26 enero 2009

Pet-ernidad responsable

Nunca me había planteado que un animal doméstico te entrega, sin saberlo, toda la responsabilidad sobre su vida. Bueno, sí que me lo había planteado cada vez que llegaba a mí alguna de esas estadísticas donde alguien se encarga de cuantificar el número de anormales que abandonan a su perrito o gatito en cualquier carretera secundaria, pero nunca como ahora.

También tenía claro que esos viejos camaradas difícilmente podrían sobrevivir a un abandono, básicamente por el desconcierto brutal que les produce el mismo, pero también porque, acostumbrados a delegar, lo normal es que su grado de idiotización llegue a tal punto que no sepan valerse por sí mismos. Esto, por lo poco que sé, es más acusado en el caso de los perros, mucho más sensibles a un trauma así que los gatos; aún así, todo es relativo, ya que creo que un gato alienado es mucho más vulnerable que un perro en las mismas condiciones.

Con el paso de los años, el gato doméstico, ya totalmente entregado al hombre de por sí, acaba reprimiendo cualquier instinto salvaje en aras de ganarse nuestra total confianza; eso le permitirá acceder a otros bienes mucho más preciados que el placer ancestral de dar un añarazo o un mordisco: el plato de comida permanentemente accesible, la caricia en el mentón o el cogote, lugares donde su lengua no llega y, sobre todo, el acceso VIP a cualquier fuente de calorcito, desde unas pantorrillas orientadas hacia la espalda del sofá hasta un sobaco imprudentemente cerrado a medias.

Todos ganamos, él y nosotros. El gato es un animal único, en tanto en cuanto se convierte en un reflejo absolutamente fidedigno de su dueño y... bueno, no voy a abundar en ello porque no es la intención de este post. Esto es así, y cualquier rasgo que vean en un felino doméstico no duden nunca que es el que su propietario hace valer en la intimidad.

Retomo, pues, la primera frase: Nunca me había planteado que un animal doméstico te entrega, sin saberlo, toda la responsabilidad sobre su vida... y sobre su muerte. Aquí no cabe el debate. ¿Dejar actuar a la naturaleza? Pero si en la relación gato-humano no hay naturaleza... A poco que se lo hagas pasar mal, eres un cabrón y punto, pero qué difícil es...

Adiós, gatita Cleo. A veces, tenías más malas pulgas... pero qué glamour...

5 Comments:

Blogger evamaring said...

vaya isaac, qué pena. Yo también me planteo esas dudas.Y me joden bastante, no te creas. Lo siento.Besos
eva

27 enero, 2009 08:00  
Blogger ninive drake said...

qué ha pasado Isaac?

27 enero, 2009 20:54  
Blogger Isaac said...

Pasar, pasar, lo que se dice pasar, han pasado casi veinte años y mucho marisco por esos riñones. Vivió bien. No hay de que preocuparse, aunque se nota el hueco, claro. ¡Gracias!

27 enero, 2009 21:07  
Blogger ninive drake said...

oh, y encima se llamaba Clro, como la pececita de Pinocho... me alegro de que haya tenido una buena vida... es lo que se debe cumlir cuando adquieres el compromiso de tener una mascota... (vaya palabra fea!), son amigos, quién si no te escucha sin cortarte una sola vez y sin rechistar??

una abrazo

28 enero, 2009 12:07  
Blogger Isaac said...

Yo también odio la palabra mascota, ves? ¡Una mascota me suena a objeto, no a vida!

28 enero, 2009 14:10  

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