19 noviembre 2008

Última mirada al escaparate

No lo indica en ningún sitio, así que me doy cuenta de casualidad. El airtrain ha efectuado ya algunas paradas y desfila impasible ante la terminal de la TWA de Eero Saarinen. Es el último hito estético que tengo la oportunidad de ver antes de volver y me parece todo un síntoma que haya estado a punto de perdérmelo. Hubiera bastado que me sentara en la fila de asientos opuesta para no haberlo visto.

Eso es lo que me ha parecido Nueva York, un inabarcable escaparate estético, bastante más alejado de la superficialidad de lo que nunca podría haber imaginado, además de un abrumador compendio semiológico de la civilización occidental, pero de semiología palpable.

¿Qué es pasear por la zona noble de Park Avenue, o situarse ante el Dakota, si no estar enfrentado a la cumbre socio-económica del capitalismo? Porque una cosa es Wall Street y el Distrito Financiero donde, evidentemente, se localiza el engranaje principal de la economía mundial; otro elemento, el avasallador peso de la industria del ocio y del entretenimiento; pero el ciudadano alemán, italiano, portugués, canadiense, occidental al fin y al cabo, encuentra su cima social en la exclusiva área que bordea Central Park, más en su mitad Sur y más aun en su ala Oeste.

La sensación de lejanía no se mitiga paseando por las acicaladas aceras de estas calles. Y, sin embargo, uno siente una especie de aliento en la nuca que identifica con las renovadas sombras de la caverna platónica; parecen insistir en lo que deberíamos pretender llegar a ser; lo que nunca seremos. No es que te sientas un delincuente y, ni tan siquiera, un extraño, pero en una ciudad que te hace tuyo desde el primer minuto, llama la atención llegar a sentirse no invitado a algún sitio.


Al margen de estas consideraciones, me gustaría retomar algunos temas, como el de los móviles, que sólo en una ocasión oí sonar en un museo, el Metropolitan, siendo rápidamente acallado por su propietaria que, por supuesto, no contestó a la lllamada. Por la calle, vi hablando a alguien dos veces. Supongo que serían más, pero yo no me fijé. La gente tampoco habla por el móvil en el metro, aunque en gran parte de él se puede, y en los andenes por descontado que sí. Vale, quizá sea porque aquí las llamadas cuesta dinero recibirlas -cosa que se está estudiando en España y que, de producirse, me impediría acumular puntos Movistar, porque es que voy a gastar la cuota mínima, vaya- pero no puede ser sólo por eso. En los restaurantes es impensable ver a alguien hablando o ni tan siquiera enviando un SMS. No quiero decir sólo que me parezca bien, que me lo parece, pero desde luego es llamativo.

Respecto al Metropolitan, se debe planificar para un mínimo de tres días. Hacerlo de una sola vez es una locura, pero si uno vive su último día en la Gran Manzana, como fue mi caso, y comete el error o el acierto de entrar, se verá atrapado por sus tentáculos y no podrá escapar. Aun siendo discutible cierto sector del discurso expositivo, que básicamente sigue un criterio cronológico algo desfasado -la zona de las Vanguardias Históricas daría para un juego de relaciones mucho más dinámico que una mera "Sala de Van Gogh", "Sala de Cezanne", "Sala de los Nabís"- y que, en algunos sectores desconcierta por la recreación al detalle de las mansiones de los acaudalados donantes de obra -esto provoca que pase usted de los Etruscos a una colección de porcelana o al Greco- el museo cuenta con una colección apabullante, destacando tanto la pintura -¿quién es el que dice que el Prado es "la primera pinacoteca del mundo"? Qué duda cabe qué es de los más importantes pero, ¿esa etiqueta de "el mejor"?- como la colección de Arte del Antiguo Egipcio o del Próximo Oriente.

También conviene saber que ir a la ópera en el mismísimo Metropolitan puede ser más barato que asistir a un concierto de alguna banda emergente en un garito. En nuestro caso, creo que la entrada anduvo entre los diez y los quince euros; vimos Madame Butterfly en una versión póstuma de Anthony Minghella. Elegante y austera puesta en escena, recuperando para il bambino una antigua tradición japonesa de guiñol.

¿El consumismo? Sin límites. La meca del modo de vida occidental pasa por ser el gran bazar oriental. Acabo con el ejemplo de Macys, donde sólo por ser extranjero se obtiene un descuento del 10% en casi todos los artículos. Allí, además, comprobé una vez más que en EE.UU. la barba es cosa rara cuando un negro, tras cobrarme, rodeó su cara con la mano para decirme algo así como "¿Qué? Hace humedad, eh?". Aunque lo mejor fue lo que, de sopetón, me soltó el cubano de atención al cliente cuando solicité la tarjeta de extranjero para los descuentos:

- ¿Hiso una promesa, amigo?
- ...
- ¿Hiso una promesa?
- ¡Ah! Ya... ¿No me queda bien?
- ¡No, señol! ¡Le queda estupenda! ¡Pero tiene mucha!
- Pues me la he recortado esta mañana...
- ¡Jaja! ¿Como la teniiiiiiía entoooonses?
- ¡Uf!
- ¿A usted no le molesta? -dice dirigiéndose a mi novia.
- ¡Hombre...! Un poco...
- ...pero...
- Haaaagalo pol eeeeella, amiiiiigo.

Lo hice. Me recorté más. No quería que pensaran que era un secuestra aviones, ya que llevaba demasiadas cosas del bazar. Ya en el Airbus, escuchando las primeras palabras en español, empecé a añorar el hecho de no entender las gilipolleces que, continuamente, emite el ser humano por la boca. ¡Sigh!

P.S. El vuelo de Madrid a Jerez hizo que me sudaran las manos como nunca en mi vida. La cuestión: mix de Spanair y McDonnell Douglas. Y eso que me tranquilizó el hecho de que fuera Bunbury en el avión. Pensé que sería mucha casualidad que Bunbury y yo muriésemos en el mismo vuelo. En fin, tengo que reconocer que el aparato despegó como una pluma. Normal... había cuarto de ocupación en el avión...

P.S. 2 Me acabo de dar cuenta de que no había titulado la entrada...

4 Comments:

Blogger David Albero said...

Aquí me tienes, ¡¡¡a por la publicidad!!!

Este sin duda es mi favorito de tus comentarios de NY.
Se te nota melancólico mientras escribes, veo que tu cabeza no para, pero creo que eso deriva por la imposibilidad del recién llegado a una ciudad como NY (yo "todavía" no la conozco) de penetrar en la especificidad de la existencia de aquello con lo que se encuentra, sientes que necesitas estar más tiempo,integrarte en aquella realidad, para vivirla, en definitiva. buff.

Lo de los móviles confirma mis sospechas de que en España, hemos abrazado esta tecnología más exageradamente que en otros países.
Lo que tenemos aquí con el móvil es una locura, parece como si siempre hubiera estado ahí, es un clásico de las relaciones humanas, aquí una persona que le suena el móvil en un lugar público, sale disparada hacia el exterior para contestar la llamada como si fuera un androide, ya estén cayendo o no chuzos de punta, sea inoportuna o no la llamada.
Aquí hay que tener móvil, y estar disponible las 24 horas del día, si no contestas a la llamada, eres un criminal.
Lo de los concursos de la tele participando con el móvil para salvar al de se llama copla, o conseguir una camiseta firmada por un futbolista retrasado (perdón por la redundancia)hace que me frote los ojos por creer que estoy soñando.
POLITONOS, JUEGOS JAVA, ¡¡¡¡CRITIIIINA!!!!!.

19 noviembre, 2008 16:20  
Blogger Isaac said...

David! Qué tal! ¿Vas a los conciertos de hoy y mañana en Puerto Real?

19 noviembre, 2008 18:05  
Blogger evamaring said...

Voy a echar mucho de menos tus crónicas en NY. Estoy pensando en montar una plataforma que te beque para irte allí durante un mes como mínimo y así seguir leyéndote. Lo del aliento en la nuca y la caverna es genial: me has dejado en estado de shock. Es cierto también lo q dices del Metropolitan- a mí me desbordó y eso q fuí varias veces y por partes, pero me superó; ahora, no me causó la sensación de inabarcable del Louvre, en el que solo tenía ganas de ponerme a llorar desde que dejé atrás la pirámide porque me sentía perdida en un laberinto enoorme-y lo de la ópera.Para mí fue una experiencia única asistir a la representación de "La Dame de Pique" allí, en la cima de la música clásica, mientras fuera nevaba.Mi padre aún cae en trance cuando lo recuerda.
Cuando regresé de NY pensaba q hay q volver a esa ciudad al menos una vez cada cinco años para comprobar q el mundo sigue, que no cesa. Han pasado diez desde mi único viaje a Manhattan, así q ya he olvidado el efecto q produjo en mí ese escaparate de vida. Tus crónicas han despertado muchas cosas.Así que mil gracias por compartir con nosotros tu viaje: ha sido un lujo.
Bueno y dos cosas: lo de la barba no tiene precio, pero la posibilidad de que cayera el avión en el que viajabas con Bunbury es aún mejor. Ayer no paré de reirme en todo el día. Eres un escritor pop!!!
Mil besos
eva

20 noviembre, 2008 08:16  
Blogger THE SUIT said...

WELCOME BACK!!!

INFORMACIÓN DE PRIMERA MANO: RUSSIAN RED HA SALIDO EN EL HORMIGUERO, DE PABLO MOTOS.

¿?

23 noviembre, 2008 13:58  

Publicar un comentario

<< Home