De las Azores al Metropolitan: La mutación de la necedad
¡Qué pena! El viernes por la mañana subí un post de buen rollo. ¡Menudo día escogí para hacerlo! Si aquella mañana quedó disipada hasta la oficialidad de la trama de financiación del PP (El Mundo consagró la noticia abriendo a cuatro columnas) imagínense mi pequeña entrada entre el maremágnum de debates y discusiones a los que dio lugar toda la polémica -de esas que en nuestro país adquieren tintes épicos- que rodeó a la fotografía de las hijas del presidente.
En días como ese, muchos tenemos ganas de abandonar el país. Lo preocupante es que el antojo aparecerá coincidas con el bando de opinión que coincidas, ya que lo que impera a la hora de defender argumentos, aún entre amigos -eso es lo desesperante- es la descalificación y la acusación velada de posicionamiento con el enemigo de turno.
A día de hoy, me encuentro en una situación en la que el ochenta por ciento de mis amigos son, o creen ser, de izquierdas. Otro buen número de personas con las que me trato son, o creen ser, independientes. Finalmente, un grupo reducido de gente es, o cree ser, de derechas; del PP, vamos.
Apostillo el "creen ser" en todos los casos por lo siguiente. En el primero, apenas encuentro nadie que represente esa izquierda serena cuyo principal pilar es el respeto a la libre opinión; cuando converso por primera vez con alguien de este grupo, suelo sentirme muy relajado porque conservo ese ingenuo instinto de "este es de izquierdas, ergo me va a respetar", hasta que llega el momento en el que, ay, cometo un error y entonces mi interlocutor da un paso hacia atrás. Generalmente, las energías se emplean en demostrar dialécticamente cuánto se es de izquierdas, en hacer gala de un determinado posicionamiento, en lugar de demostrarlo día a día con una actitud medianamente coherente. Normalmente, lo conforma gente joven que parece sentirse muy aliviada y orgullosa de conservar presuntamente valores de idealismo, solidaridad, de cultura, pacifismo, etc.
El segundo grupo es testimonial. Casi no conozco independientes en cuya independencia crea realmente. Como soy treinteañero y vivo en Andalucía, la mayoría de los no alineados con los que me trato se escoran, una vez más, hacia la izquierda; hay mucho voto secuestrado por aquí, ya saben. Son gente que, generalmente, está saturada del PSOE, pero a la que apena votar al PP, y probablemente no lo hagan nunca, e IU no les interesa. Claramente, no eres independiente si descartas votar a alguno de los tres o cuatro grandes partidos.
Entre el colectivo de gente que dice ser del PP, conozco y he conocido de todo, aunque en mucha menor medida que entre ninguno de los otros dos grupos. En mi actual contexto, lo cierto es que no puedo recordar a nadie que te dé con el carnet en las narices, que haga gala constantemente de su ideología o que se dedique a zaherir a todo el que no piense como él. Más bien, tienden a no sacar el tema y a esconderse. Mal vamos cuando sólo se sienten completamente orgullosos de ser como son los de un solo lado. Repito, hablo de mi contexto y de mi propia experiencia.
Puestos a posicionar al prójimo, aclararé, por si queda alguna duda, que yo me sitúo en el segundo grupo, lo cual me convierte automáticamente en pelele según el ecosistema político en el que me toque vivir. Como decía Josu durante la campaña electoral de las últimas legislativas, el problema está en disentir; no importa el factor cualitativo, ni tampoco el cuantitativo. Hay que coincidir al cien por cien; de lo contrario, se corre el riesgo de ser prejuzgado, juzgado y hasta sojuzgado.
El viernes fui bombardeado con argumentos sacados de contexto, que me hablaban de una boda de la hija de un ex-presidente en El Escorial, de unos zapatos encima de una mesa, de... Lo que me alarmó fue la virulencia de los discursos, la desmesura de la reacción. Es cuando recibes una respuesta desproporcionada cuando se te revuelve la bilis y lo que, en origen, era una opinión sobre un hecho aislado y perfectamente contextualizado, se transforma en posicionamiento y en conclusión.
La controversia vino por el discutible atentado a la intimidad de la familia presidencial, pero, no nos engañemos, sobre todo por el (inadecuado) atuendo que lucían las dos chicas, potenciado con las poses de adolescentes orgullosísisisimas de haberse conocido y de ser como son, cosa que en cualquier otra situación me parecería de puta madre, que quede claro. En cuanto al asunto de la privacidad, es más sencillo todavía, pero ya que este domingo leí a algunos columnistas que se llevaban las manos a la cabeza ante la sugerencia de no llevar a las niñas a la recepción ("...qué intransigentes, qué malos...!!") bajaré un escalón: bastaba con hacer que no posaran, y así no privar a tus ciudadanos de una de las primeras muestras del deseado renacimiento de la bilateralidad España-EEUU. Como me dijo una amiga sensata ayer, "¿hay alguien más público que el presidente de los EEUU?". Y retomemos un ejemplo clásico: No es lo mismo tomar una instantánea de esa situación que haberlas fotografiado a la salida del colegio o después de un partido de tenis, con las túnicas pegadas insinuando todo el curvamen.
¿Que sobraba esto último? Puede... pero, como decía antes, evolucioné de opinar a concluir: Ahora soy de los que piensan que el quinto presidente de la democracia es un necio y un cizañero; jamás he discutido tanto con gente a la que quiero como durante los últimos años; un hombre que hace que yo me pelee con amigos pasa por no gustarme. ¡Y eso que la primera legislatura me pareció bastante afortunada!
Y todo porque creo que el levantamiento de esta polvareda ha sido premeditado, pero también que le puede hacer más daño que diez crisis. De ahí el título del post. Si alguien da con la finalidad de todo esto, ya sabe dónde encontrarme.
En días como ese, muchos tenemos ganas de abandonar el país. Lo preocupante es que el antojo aparecerá coincidas con el bando de opinión que coincidas, ya que lo que impera a la hora de defender argumentos, aún entre amigos -eso es lo desesperante- es la descalificación y la acusación velada de posicionamiento con el enemigo de turno.
A día de hoy, me encuentro en una situación en la que el ochenta por ciento de mis amigos son, o creen ser, de izquierdas. Otro buen número de personas con las que me trato son, o creen ser, independientes. Finalmente, un grupo reducido de gente es, o cree ser, de derechas; del PP, vamos.
Apostillo el "creen ser" en todos los casos por lo siguiente. En el primero, apenas encuentro nadie que represente esa izquierda serena cuyo principal pilar es el respeto a la libre opinión; cuando converso por primera vez con alguien de este grupo, suelo sentirme muy relajado porque conservo ese ingenuo instinto de "este es de izquierdas, ergo me va a respetar", hasta que llega el momento en el que, ay, cometo un error y entonces mi interlocutor da un paso hacia atrás. Generalmente, las energías se emplean en demostrar dialécticamente cuánto se es de izquierdas, en hacer gala de un determinado posicionamiento, en lugar de demostrarlo día a día con una actitud medianamente coherente. Normalmente, lo conforma gente joven que parece sentirse muy aliviada y orgullosa de conservar presuntamente valores de idealismo, solidaridad, de cultura, pacifismo, etc.
El segundo grupo es testimonial. Casi no conozco independientes en cuya independencia crea realmente. Como soy treinteañero y vivo en Andalucía, la mayoría de los no alineados con los que me trato se escoran, una vez más, hacia la izquierda; hay mucho voto secuestrado por aquí, ya saben. Son gente que, generalmente, está saturada del PSOE, pero a la que apena votar al PP, y probablemente no lo hagan nunca, e IU no les interesa. Claramente, no eres independiente si descartas votar a alguno de los tres o cuatro grandes partidos.
Entre el colectivo de gente que dice ser del PP, conozco y he conocido de todo, aunque en mucha menor medida que entre ninguno de los otros dos grupos. En mi actual contexto, lo cierto es que no puedo recordar a nadie que te dé con el carnet en las narices, que haga gala constantemente de su ideología o que se dedique a zaherir a todo el que no piense como él. Más bien, tienden a no sacar el tema y a esconderse. Mal vamos cuando sólo se sienten completamente orgullosos de ser como son los de un solo lado. Repito, hablo de mi contexto y de mi propia experiencia.
Puestos a posicionar al prójimo, aclararé, por si queda alguna duda, que yo me sitúo en el segundo grupo, lo cual me convierte automáticamente en pelele según el ecosistema político en el que me toque vivir. Como decía Josu durante la campaña electoral de las últimas legislativas, el problema está en disentir; no importa el factor cualitativo, ni tampoco el cuantitativo. Hay que coincidir al cien por cien; de lo contrario, se corre el riesgo de ser prejuzgado, juzgado y hasta sojuzgado.
El viernes fui bombardeado con argumentos sacados de contexto, que me hablaban de una boda de la hija de un ex-presidente en El Escorial, de unos zapatos encima de una mesa, de... Lo que me alarmó fue la virulencia de los discursos, la desmesura de la reacción. Es cuando recibes una respuesta desproporcionada cuando se te revuelve la bilis y lo que, en origen, era una opinión sobre un hecho aislado y perfectamente contextualizado, se transforma en posicionamiento y en conclusión.
La controversia vino por el discutible atentado a la intimidad de la familia presidencial, pero, no nos engañemos, sobre todo por el (inadecuado) atuendo que lucían las dos chicas, potenciado con las poses de adolescentes orgullosísisisimas de haberse conocido y de ser como son, cosa que en cualquier otra situación me parecería de puta madre, que quede claro. En cuanto al asunto de la privacidad, es más sencillo todavía, pero ya que este domingo leí a algunos columnistas que se llevaban las manos a la cabeza ante la sugerencia de no llevar a las niñas a la recepción ("...qué intransigentes, qué malos...!!") bajaré un escalón: bastaba con hacer que no posaran, y así no privar a tus ciudadanos de una de las primeras muestras del deseado renacimiento de la bilateralidad España-EEUU. Como me dijo una amiga sensata ayer, "¿hay alguien más público que el presidente de los EEUU?". Y retomemos un ejemplo clásico: No es lo mismo tomar una instantánea de esa situación que haberlas fotografiado a la salida del colegio o después de un partido de tenis, con las túnicas pegadas insinuando todo el curvamen.
¿Que sobraba esto último? Puede... pero, como decía antes, evolucioné de opinar a concluir: Ahora soy de los que piensan que el quinto presidente de la democracia es un necio y un cizañero; jamás he discutido tanto con gente a la que quiero como durante los últimos años; un hombre que hace que yo me pelee con amigos pasa por no gustarme. ¡Y eso que la primera legislatura me pareció bastante afortunada!
Y todo porque creo que el levantamiento de esta polvareda ha sido premeditado, pero también que le puede hacer más daño que diez crisis. De ahí el título del post. Si alguien da con la finalidad de todo esto, ya sabe dónde encontrarme.
4 Comments:
Genial!!! (el título es perfecto) Echaba de menos leer algo sincero y no partidista- o peor aún, un falso robado (todo pose)- sobre la fotografía de la familia Zapatero en el Metropolitan.
Te agradez aún más q escribas en días así. No me siento tan marciana.
Saludos
eva
Es TOTAL el articulo.
Je, no tiene desperdicio el atículo, hablando así lo lógico es que pases horas discutiendo, incluso conmigo que estoy bastante de acuerdo.
Sobre las fotos góticas, es tan obvio que si te fotografías en la Casa Blanca con el presidente de los EEUU la foto se hará pública que no acabo de entender que se haya generado polémica, es como si saliesen con Zapatero a las escaleras de la Moncla cuando recibe a Rajoy.
Diría que hizo las fotos a propósito para tapar la subida del IVA, pero sería concederle demasiada inteligencia.
Sobre si el atuendo es o no adecuado, creo que es tan solo una cuestión de diplomacia, si existen normas acerca de cómo deben vestir las hijas de los presidentes pues deberían acatarlas o no ir a actos públicos, si las adolescentes no deben cumplirlas pues como si van en bikini. De hecho he leído más críticas por gordas que por góticas ¡¡¡!!!.
Pero, pero, pero, lo que más me llama la atención es esa suposición tuya de que la libertad de expresión es un valor propio de "la izquierda" pero sin embargo te declares "independiente", si yo creyese eso me declararía izquierdista ipso facto. Lo que es cierto es que, sorprendentemente, los autoproclamados "de izquierdas" tienen ganada la batalla dialéctica, cada vez que proponen algo dicen que es "progresista" y apenas nadie se lo discute.
Bah, sí, me paso las horas discutiendo. La verdad es que es un coñazo.
Respecto a tu último párrafo, pues supongo que no me expliqué bien. Me refería, más bien y más o menos, a que son valores que el primer grupo nos ha hecho creer que atesora en exclusiva.
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