24 junio 2014

Los ñoños del barrio

Me envían este vídeo de Los Secretos. Me dice el remitente que le llaman la atención las cuerdas, que qué elegante... Y respondo... 

"Uff... Este vídeo es del año 2004 o así. Grabaron un disco que se llamaba "Concierto Sentido" -con la muerte de Enrique Urquijo se fue el 90% del ingenio, es evidente. 

Era una recuperación de grandes éxitos que no habían tocado o no habían querido tocar desde la muerte de Enrique. Introdujeron arreglos nuevos y añadieron las cuerdas. Quedó un álbum muy resultón y emocional cuya presentación yo tuve la suerte de ir a ver en directo al Teatro Lope de Vega.

Pedí las entradas en la fnac porque no tenía un duro y porque supongo que tampoco había. Quería darle una sorpresa a mi novia de entonces también. El jefe vino al rato y me dijo que no había sido posible. Le comenté a un compañero lo que había pasado "Jo, qué triste... resulta que iba a ir a ver a Los Secretos y... ". El compañero, ocurrente como siempre, me interrumpió: "Pues sí, tío, qué triste, sí que es triste...".

Finalmente, el jefe apareció con mis dos entradas. 


Al día siguiente, tuve que darle la razón a mi compañero... El concierto fue de una congoja como yo no recuerdo. Sentados, en un teatro similar al Falla, un sonido perfecto, una ejecución impecable, esas canciones que, técnicamente, son maravillosas, con algunas letras que recordaban el enganche del difunto a la desdicha, las guitarras de doce cuerdas, la guitarra de Ramón... Muchos ingredientes que te iban haciendo tambalear desde muy pronto y que en un cuarto de hora ya te habían dejado sin defensa alguna... 

Sé perfectamente que Los Secretos son unos pesados. Siempre me lo parecieron. Pero hubo dos momentos en Madrid en que los miré desde otra perspectiva: Mi primer verano allí; solo, muerto de calor, trabajando de lunes a sábado, con muy poco tiempo libre y un poco decepcionado porque la primera etapa con la morena había acabado demasiado pronto y a mí me había gustado que siguiera un poco. Pero vivía mucho, todo lo que podía. La amistad y Madrid. Sofocando la ola de calor con una Mahou que siempre había preferido a la Cruzcampo pero que ese verano adquirió carta de inviolabilidad. Y el segundo momento fue ese concierto, cuando ya había comprendido que sólo se podía apreciar la dimensión de ese grupo pasando una temporadita en Madrid y, a ser posible, conociendo un poco su grandeza, sus miserias, sus bulevares, sus matices decadentes y alguno de sus extrarradios. Me quedaba dormido por las tardes escuchando sus discos -son geniales para dejarse llevar y echar una cabezada- y siempre me veía por Recoletos, tarde, con poca luz, con viento, los ojos secos y arenilla en alguno de ellos, y sin saber donde ir, pero sin dejar de caminar. Porque eso es Madrid. Al menos al principio, claro. 

Cualquier grupo de Madrid se entiende mejor cuando has vivido allí; desde Ellos a Carlos Berlanga pasando por Hombres G. Mucho mejor. No hay color. Pero Los Secretos es otra cosa. Cuando se alcanza ese estadio, no se puede evitar despreciar a quien los llama ñoños.

De todos modos, tengo mis dudas. La morena no vio su ojo empañado en ningún momento durante el concierto. Sería yo. Seré yo."


14 junio 2014

La furia de la caverna

Debo ser un cascarrabias. En twitter hay gente que celebra el falso concierto de La Costa Brava esta noche en Zaragoza. Me deja de piedra. Hay cosas que fueron y ya no son. La puta y constante ilusión romántica que persigue y perseguirá a esta generación a la que pertenezco es tan sólida que hace tiempo que ascendió de ilusión a principio. Y los principios, salvo que se sea Groucho Marx, son difíciles de cambiar. Aunque los ejemplos de la filiación de nuestra mente al platonismo son cotidianos, la turba no siempre se apunta a la persecución de un ideal. En realidad, lo que ha sucedido, de toda la vida de Dios, es que la turba se apunta a la destrucción, y para ello se utilizan espuriamente referentes; referentes como unas elecciones municipales de un 12 de abril cualquiera que, se supone, trajeron a un país de gente trabajadora y honrada prosperidad, libertad y bienestar; así fue, según el pensamiento romántico. Pero, como digo, no siempre la enferma mente española se rige por él. Lo que verdaderamente motiva y estimula a las legiones de demagogos y a la gentuza que asola nuestra vida cotidiana es la ofensa y el desprecio. Como decía Fernando Fernán-Gómez, y como recuerda siempre Elvira Lindo, no es la envidia. Ojalá fuera la envidia. La envidia posee un componente de emulación del que carece la mayor parte de la opinión pública española. No, no es la envidia. No es de envidiosos despreciar a Casillas porque es feliz con Sara Carbonero y su reciente paternidad. No es de envidiosos utilizar el mismo razonamiento para echar mierda sobre Sergio Ramos o Piqué. No. Es de pobres de espíritu y desmemoriados. Dando por hecho que España vencerá en los dos próximos partidos y que Holanda ganará el siguiente, España se apunta a la teoría de la conspiración que acude a un arreglo entre los naranjas y Chile. España olvida que los luteranos van a lo suyo. Creciendo individualmente, sin importar lo que haga el vecino. Antes de nada, por si acaso, nos apresuramos a escribir una teoría de la conspiración, olvidando que hace dos años pudo haber un arreglo en la Euro para dejar a Italia fuera de ella... Lo peor es que la porquería, en forma de acercamiento de ascua a la sardina - ese sobrevaloradísimo llevar razón- de ataque al disidente, disienta por donde disienta, se ha visto en las portadas de casi todos los periódicos y también en las mentes lúcidas y preclaras de JotDown y similar. Es desesperante porque nada sirve ni servirá; ni el ejemplo de este equipo, ni la deportividad de Nadal, ni la denostada caballerosidad de Guardiola. Nada. A todo se le busca la vuelta. Todos son sospechosos de trileros, de falsos, de mojigatos. El único que tiene la sartén por el mango es el huraño profesional, el demagogo, el que alardea de ser un desconfiado. Suyo es el futuro. Se lo regalo.