Refresco de naranja: Cuando el (Verbo) Pop se hace carne
Algunas veces, muy pocas, se dan casualidades afortunadas en el campo creativo. De vez en cuando, de un partido de fútbol en la playa, que nadie ve salvo los que están jugando, surge una jugada propia del mejor Ronaldinho; en un taller de escritura, se tira a la papelera un relato corto que, de haber tenido mejor fin, podría haber optado a algún premio cuantioso.
Saber cuántas creaciones impagables han quedado desechadas en los locales de ensayo o en los certámenes literarios que se organizan entre los colegiales por los días de la provincia o de la comunidad autónoma es, sencillamente, imposible. Aunque tuviésemos acceso a un imaginario archivo de todo lo creado desde la mera (?) afición o divertimento, es claro que, en este caso, el bosque no nos dejaría distinguir el árbol.
De lo que podemos estar seguros es de una cosa: cualquier ensayo o ejercicio está exento de la presión de una obra de arte oficial, de aquella que se va a presentar al ingrato y exigente público. De ahi el fetichismo entre los seguidores más acérrimos de cualquier grupo por conseguir discos y vídeos procedentes de las sesiones de estudio. Lo que sucede cuando adquirimos o nos hacemos con algún material de este tipo es de sobra conocido: resulta aburrido y cansino, y es cuestión más de investigador que de fan.
Imaginen por el contrario que, en un concurso de villancicos, la clase de 8º B interpreta uno que les resulta especialmente simpático. Imaginen más: la tonada en cuestión no es un villancico al uso, sino una canción de temática navideña pero de base electropop, un experimento arriesgado que, primero, desconcierta al público, pero después lo cautiva, divierte e incluso enfervoriza.
Pues bien, ello existe, y se materializó las pasadas navidades durante el concurso de villancicos del Colegio Mayor de Olabidea, en la Universidad de Navarra.
Al margen de consideraciones políticas o sociales en las que yo -a no ser que alguien escriba algún comment destinado exclusivamente a tocar los huevos- no voy a entrar, es útil, a la hora de visionar este vídeo tratar de desprenderse de cualquier prejuicio y dejarse sorprender por la melodía e, incluso una vez escuchada ésta, por la coreografía. Si sugería al principio escuchar sólo el vídeo lo hacía por si, alguno de ustedes, en un arrebato de luzcortismo de esos que todos tenemos, se dejaba llevar por esos prejuicios a la hora de saborear este relato pop.
Una vez aclarado este punto, paso a enumerar los efectos de la escucha por orden de aparición:
- Aturdimiento.
- Descontrol.
- Sorpresa.
- Sonrisa.
- Movimiento rítmico de la cabeza.
- Carcajada.
- Prisa porque llegue el estribillo de nuevo.
- Expectación.
- Seguridad de que se encuentra uno ante una perla pop -y nunca esta expresión fue tan bien traida-.
Recuerdo hace unos meses cuando Fran Fernández se mostraba preocupado porque estaba empeñado
en hacer un villancico. No es exactamente su estilo, pero sí podría decirse que esta tonadilla podría atribuirse perfectamente a algún grupo de la factoría Austrohungaro.
Los ingredientes son bien sencillos: una historia clásica donde una pastorcilla narra su visita al portal para llevar las consiguientes ofrendas al recién nacido. El imaginario, también clásico, conformado por Virgen, San José, Niño, estrella, animales de granja o la propia pastorcilla. Si al clasicismo se le inyecta una dosis -basta con unas gotas- de surrealismo, contamos con uno de los visados que permiten viajar hacia el país del Pop con mayúsculas; el mismo lugar donde Carlos Berlanga, Guille Milkyway y Warhol cabalgan juntos. La fórmula farmacológica viene dada por una sola palabra: "Naranja". Parece sencillo, pero no lo es; a veces es cuestión de suerte el dar o no con esa tecla -como en el presente caso- pero cuando se toca no hay dudas: Es pop, señoras y señores. Y sencillamente por añadir al elemento clásico, oveja, una cualidad imposible como es el color naranja -tonalidad claramente referente en el Pop, por otra parte-.
A este feliz ejercicio hay que añadir dos notas más. La primera y principal el afortunadísimo acompañamiento melódico de la idea, especialmente en la estrofa y en su parte final. Con una sola escucha, estaremos repitiendo toda la tarde el dichoso -qué bien traido también- villancico. La base electropop es modélica, y el arreglo final in crescendo memorable.
El número se completa con una coreografía algo más afectada, pero que sirve de lazo, rojo esta vez, para cerrar el círculo perfecto de una canción que, con otra temática, habría puesto el listón de temas eurovisionables más que alto.
¿Cuándo tendrán un poco de luces los responsables de esta cuestión, hablando de todo un poco?
Isaac Lobatón
P.D. Aprovecho la ocasión, claro, para saludar a mis amigos forales.