Delirios nocturnos
Yo entraba en IKEA, acompañado de gente conocida, pero con nosotros había unas pijas, unas pijas tremendamente pijas, como la del control de la Guardia Civil. Al entrar, me daban mi chaleco de la fnac (aquí debería ir un link a una imagen de un chaleco de la fnac; ya saben verde botella, gualda y verde botella otra vez; monísimo. Resulta que en la red no he encontrado ni una puta imagen de la prenda... capaces son estos culturetas de tener registrada la imagen de su ridículo chaleco).
Yo me hacía el loco, pero me acababan dando el chaleco. En virtud de un convenio entre IKEA y la fnac, yo tenía que trabajar allí a pesar de ir a comprar. Mientras compraba, tenía que ayudar a los visitantes a IKEA a elegir bien sus baldas, estanterías y fundas nórdicas; en el fondo, se trataba de un cometido testimonial, para guardar las formas; yo sabía que podría comprar en IKEA tranquilamente y que en realidad no tendría que hacer casi nada, pero debía cumplir con la norma de intercambio laboral entre las dos gigantes representantes del capitalismo de buen rollo.
El chaleco tenía mi nombre puesto y todo. Lo tenían guardado aunque sabían que hacía dos años que ya no trabajaba en la fnac, pero el convenio era vitalicio. Me preguntaba cómo me habrían reconocido nada más franquear la puerta, y a pesar de ir sentado encima del carro haciendo el perla para disimular, pero supuse, sin más, que para eso le pagaban al de la puerta, que no dejaba de ser un chaval como yo, un tipo encantador, con barba, al que había vendido discos de Jobim, Astrud Gilberto y Vinicius cuando venía a la fnac en la época en la que yo trabajaba allí.
Después de comprar, tomamos un taxi. Mi ex novia más antigua, que por lo visto también venía, se quedó en tierra mientras nosotros volvíamos a casa. Yo les dije a mis acompañantes que daba igual, que se había entretenido sola, y que tiraran para casa. Básicamente porque así había ocurrido y pensé que la vida seguía.
Las pijas eran tres, estaban muy buenas y yo me alegré de que mi ex novia se hubiera despistado -yendo a lo suyo, como siempre- pensé. Estaban muy buenas, pero eran unas petardas, un pelín insoportables. Al llegar a casa, yo puse dos euros para el taxi -porque eran tres y pico- y dos de ellas se hicieron las longuis. Por uno de los enormes pasillos de la casa, dijeron que se iban a poner (tía!!) el disco de Slint y otra me preguntó si había escuchado a Spacemen 3.
El despertador sonó y yo me despedí sonriente de tan curiosa compañía.
Yo me hacía el loco, pero me acababan dando el chaleco. En virtud de un convenio entre IKEA y la fnac, yo tenía que trabajar allí a pesar de ir a comprar. Mientras compraba, tenía que ayudar a los visitantes a IKEA a elegir bien sus baldas, estanterías y fundas nórdicas; en el fondo, se trataba de un cometido testimonial, para guardar las formas; yo sabía que podría comprar en IKEA tranquilamente y que en realidad no tendría que hacer casi nada, pero debía cumplir con la norma de intercambio laboral entre las dos gigantes representantes del capitalismo de buen rollo.
El chaleco tenía mi nombre puesto y todo. Lo tenían guardado aunque sabían que hacía dos años que ya no trabajaba en la fnac, pero el convenio era vitalicio. Me preguntaba cómo me habrían reconocido nada más franquear la puerta, y a pesar de ir sentado encima del carro haciendo el perla para disimular, pero supuse, sin más, que para eso le pagaban al de la puerta, que no dejaba de ser un chaval como yo, un tipo encantador, con barba, al que había vendido discos de Jobim, Astrud Gilberto y Vinicius cuando venía a la fnac en la época en la que yo trabajaba allí.
Después de comprar, tomamos un taxi. Mi ex novia más antigua, que por lo visto también venía, se quedó en tierra mientras nosotros volvíamos a casa. Yo les dije a mis acompañantes que daba igual, que se había entretenido sola, y que tiraran para casa. Básicamente porque así había ocurrido y pensé que la vida seguía.
Las pijas eran tres, estaban muy buenas y yo me alegré de que mi ex novia se hubiera despistado -yendo a lo suyo, como siempre- pensé. Estaban muy buenas, pero eran unas petardas, un pelín insoportables. Al llegar a casa, yo puse dos euros para el taxi -porque eran tres y pico- y dos de ellas se hicieron las longuis. Por uno de los enormes pasillos de la casa, dijeron que se iban a poner (tía!!) el disco de Slint y otra me preguntó si había escuchado a Spacemen 3.
El despertador sonó y yo me despedí sonriente de tan curiosa compañía.
Iosu Pongo, firma invitada
4 Comments:
O sea, en serio, flipo. Lo del pelo es lo que todos pensamos que eeeees? Piensa mal y acertarás? En serio?
Quién es el tipo sin alma que ha colgado esto? Esta chica no levantará cabeza!! Pobrecica!!
GROUCHO.
La chica dijo que era merengue en el primer blog que se colgó. Me ha costado encontrar el vídeo, porque en youtube lo llevan suprimiendo de diversas formas y maneras por petición de ella, si no me equivoco.
Yo no creo que sea pomío. No sería un blanco tan pronunciado, ni tan constante, ni tan denso... y si no, es que yo tengo zumo de limón en los huevos.
Me he meado con el vídeo de las pijas que no pasan el antidóping... ja ja ja... Definitivamente esta no es manera de descansar por la noche... A ver con qué sueñas tonight...
Un saludo
jajaja surrealista y kafkiano tu sueño
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