08 noviembre 2007

David Thomas Broughton: la bofetada suave

La sociedad de la información factura sandeces en número superior a los hongos de La Rioja. Por modas o qué sé yo, se generalizan frases, tópicos o calificativos destinados a hacernos parecer cultos, proliferando así los necios y charlatanes que mezclan churras con merinas sin saber ni preocuparse de la naturaleza ni del fondo de lo que hablan.

Toda esta virulenta introducción, ¿con qué objeto? Pues con el de reivindicar el verdadero significado del término "
minimalismo". El minimalismo no es, necesariamente, cuando los elementos de una obra de arte se reducen a lo mínimo. Por ejemplo, la banda sonora de El Contrato del Dibujante, de Michael Nyman, es minimalista, y no tiene nada ni de pequeño, ni de humilde, ni de puro. Incluso un oyente no muy avezado podría concluir, sencillamente, que es "música clásica". Es grandilocuente, pretenciosa y hasta efectista y, si no me equivoco, está grabada con sintetizadores. ¿A que se debe entonces su carácter mínimo? A que el tema que se repite en toda la obra es siempre el mismo. Es ese y no otro el mínimo recurso, pero está explotado hasta convertir la obra en una especie de propuesta Neo-Barroca.

Un juego similar nos propuso el pasado martes en La Bomba David Thomas Broughton, singularísimo artista británico que muchos tardaremos en olvidar, sobre todo los que no nos habíamos acercado antes a su obra.

El músico de Leeds asombró por recordar verdades de perogrullo: En el principio fue el silencio. Ese silencio es quebrantado por la penetración, progresiva pero pausada, del sonido. En una primera fase aparece el elemento gutural, que se configura como pilar básico de sustentación; la voz de Broughton teje bucles de melodías de una tremenda emotividad. Su voz ha sido comparada con la de Odetta o Tim Buckley. Entiendo más la primera comparación que la segunda, pero a mí a quien me recuerda es al gran Antony, por su tono simultaneamente desgarrado y sutil, por esa bipolaridad que sólo nace en nuestros cerebros si nos sometemos a los efluvios de la garganta del neoyorquino. (No deja de resultar curioso que no he encontrado por ahí ninguna mención a este hecho. Será que ahora toca que Antony no mole. Tal como está el patio, me resulta de lo más contraproducente que la crítica se dedique a hacerse la interesante, pero en fin, con su pan se lo coman).

Una vez creado el entramado vocal, David Thomas Broughton suele elaborar la parte instrumental siguiendo el mismo proceso. Una frase se va repitiendo durante todo el tema y sobre ella se van superponiendo nuevas frases para así, una vez organizada toda la estructura, iniciar la canción en sí.

Y yo que pienso que en el plan de juego de este artista hay algo más... No sé si interpretarlo como una burla a las producciones desaforadas, como un cuestionamiento de la carestía de medios que algunos necesitan para llevar a cabo su música -y no sólo en el mainstream, ojo-, desde luego como una bofetada al virtuosismo, entendido éste como la manifestación artística cuya existencia está determinada únicamente para cubrir las necesidades de ego del emisor.

David Thomas Broughton roza la performance riéndose de los solos de guitarra heavies (¿se acuerdan de cuando Steve Vai era tan indiscutible como lo fue Raúl en la selección?), desparramado por el suelo con sus calcetines de rayas con un guitarrín diminuto y de plástico, golpeándose la cabeza con el instrumento buscando la pose facilona del divo atormentado, emulando la chabacanería del rock de estadio al mezclarse entre el público a cantar, y ocasionando la risa al guarecerse bajo el escenario y desaparecer por un momento para cantar "en off" llevando al límite la susodicha práctica tan popularizada por Bono, Mercury y tantos otros.

Con todo este espectáculo, el pelirrojo de Leeds no puede disimular su propia maestría, aquella que le lleva a crear sus estructuras con una simple botella de plástico golpeada contra un pie de micro, tal es su sentido del ritmo y de la melodía, creando un nuevo concepto de canon post moderno y haciéndonos soñar con que, aun ahora, la música popular puede encontrar caminos inéditos para diferenciarse del pesado lastre de su glorioso pasado. Un lujo.

Isaac Lobatón

1 Comments:

Blogger ninive drake said...

deseando estoy escuchar esa voz...


un saludo

08 noviembre, 2007 23:19  

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