06 septiembre 2007

Desplantes, despelotes y despropósitos

Me da igual el resultado, y por eso escribo antes de que empiece a rodar la pelota en Reykjavic. La España de Luis Aragonés no tiene futuro. Nunca lo ha tenido. La selección ha puesto a prueba el verdadero valor de un entrenador absolutamente sobredimensionado por la vocera prensa deportiva madrileña.

Me documento. Entro en google y tecleo, para manejar cifras concretas y que no se diga, "Palmarés de Luis Aragonés". Lo primero que me sale, muestra lo siguiente:

1975 - 1 Intercontinental
1976 - 1 Copa del Rey (Atl. Madrid)
1977 - 1 Liga (Atl. Madrid)
1985 - 1 Copa del Rey (Atl. Madrid)
1988 - 1 Copa del Rey (Barcelona)
1992 - 1 Copa del Rey (Atl. Madrid)
2001-02 - 2ª División (Atl. Madrid)

Se podría concluir que no está mal. Después de más de treinta años de carrera, el veterano preparador madrileño ha conquistado una liga y cuatro copas del Rey, además de esa Intercontinental que el Atlético de Madrid nunca debería haber jugado. No está mal. Sencillamente, yo creo que no es para tanto. Su último título data de 1992. Una Copa del Rey para un Atlético de Madrid en pleno apogeo del Gilismo; el tipo de torneo que se acaba ganando por casualidad.

A Luis, por el contrario, nunca se le ha confiado un proyecto verdaderamente importante. En el Barcelona estuvo de paso en la temporada 88-89, una etapa en la que José Luis Núñez se mostraba -dicen, yo no me acuerdo- aun más obtuso que en sus últimos años de mandato, y que sólo puedo aplacar el genio inconmensurable de Johann Cruyff. El curso de Aragonés estuvo marcado por el enfrentamiento social en un club necesitado de un revulsivo serio. Fue el año del Motín del Hesperia, encabezado por ilustres como Julio Alberto o Alexanco.

Recuerdo la final de Copa de aquel año. Acababa con resultado de cero a cero un partido que se había convertido en la única tabla de salvación para un equipo que había sufrido muchísimo. Los periodistas agobiaban a Luis Aragonés en el banquillo cuando Alexanco remachó a placer el inesperado gol de la victoria. A nuestro hombre por poco le da un pasmo. Una vez más, y ya esto se empezaba a convertir en una constante, volvía a parecer que había hecho algo.

Porque el único mérito que se le ha conocido a Luis Aragonés es el de "saber llevar al vestuario", "educar a jóvenes malcriados que ganan demasiado dinero siendo muy jóvenes". Así, uno de los momentos que ha concentrado mayor número de elogios ha sido aquel famoso zarandeo a Eto'o en el banquillo de La Romareda. Yo no niego que el tipo lo mereciera, pero el prestigio de Luis, sin que nos demos cuenta, se cimienta más en este tipo de correctivos, meramente educacionales, que por la transmisión de verdaderas enseñanzas futbolísticas y de valores competitivos.

Personaje de verbo torpe, errático y, a veces, desafortunado, Aragonés jamás ha sido capaz de transmitir cómo desea que jueguen sus equipos de fútbol, logrando además salir indemne y prácticamente desapercibido de sus continuos fracasos cuando ha tenido la oportunidad de gestionar un proyecto importante. En el Valencia, donde se diga lo que se diga, no fue capaz de torear a Romario; en el Betis, donde lavó el cerebro a un ilusionado y receptivo Lopera para llevar a cabo el fichaje más decepcionante de la historia, aquel fracasado llamado Denilson. Fue a partir de este hecho cuando el dueño del Betis se tornó huraño y comenzó a mirar con lupa los céntimos de euro. Con razón.

Por suerte, a Luis Aragonés (me niego a llamarlo Sabio) le quedaba un buen refugio para farsantes como él, la Federación Española de Fútbol, comandada desde hace casi veinte años por otro farsante caracterizado por, entre otras cosas, afirmar sistemáticamente que todo va bien, que los resultados de los sucesivos seleccionadores han sido ejemplares.

Los de nuestro actual seleccionador no lo son desde luego, pero es que como gestor es un auténtico desastre.

Yo le perdí el respeto desde que formó aquel numerito diciendo primero que se iba, luego que no, para finalmente quedarse aludiendo a un concepto tan abstracto como las "connotaciones". ¿Sabrá este hombre lo que significa connotación? Lo dudo mucho. Por ejemplo, cuando uno promete o jura que, si no alcanza un determinado objetivo abandonará el cargo que ocupa y, llegado el caso, no lo hace, la connotación es que el señor en cuestión es un caradura y un hombre en cuya palabra no hay que volver a confiar jamás.

Otros episodios conocidos son el manifiesto enfrentamiento con Raúl, el jugador español más importante de los últimos quince años, desaparecido de las convocatorias, quizá para siempre, recibiendo el desprecio y la falta de respeto de un impertinente Villa, quien afirmó tan campante que llevar el número 7 no significaba absolutamente nada para él, que era un número más. Esto sólo puede pasar en un país como este; cainita, miserable y amnésico. Si un inglés novato osase afirmar algo así de, supongamos, el número 23 de Beckham, lo mandan a cuidar vacas a Tarifa.

A ello únanle el absentismo voluntario de Vicente, o la actitud incorregible del pretendidamente graciosillo Joaquín. Vamos, que Luis Aragonés ya no sirve ni para complementar la baja educación de algunos de los jugadores que dirige.

Sencillamente, ayer reventé ante la lectura de un titular que rezaba: Joaquín: "Mi relación con Aragonés es de amor-odio". No entiendo cómo se permite que se siga alimentando el fuego de la polémica con declaraciones tan inoportunas y egocéntricas como esta. Tampoco alcanzo a comprender la actitud chulesca, displicente y altiva de unos tipos que nunca han llegado a nada con la camiseta roja.

Comparenla con la de los campeones del mundo de baloncesto. O con el equipo de balonmano. O con los tenistas que juegan cada poco la Copa Davis. Deportistas todos reconocidos a nivel mundial, desde los puntos de vista individual y colectivo que, sin embargo, son de otra pasta, miran de otra manera, sonríen, son capaces de relajarse, de ser felices y se les nota agradecidos con su vida, resuelta económicamente y muchísimo más cómoda que la de la mayoría de los ciudadanos.

Si uno, para colmo, ha podido disfrutar este verano dos veces del respeto a sí mismo, a su profesión, a los mayores, a la historia y, sobre todo, al contrario, de un José Tomás o de un Cid, no será raro que de lo más hondo le salga una exclamación casi gutural: Qué asco de fútbol, Dios...

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mucho tendrían que aprender nuestras estrellitas futboleras patrias de la selección de baloncesto. Y no me refiero a los resultados, claro... Demasiado mimados los tenemos... Igual si les diéramos de lado un poquito... Yo, por ejemplo, ya decidí antes del último mundial que no me volvía a ilusionar con la selección hasta que llegaran a semifinales. Al principio cuesta, pero luego ya te acostumbras. Creo que es lo que se merecen. Demasiadas oportunidades les he dado ya.

09 septiembre, 2007 10:39  
Blogger Isaac said...

Bueno, ilusionarse con algo o no, no está al alcance de las intenciones de nadie. Yo también traté de no ilusionarme, pero luego fue imposible no hacerlo. Lo que yo noto es que me empiezan a caer mal. Es como los discos de Fangoria. Si son buenos, de puta madre, mejor, pero si son malos, ay! Sale lo peor de mí.
Ya vimos el partido de ayer. Fue una vergüenza. Otra.

09 septiembre, 2007 12:43  

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