FREEk! y Gratitud
Ahora subo más cosas del número de septiembre de FREEk!, pero antes me gustaría lanzar un mensaje optimista ante la inminencia del fin de semana.
Me gustaría reivindicar el hecho de que las personas encantadoras son mayoría. Si no, explíquenme cómo íbamos a sobrevivir en este mundo.
No sé si es la parte más acomplejada de mi cerebro, pero a mí me dejan fuera de juego muchas cosas, quizá insignificantes que, eso sí, estoy muy orgulloso de reconocer y de valorar cuando se presentan ante mis narices. Muchas veces me pregunto si esto no me lleva a tasar por encima de su valor real a la gente, creando así una especie de burbuja social que, cuando estalla, da lugar al tipo de crisis que sólo viene de la mano de la inflación de la realidad, pero no puedo evitarlo.
Me emociona que alguien se acuerde de mí por generación espontánea; que alguien vea algo por la calle que le recuerda a mí y me lo cuente, me llame, me envíe un SMS; que me guarden el díptico de una exposición; que alguien a quien apenas conozco, tenga el detalle de mandar un sms en un momento complicado; que la gente que conozco que trafica de una manera u otra con discos se guarde alguno para mí, porque sabe que me va a gustar mucho, o mejor aún, porque cree que me va a gustar mucho; que me envíen una oferta de trabajo, aunque luego no me interese; que un amigo reaccione cuando tienes una conversación grave y sincera con él; que alguien que tiene una vida complicada, con múltiples ocupaciones y motivos para tener el ego por las nubes pierda un minuto conmigo...
No voy a poner ejemplos porque sería una ordinariez, pero seguro que muchas de las personas que pasan por aquí se dan por aludidas. Ante la duda, háganlo.
Y ahora, el Ni Crimen ni Castigo de Septiembre:
Moñas lo serás tú
- “Luis Miguel me parece abominable. Lo odio.” Mi amigo Sands W. me mira un tanto ojiplático, como tratando de preguntar con la cara a qué viene esa obviedad. “-…es que yo no estoy en contra de la canción melódica, sino de Luis Miguel. Bueno, y de otros muchos, pero no del género en sí. – Ah, bien, entonces te ocurre como a L. V., que le gusta Julio Iglesias.” Puede. Aunque yo todavía no tengo claro si me gusta Julio Iglesias. Sólo sé que cantaría “Gwendolyne” dentro de una caldera a fuego vivo en el infierno y que “Hey!” me parece un temazo. Como me lo parecen “Digan lo que digan”, “Lanza tu voz”, “Háblame de ti”, “Amor de hombre” o “Gavilán o paloma”. La canción melódica ha ofrecido momentos memorables y el que no se deje arrebatar por alguno de éstos u otros títulos, es que es presa de un mal entendido, por forzado y simplista, síndrome de Sid Vicious. Problema: Ha ofrecido, sí, pero ya no ofrece. Echen un vistazo a los nombres: Bustamante, Manu Tenorio, la tristona esa de Tamara, que lleva amargada desde que tenía once años… Desolador, sí, pero no me confundan a esta caterva con un Raphael ni con el auténtico Don Camilo.
Me gustaría reivindicar el hecho de que las personas encantadoras son mayoría. Si no, explíquenme cómo íbamos a sobrevivir en este mundo.
No sé si es la parte más acomplejada de mi cerebro, pero a mí me dejan fuera de juego muchas cosas, quizá insignificantes que, eso sí, estoy muy orgulloso de reconocer y de valorar cuando se presentan ante mis narices. Muchas veces me pregunto si esto no me lleva a tasar por encima de su valor real a la gente, creando así una especie de burbuja social que, cuando estalla, da lugar al tipo de crisis que sólo viene de la mano de la inflación de la realidad, pero no puedo evitarlo.
Me emociona que alguien se acuerde de mí por generación espontánea; que alguien vea algo por la calle que le recuerda a mí y me lo cuente, me llame, me envíe un SMS; que me guarden el díptico de una exposición; que alguien a quien apenas conozco, tenga el detalle de mandar un sms en un momento complicado; que la gente que conozco que trafica de una manera u otra con discos se guarde alguno para mí, porque sabe que me va a gustar mucho, o mejor aún, porque cree que me va a gustar mucho; que me envíen una oferta de trabajo, aunque luego no me interese; que un amigo reaccione cuando tienes una conversación grave y sincera con él; que alguien que tiene una vida complicada, con múltiples ocupaciones y motivos para tener el ego por las nubes pierda un minuto conmigo...
No voy a poner ejemplos porque sería una ordinariez, pero seguro que muchas de las personas que pasan por aquí se dan por aludidas. Ante la duda, háganlo.
Y ahora, el Ni Crimen ni Castigo de Septiembre:
Moñas lo serás tú
- “Luis Miguel me parece abominable. Lo odio.” Mi amigo Sands W. me mira un tanto ojiplático, como tratando de preguntar con la cara a qué viene esa obviedad. “-…es que yo no estoy en contra de la canción melódica, sino de Luis Miguel. Bueno, y de otros muchos, pero no del género en sí. – Ah, bien, entonces te ocurre como a L. V., que le gusta Julio Iglesias.” Puede. Aunque yo todavía no tengo claro si me gusta Julio Iglesias. Sólo sé que cantaría “Gwendolyne” dentro de una caldera a fuego vivo en el infierno y que “Hey!” me parece un temazo. Como me lo parecen “Digan lo que digan”, “Lanza tu voz”, “Háblame de ti”, “Amor de hombre” o “Gavilán o paloma”. La canción melódica ha ofrecido momentos memorables y el que no se deje arrebatar por alguno de éstos u otros títulos, es que es presa de un mal entendido, por forzado y simplista, síndrome de Sid Vicious. Problema: Ha ofrecido, sí, pero ya no ofrece. Echen un vistazo a los nombres: Bustamante, Manu Tenorio, la tristona esa de Tamara, que lleva amargada desde que tenía once años… Desolador, sí, pero no me confundan a esta caterva con un Raphael ni con el auténtico Don Camilo.
2 Comments:
La vida es como alguna de esas canciones melódicas q has citado, con estrofas brillantes y estribillos llenos de fuerza.
Copio la cara de la portada de Australian para aplaudirte el post.
Mil gracias a tí que escribes.
Besos
if
:)
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