16 abril 2007

Espacio-Tiempo: El Continuo de Los Planetas

Las casualidades no existen. Si Aramburu decidió dejar de diseñar portadas de discos, incluso de discos de Los Planetas, no podría haber elegido un momento más idóneo. Huérfanos del estilo gráfico que los ha caracterizado durante tantos años, los granadinos optan por subrayar en rojo el atrevimiento que ya de por sí supone el lanzamiento de este trabajo; a saber, zoom sobre el cuadrante superior derecho de la portada de La leyenda del tiempo y cambio de la tonalidad gris por ocre. Y si alguien se despista, pues puede quedarse con la falsa idea de que esa esfera naranja puede parecer un sol... sobre el que orbitan los planetas, claro...

Consideraciones gráficas aparte, el último trabajo de Los Planetas se antojaba valiente, osado, arriesgado... Pocos grupos en España (tampoco es que se me ocurra ninguno) pueden permitirse el lujo de llevar a cabo toda una investigación sonora con la certeza de saber que el grueso de su público lo va a acompañar, lo va a apoyar haga lo que haga.

Y es que, si bien La leyenda del espacio cuenta con muchos de los códigos que han caracterizado al grupo desde sus comienzos, cierto es que, escuchado de un tirón, no resulta un disco fácil ni mucho menos. ¿Qué suerte correría esta grabación si fuera la segunda o tercera entrega de la banda, en lugar de la séptima? Es una pregunta comprometida. ¿Usted se habría puesto a escucharlo? No me lo creo, perdone.


Son conclusiones que se sacan después de, lo reconozco, haber asistido el sábado en Madrid a uno de los dos conciertos que Los Planetas han ofrecido este fin de semana en la capital para presentar su disco. Uno tuvo la sensación, tanto durante como después, de que había demasiada gente que había pagado cuatro talegos por una entrada sólo por el mero hecho de que había oído o leido que "los planetas molan". Y yo alucino, porque cuatro talegos siguen siendo cuatro talegos, con o sin euro. Mucho tontaina (y mucha tontaina) haciendo fotos, grabándose con el móvil, de espaldas al escenario, charlando sin descanso y contribuyendo a la formación de un run-run continuo que acababa poniendo de mal humor, en lo que empieza a constituirse como tónica general, a poco que se salga del circuito de garitos con aforo para menos de trescientas personas.

El quinteto, por otra parte, estaba ofreciendo un recital de una coherencia infrecuente. A veces, la solución más fácil para resolver un problema resulta, en efecto, ser la más sencilla. Me explico: una vez escuchado el nuevo disco sobre el escenario, hay que admitir que, el experimento contenido en La leyenda del espacio, resulta difícil de casar con la tonelada de clásicos que atesora el grupo de Jota; por eso, seccionar el concierto en dos partes pudo resultar brusco, sí, pero quizá la única solución posible. Tras diez temas pertenecientes a La leyenda del espacio, los planetas acometen "Deberes y privilegios"; inteligentemente, ya no volvieron sobre su nuevo disco, lo que a cada tema se adivinaba más difícil. Para que nos entendamos, la distribución del repertorio fue como una fractura de peroné, pero sin astillas.

Contradicciones... porque a mí La leyenda del espacio tampoco me parece un disco tan alejado de los propuestas tradicionales de los granadinos. Por adictivas, sus melodías lo son como siempre. Desde que adquirí el disco el jueves, todas las noches se me ha metido en la cabeza Jota para cantarme "Ya no me asomo a la reja". Por supuesto, se encuentran los mismos ambientes atmosféricos acostumbrados en la trayectoria del grupo, con guitarras que dan un paso adelante para adelantar ligeramente los presupuestos de referencias como Spacemen 3 o My bloody Valentine, en una apuesta donde se debería hablar de neo-psicodelia más que de psicodelia, porque los sonidos del disco son hijos del noise -que es cuando la psicodelia se va de copas y de rayas con la tecnología-.

Si uno hace memoria de oídos, rápidamente viene a la cabeza Santos que yo te pinté, Nunca me entero de nada o La copa de Europa... para cargarnos de argumentos. Los planetas ya habían jugado al despiste con el flamenco. Por el contrario, el disco cuenta con temas como Reunión en la cumbre o Alegrías del incendio, dos grandes trallazos que, independientemente de las (casi inexistentes) concomitancias que se le quieran encontrar con el cante grande, remiten claramente y enlazan con la trayectoria rockera tradicional del grupo; a este trío también se podría añadir Si me diste la espalda, un tema que, además recuerda (y esto a mí me alegra especialmente) al mejor Chucho.

Algo que hay que agradecer a Los Planetas, y que los diferencia de otros grupos que trataron de buscar caminos de enlace entre el rock y el flamenco, es que Jota sigue cantando como siempre; no se deja llevar por una (falsa) pose flamenca, y sus fraseos no han cambiado, lo cual le honra. Incluso con una pronunciación más académica y castellana que en su aventura con el Grupo de Expertos Sol y Nieve. Esto es, no se ha buscado el efectismo ramplón, ni el hacer la canciones más o menos flamencas poniendo cuatro oles, ni unas cuantas palmas, ni jaleos ni ningún añadido que se pueda calificar de típico tópico. Es más, cuando se ha querido cantar con un verdadero fraseo flamenco, cuando los planetas han querido aportar un lamento serio, han delegado, y esa delegación se lleva a cabo en la ilustre persona de Enrique Morente, cantaor de referencia para cualquier músico, andaluz o no, interesado en el mestizaje inteligente; Morente interpreta el tema que cierra el disco, dedicado a la memoria de Sideral.

Mi padre dice que una de las grandezas del disco está en su honestidad y que, por más vueltas que le dé, no siempre ve los palos con los que, presuntamente, están construidos todos y cada uno de los temas de La leyenda del espacio, "eso sí, la primera, esa que dicen que son unos tientos, sí que son unos tientos".

Decir si este disco puede llegar a alcanzar la relevancia histórica de aquel al que homenajea es, cuanto menos, tan atrevido como su propio planteamiento. Lo que más hay que valorar es la intención, el rigor, la seriedad, la postura de acercamiento sereno a la música de raíces desde la identidad individual, y no desde el sentimiento colectivo, que nunca se puede patrimonializar y, por narices, si se hace se corren altos riesgos de equivocarse y de hacer el ridículo de manera mayúscula.

Desde luego, creo que es la primera vez que un grupo se acerca, desde el rock, y sin abandonar éste, al flamenco, no por una autopista, sino por una carretera de doble sentido, pero bien asfaltada y de arcenes anchos. Por el otro carril, a sesenta kilómetros -que es la distancia máxima que el ojo humano vislumbra al horizonte- rueda un SEAT 124, blanco, conducido por Ricardo Pachón, con Camarón, Tomatito, Kiko Veneno y Paco de Lucía, éste más callado, pensativo. Los dos coches se cruzarán en su trayectoria, y sus ocupantes quizá se crucen miradas satisfechas.


Isaac Lobatón