Mundial 2010: ¿¿Favoritos?? Joder...
Holanda 2 - Brasil 1
Inverosímil que el sólido bloque de Dunga se haya dejado sorprender por esa pandilla de medianías que arrastra la histórica camiseta naranja de Holanda. Sobre un terreno de juego en un estado tan lamentable como no se recuerda desde la final del 78, a Holanda le ha sido suficiente con su cortísimo repertorio para desquiciar al once brasileño. ¿Porque qué son los tristes herederos de la Naranja Mecánica sino una gris banda de corifeos al servicio de Robben y Sneijder?
Es el equipo de Países Bajos un conjunto que se limita a explotar las cualidades del jugador del Bayern, un tipo ciertamente habilidoso, pero poco más. Bueno, sí que es algo más; probablemente lo que sea es -gracias a la prensa madrileña- el jugador con el talento más inflado de los últimos tiempos, y eso limitándose a hacer una y otra vez la misma jugada, algo que, en el primer tiempo, supo contrarrestar sin problemas la zaga carioca. Lo de Sneijder es aún más desquiciante; se trata de un excepcional sacador de faltas y un tipo con un notable disparo desde fuera del área. Fin. Holanda, insisto, no tiene nada más (entre otras cosas porque no quiere) y observando las limitaciones mostradas por los tulipanes a lo largo del primer tiempo y el incontestable control ejercido por Brasil sobre el partido, el resultado final se antoja aún más extavagante.
Claro que todo es posible cuando resulta que en un equipo todo, hasta la defensa, son fuegos fatuos. Cuando, a pesar de renunciar a la historia y tradición de la escuela más reconocible y talentosa del orbe futbolístico, un conjunto tan previsible como el dirigido por Van Marwijk es capaz de abrirte un agujero a la primera ocasión por culpa de un infantil error de entendimiento entre zaga y meta. Cuando en el centro de la defensa no se encuentra a nadie que supla al malencarado de Lucio, una especie de Hierro a la brasileña. Cuando ninguno de los líderes son incapaces de afrontar los contratiempos; unos, por su incalificable parsimonia, como Kaká; otros, por el exceso de vueltas con que rápidamente se dejan conducir hacia la ofuscación, caso de Robinho. Y, sobre todo, cuando te empeñas en alinear a un perfecto imbécil como Felipe Melo, artífice principal de la eliminación de la canarinha tras protagonizar la clase de autoexpulsión que te hace tomar partido y desear la victoria del equipo al que pertenezca el pobre diablo víctima de la agresión.
Así está el fútbol en este mundial de Sudáfrica. El primer equipo semifinalista es un cuadro que se limita a esperar la inspiración de una individualidad o a acertar con algún centrito de rosca. Después se hablará de la crisis de la escuela inglesa o de la caducidad de la manera de entender el fútbol de los italianos. Pues yo hubiera preferido a cualquiera de esos dos equipos en semifinales. Al menos, me habrían asegurado un poco de personalidad, de épica, de virilidad, de garra, de Verdad...
Dice muy poco de Brasil, y de Dunga, el no haber encontrado la manera de vencer a los holandeses, pero indirectamente nos debe ayudar a asumir la realidad del actual escenario. Uno donde, definitivamente, sólo existe un equipo que juegue al fútbol como es debido. Y no se trata de hacerlo bonito o feo, sino de ser consecuente con las cualidades de los jugadores que atesora el país. Después de lo visto hoy, ese equipo está obligado a ganar este mundial.
Inverosímil que el sólido bloque de Dunga se haya dejado sorprender por esa pandilla de medianías que arrastra la histórica camiseta naranja de Holanda. Sobre un terreno de juego en un estado tan lamentable como no se recuerda desde la final del 78, a Holanda le ha sido suficiente con su cortísimo repertorio para desquiciar al once brasileño. ¿Porque qué son los tristes herederos de la Naranja Mecánica sino una gris banda de corifeos al servicio de Robben y Sneijder?
Es el equipo de Países Bajos un conjunto que se limita a explotar las cualidades del jugador del Bayern, un tipo ciertamente habilidoso, pero poco más. Bueno, sí que es algo más; probablemente lo que sea es -gracias a la prensa madrileña- el jugador con el talento más inflado de los últimos tiempos, y eso limitándose a hacer una y otra vez la misma jugada, algo que, en el primer tiempo, supo contrarrestar sin problemas la zaga carioca. Lo de Sneijder es aún más desquiciante; se trata de un excepcional sacador de faltas y un tipo con un notable disparo desde fuera del área. Fin. Holanda, insisto, no tiene nada más (entre otras cosas porque no quiere) y observando las limitaciones mostradas por los tulipanes a lo largo del primer tiempo y el incontestable control ejercido por Brasil sobre el partido, el resultado final se antoja aún más extavagante.
Claro que todo es posible cuando resulta que en un equipo todo, hasta la defensa, son fuegos fatuos. Cuando, a pesar de renunciar a la historia y tradición de la escuela más reconocible y talentosa del orbe futbolístico, un conjunto tan previsible como el dirigido por Van Marwijk es capaz de abrirte un agujero a la primera ocasión por culpa de un infantil error de entendimiento entre zaga y meta. Cuando en el centro de la defensa no se encuentra a nadie que supla al malencarado de Lucio, una especie de Hierro a la brasileña. Cuando ninguno de los líderes son incapaces de afrontar los contratiempos; unos, por su incalificable parsimonia, como Kaká; otros, por el exceso de vueltas con que rápidamente se dejan conducir hacia la ofuscación, caso de Robinho. Y, sobre todo, cuando te empeñas en alinear a un perfecto imbécil como Felipe Melo, artífice principal de la eliminación de la canarinha tras protagonizar la clase de autoexpulsión que te hace tomar partido y desear la victoria del equipo al que pertenezca el pobre diablo víctima de la agresión.
Así está el fútbol en este mundial de Sudáfrica. El primer equipo semifinalista es un cuadro que se limita a esperar la inspiración de una individualidad o a acertar con algún centrito de rosca. Después se hablará de la crisis de la escuela inglesa o de la caducidad de la manera de entender el fútbol de los italianos. Pues yo hubiera preferido a cualquiera de esos dos equipos en semifinales. Al menos, me habrían asegurado un poco de personalidad, de épica, de virilidad, de garra, de Verdad...
Dice muy poco de Brasil, y de Dunga, el no haber encontrado la manera de vencer a los holandeses, pero indirectamente nos debe ayudar a asumir la realidad del actual escenario. Uno donde, definitivamente, sólo existe un equipo que juegue al fútbol como es debido. Y no se trata de hacerlo bonito o feo, sino de ser consecuente con las cualidades de los jugadores que atesora el país. Después de lo visto hoy, ese equipo está obligado a ganar este mundial.
Etiquetas: medianías mediocridad farsantes imbécil
1 Comments:
Favoritos hay cuatro, ganador uno, y vestirá de rojo.
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