y una armonía deudora de mi canción favorita de los cuatro de Liverpool (si alguien quiere hablar de plagio, le ruego inserte un comment y yo le explico la diferencia). "Alumno o profesor" es, por otra parte, un standard de principio a fin, un tema que ofrece unas posibilidades infinitas de manipulación y que en manos de, por ejemplo, unos Coldplay, se convertiría, glups, en un himno de estadios.
La historia cotidiana pura y dura viene de la mano de “Luna de miel a escondidas”. La poesía llevada a una relación a la distancia de la que me gustaría destacar una frase genial: “hay miles de feos en el andén”. Un estribillo inolvidable, feliz como unas maracas, contribuyen a hacer esta canción, una de las cimas de este disco.
Mientras, y con permiso de “Banderas Rojas”, la cuarta (y no en este orden) gran canción del disco es, sin lugar a dudas, “Me casaré cuando me enamore”. Un homenaje sincero e incontestable a la simpleza de las relaciones cuando los sentimientos son puros y honrados. Saber que va a haber problemas, seguro, pero que esos problemas se afrontan entre dos, y que el verdadero hombre, antes de traer dinero a casa, buscará la manera de hacer feliz a los que le rodean. Merece la pena copiar el estribillo:
Los que hemos seguido la gestación de este disco, prácticamente día a día (hablo de ese grupo de personas que visitamos constantemente “el blog del Nixon”) contamos con la perspectiva suficiente para valorar el crecimiento y desarrollo de los diez temas que componen la primera entrega de Fran en el sello Siesta.
Por eso, sabemos que son historias, historias de cada día o historias de ensoñación, de pura fantasía, como esa relación con la gimnasta más importante de todos los tiempos que inspira el título del disco. Imagino a Fran cualquier mañana, con los ojos pegados en la cama visualizando esa película; cómo, a pesar de todos los sinsabores, hubiera disfrutado persiguiendo a una deportista de élite, pero precisamente una deportista de leyenda, enamorándose de ella y frustrándose ante la perspectiva de un amor imposible, mientras el estribillo le daba vueltas en la cabeza.
La vida está construida de realidad y de ilusión a partes iguales. El secreto está en no darnos cuenta ni, desde luego, investigar sobre dónde están los límites de cada una de ellas. Cuando esa fórmula mágica se da en un disco, no podemos más que frotarnos los oídos y seguir escuchando con esa paz que otorga la certeza de encontrarse ante una obra maestra.
Por cierto, el título del disco. Sí, esta vez es Nadia Comaneci, pero antes lo fueron Beyoncé o Natalia Verbeke (quien, hoy por hoy, "necesita un asesor de imagen"). Y es Briggite Bardot. Una vez más, Francisco Fernández rinde homenaje a su rica mitografía personal.
Siempre he querido dedicar una entrada a la generación del mito, a la que pertenezco, algo removido justamente por un debate que ha tenido lugar hace poco en el sitio de Nixon sobre los conceptos de artista-artesano.
Sobre esto, me gustaría añadir aquí una reflexión. Mi primer año en Historia del Arte tuve como profesor de Arte Clásico a Juan Miguel Serrera, fallecido con cuarenta y pico años de un cáncer fulminante en la plenitud de su carrera. Él, ya en primero, se atrevía a deslizar un concepto muy delicado y profundo sobre la escultura clásica griega: “Esto que ustedes ven, insisto, no es obra de un escultor, sino de un hacedor de esculturas”. Un artesano, ¿no? Ya volveremos sobre esto en otra ocasión.
El disco sigue ofreciendo otras pequeñas perlas, como “Alumno o profesor”… Tú dices alumno… yo digo hola… No sé por qué dices profesor y yo digo adiós… el riff de la guitarra y una armonía deudora de mi canción favorita de los cuatro de Liverpool (si alguien quiere hablar de plagio, le ruego inserte un comment y yo le explico la diferencia). "Alumno o profesor" es, por otra parte, un standard de principio a fin, un tema que ofrece unas posibilidades infinitas de manipulación y que en manos de, por ejemplo, unos Coldplay, se convertiría, glups, en un himno de estadios.
La historia cotidiana pura y dura viene de la mano de “Luna de miel a escondidas”. La poesía llevada a una relación a la distancia de la que me gustaría destacar una frase genial: “hay miles de feos en el andén”. Un estribillo inolvidable, feliz como unas maracas, contribuyen a hacer esta canción, una de las cimas de este disco.
Mientras, y con permiso de “Banderas Rojas”, la cuarta (y no en este orden) gran canción del disco es, sin lugar a dudas, “Me casaré cuando me enamore”. Un homenaje sincero e incontestable a la simpleza de las relaciones cuando los sentimientos son puros y honrados. Saber que va a haber problemas, seguro, pero que esos problemas se afrontan entre dos, y que el verdadero hombre, antes de traer dinero a casa, buscará la manera de hacer feliz a los que le rodean. Merece la pena copiar el estribillo:
Y si me engañan, sabré perdonar
Y si me cuidan, podré enfermar
Y si vienen niños, Dios proveerá
Y si no hay dinero, pues no habrá dinero
Y si es aburrido, yo lo haré divertido
Y si me cuidan, podré enfermar
Y si vienen niños, Dios proveerá
Y si no hay dinero, pues no habrá dinero
Y si es aburrido, yo lo haré divertido
Hoy, hace justo un año, escuchaba por primera vez varias de las canciones de este disco en un concierto acústico en El Naranja. A mí me parecía que Fran las interpretaba como pidiendo excusas. Algo cambió cuando recibió la magnifíca noticia del contrato con Siesta. Las siguientes veces que lo vi ocupaba las tablas pletórico y exultante, cantando cada vez mejor. "Realmente, hay cosas que uno no sabe que puede hacer hasta que prueba a hacerlas", dijo en una ocasión tras atacar el falsete del estribillo de "Nadia".
La suficiencia del artista/artesano de Gijón para desenvolverse en solitario (y no sé si esta etiqueta le gustaría en exceso) le sitúa en el plano de los grandes cantautores independientes de nuestro país. Con un estilo muy diferente, pero al mismo nivel de un Señor Chinarro, un Josele Santiago o un Remate, Fran acaba de dar un paso de madurez en su carrera, quizá más importante de lo que él mismo podía querer y, por supuesto, imaginar, en un principio.
Si aún no le han hecho sitio en su estantería o en su shared files, háganlo cuanto antes, por favor.
La puerta está abierta, sólo es empujar.
Isaac Lobatón
P.D. Gracias por todo lo que aprendí de ti este año 2006.