24 septiembre 2007

El diárico: Ordovás y los lapos

Paso a colgar el artículo del segundo día. Antes, me gustaría destacar el que fue, a mi juicio, uno de los momentos más divertidos de toda la semana. Jesús Ordovás, con su ingenua elocuencia, explicaba detalladamente cómo el público de Rock-Ola escupía, sistemáticamente y sin miramientos, a todos los artistas que comparecían sobre el escenario del histórico local madrileño:

"Los escupitajos eran constantes. Pero no vayas a creer que la gente se conformaba con lanzar salivazos, no... el público se esforzaba en sacar un gargajo de lo más profundo de su garganta que estampaba sobre la cara del artista. Entonces, los veías tocar con dos, tres, cuatro lapos que les iban resbalando por la cara. La gente se ocupaba de buscar escupitajos densos... verdes... con mocos... nada de salivazos, sino lo más potente que podían lanzar... los cantantes se limpiaban, pero daba lo mismo porque en seguida les volvían a caer encima varios lapos llenos de mocos verdes."

Mientras el hombre explicaba todo esto, en el documental salían unas imágenes de German Coppini, en su época en Siniestro Total, muy ilustrativas del hecho...

Aquella tarde se proyectó también una cinta muy buena, pero de duración imposible -270 minutos- sobre el rock radical. La noche se cerró con el concierto de Lineas Albiés.


Hacia, contra, con

Tremenda caja de sorpresas la que abrieron el sábado por la noche los chicos de Líneas Albiés en el Baluarte de Candelaria. El escaso público y la repentina mudez de uno de los micrófonos no fueron obstáculo para que el dúo madrileño se entregara al máximo en un espectáculo absolutamente arrollador, visceral, bizarro, sexual por momentos.

Con un estilo resistente a etiquetas y cuyas raíces, muy profundas, funden el rock neoyorquino de los primeros ochenta con influencias tan heterogéneas como Primal Scream o Devo, Lineas Albiés demostraron que todo el músculo que sugieren desde el estudio, se multiplica exponencialmente con su directo.

La tarde del sábado ya había empezado potente en el Baluarte, con el larguísimo documental de J. A. Alfonso y A. Bocos acerca del rock radical en España en la década de los ochenta. Una obra destinada a ser referencia para cualquiera que desee profundizar en este tema, pero lastrada por un metraje -cuatro horas y media- que se antoja, sin duda, excesivo de cara a sus posibilidades de exhibición.

Por su parte, Rock-Ola, una noche en la movida resultó fresco, ameno y revelador. Aunque, también hay que decirlo, contó con dos taras capitales. Una, la ausencia de muchos de los nombres que dieron fama al legendario local madrileño. Dos, la sobredosis de tópicos que, vertidos durante una innecesaria hora y media, dejaban un regusto de reiteración al abandonar el patio del Baluarte.