23 abril 2007

Erik bajo palio

Lo primero que pretendo hacer es pedir disculpas. Disculpas porque Erik se merecía mejor imagen, aunque si pinchan sobre ella se puede ver un poco más grande. Disculpas por varias incorrecciones referentes al directo en la anterior entrada: los temas del nuevo disco se quedan en un número de ocho, y el cambio no se produce con "Deberes y privilegios", sino con "Corrientes circulares en el tiempo" (me hizo tanta ilusión que tocaran la canción que más me ha divertido de ellos en los últimos años que me salté nada menos que cuatro). Disculpas al público de Madrid, ya que en Bilbao la mala educación de un importante sector del auditorio se vio atenuada por el magnífico sonido que ofrece la sala Santana-Fever en comparación con la cada vez más exasperante Riviera, a la que sólo la gratitud por los servicios prestados permite guardarle algo de cariño.

Analizado el concierto por segunda vez, e intercambiadas opiniones con ilustres planetarios, me parece aun más clara la idea que apuntaba en la anterior entrada: los planetas cuentan con el suficiente crédito entre sus fans como para permitirse el lujo de llevar a cabo un disco tan singular e inteligente como La leyenda del espacio, y que encima de todo guste, pero es que el crédito permanece intacto ya que el disco no deja de sorprender en cada nueva escucha.

Sintomático es, qué duda cabe, encontrar a un Jota cuyo semblante, una semana más tarde del concierto de La Riviera, refleja agradecimiento y satisfacción a partes iguales; o el juego desarrollado en parte del concierto por Miguel (bajo) y Banin (teclados y guitarras). El grupo se ha relajado. Los cinco saborean el placer de que su último trabajo disfruta de una acogida mucho más positiva de lo que podían esperar; es probable que estos últimos meses hayan estado sembrados de dudas y temores acerca de la repercusión del disco, más que entre la crítica, entre un público que, puntualmente, se asoma a la ramplonería y la vulgaridad, especialmente cuando se le invita a salir de las cuatro paredes conformadas por Segundo premio, Un buen día, Cumpleaños total y Qué puedo hacer.

Con una semana de ventaja sobre el público madrileño, Vizcaya canturreó sin problemas todas las letras del nuevo disco; "Reunión en la cumbre" (cien papeletas de cien para himno), "Ya no me asomo a la reja", una de nuestras favoritas, "Entre las flores del campo" y, por supuesto, "Alegrías del incendio", que a estas alturas ya parece una canción de un disco anterior. Jota, con su fuerte acentro granaíno, respondió abrumado varias veces, rompiendo con la clásica imagen de frialdad y distancia consustancial al grupo: "Bueno... no esperábamos esto... vamos... encontrarnos con un público tan enrollado y atento. Muchas gracias, de verdad."

Y se agradece mucho ver a músicos sueltos, pletóricos, que ofrecen su repertorio sin complejos, tal como vienen haciendo otros nombres que van desde La Costa Brava hasta el telonero de los granadinos en Bilbao, Tarik, quien ofreció un aperitivo solvente, cértero, conformado por un cóctel de melodías exquisitas y letras emocionantes, además de alguna versión de su gran referente: Suede.

Los Planetas han eliminado de la lista de canciones algunos clásicos habituales, como "La máquina de escribir" o "La caja del diablo" (se agradece, honradamente, la supresión de "Cumpleaños total"; se sugiere para el futuro el ostracismo de "Un buen día" -aunque sé que no lo van a hacer porque seguramente sean más enrollados que yo). A cambio, intercalan entre el recorrido que sucede a la presentacion de La leyenda del espacio, el pequeño frasco de perfume constituido por "David y Claudia", o temas tan representativos de la realidad estética del grupo como "La guerra de las galaxias", o "Que no sea Kang, por favor" y, sobre todo y ante todo, la que para muchos es la mejor canción de la carrera de Los Planetas -siempre sabiendo que afirmaciones tan categóricas no se libran de estar sujetas a las inevitables oscilaciones del gusto- el bolero épico de "La copa de Europa", la historia más contundente y mejor montada que ha ofrecido la lírica de Jota y Florent, la canción para escuchar en el coche muy, muy alta y con las ventanillas subidas para no compartirla con nadie más que con la persona a la que está dedicada: uno mismo; y también la máxima demostración de que Erik no aparece bajo palio en esta gira por casualidad.

Si se echa un vistazo al batería de Los Planetas se encontrará un solista ensimismado en su propia realidad, construyendo los decisivos entramados sin los cuales la historia de este grupo no hubiera sido posible. No se pone en duda la pulida técnica de Florent, la eficacia de Banin, la personalidad de la voz de Jota y el trabajo más silencioso de Miguel, así como del resto de músicos que pasaron por el grupo, pero Erik, cuando este quinteto afronta el directo, encarna la figura de lo que en el fútbol italiano se denomina fantasista, el gran virtuoso, el elemento que hace del todo diferente al equipo cuando el balón echa a rodar.

A mí me basta con mirarlo medio minuto para verme meneando la cabeza alucinado, sobrepasado. El sonido de la sala permitió disfrutar en muchos momentos del, para mí, mejor batería de España. Atacando los complejos ritmos de La leyenda del espacio; haciendo cantar a las cajas en el final de "Segundo premio", dotando a este tema -como a otros- de respiración asistida, de nuevas vidas cuando parece languidecer, de una segunda voz que hace contrapunto a la de Jota, y, finalmente, con éste, Miguel y Florent vueltos de espaldas hacia el público, pero girados hacia Erik en clara señal de reconocimiento, el mayor logro que le he visto a Los Planetas tras varios directos: el casamiento definitivo de los riquísimos ritmos con las armonías que componen La copa de Europa, armonías que se complican cuando el volumen se eleva al nivel que merece el tema, tal como pasó el sábado en Bilbao.

Momento inolvidable que siempre recordaré como el día en que un batería bajo palio se hizo, por un momento, con el total liderazgo de un grupo.


Isaac Lobatón