18 febrero 2009

El otro savoir vivre

Es casi imposible controlar el cerebro cuando nos referimos a música francesa. Generalmente, la asociación inmediata con la chanson será su primer impulso y, si esto falla, se deslizará hacia el ye-yé o la gigantesca sombra de Gainsbourg.

Figuras como Dominique A o su ex, Françoize Breut -que vendrá en breve al Puerto a ayudarme a despejar la duda de si es guapa o no- han contribuido en los últimos tiempos a potenciar esa imagen de canción de autor tan característica de la música francesa. Nadie está cansado de ella, pero conviene recordar que en Francia hay otras cosas, como Syd Matters.

Los del Freek me han pasado discos de dos grupos del país vecino: Angil + The Hiddentracks y Tahiti Boy and the Palmtree Family. El primero, muy bueno, muy arty, me ha encantado -saldrá en el Freek de marzo-, pero el de Tahiti Boy me ha causado cierta adicción; llevo una semana enganchado a él.

El disco viene vendido en la nota de prensa como un compendio de las influencias aprehendidas por David Sztanke -el chico de Tahití- tras un tiempito sumergido en un Brooklyn que, en esta primera década del siglo, está pasando por ser el epicentro de las tendencias del rock.

Personalmente, no veo yo nada especialmente neoyorquino en este álbum. Nominalmente, la presencia de Tunde Adebimpe en la balada minimalista That song, algo que no pasa de anécdota; cierto es que el vocalista de TV on the Radio rellena cualquier poro con su voz, pero eso no convierte su aportación al disco en imprescindible.

Good children go to heaven se abre con una canción pop perfecta, 1973, un tema que pasa sin sobresaltos bruscos del susurro al nervio posiniano, y del nervio a la moderación, para acabar con un cuarto cambio donde retoma el power pop, componiendo el tipo de epílogo que se instala en la memoria y ejerce en ella la función de campamento base para que el resto de la expedición, compuesta por once canciones más, acabe por conquistarte. La letra de 1973 es un ejercicio bien llevado de lugares comunes de lírica pop: sonrisas, soles, dóndestabastúes...

Los primeros acordes de When I speak ya revelarán que las guitarras, tanto rítmica como solista, van a moverse, casi todo el disco, en las coordenadas de los Beatles más peludos. Y no sólo las guitarras, también los arreglos de teclado o los cambios de compás, aspectos todos que, tras el mencionado paréntesis con That song, se verán corroborados con Blood in your eyes, donde un muro de sonido envuelve una tremenda letra que nos narra, en sentido figurado (o no) el trágico fin de una relación.

Tras la violencia, espacio para una segunda balada, una de las más bonitas canciones de amor que he escuchado últimamente: Not only for the weekend. Llámenme blando, pero la letra de este quinto corte me enternece especialmente. Algo así como "ya que me quieres tanto, ¿por qué no vivimos juntos?". Sí, ya... alguno dirá "eso lo hago yo". Pues hágalo... La canción sigue: "Sólo te necesito al laíto, verte durmiendo a mi vera, pero, ay, no sólo el fin de semana...". Más frases directas a los sentidos: "¿ya se lo contaste a tus amigos? ¿estás seguro de que no tienes miedo?". Magnífico. El hiperrealismo sensible que practicaban La Costa Brava, que seguirá practicando Fran Nixon y que tan mal se ha entendido a veces. Todo ello con una preciosa voz femenina, la de Audrey Klébaner. Para mí, la canción que dota de verdadera credibilidad a este disco. Por su parte, Tahiti Boy saca de su voz unos matices envolventes que ejercen de afortunado contrapunto al peso que soporta la chica; ambos resultan singularmente encantadores gracias al acento francés con el que acometen el estribillo.

La segunda parte de Good children go to heaven no es menos convincente, pero es cierto que a partir del sexto tema las canciones pierden un poco de pegada. Eso no impide valorar la riqueza y heterogeneidad de unos temas que, añadiendo personalidad propia, siguen catalizando la influencia de grandes referentes. Así sucede con Sparkle, con ese piano lo-fi y ese fraseo tan lennoniano, o con You make me blush, que podría haber formado parte del último disco de Brian Wilson, o con Time, un corte cuyo estribillo se deconstruye a través de un arreglo jazzy para, al final, componer un coro de hedonismo esperanzado: "Time is not the reason to end the season anymore."

When I miss you, por su parte, es un tema de ciento ochenta segundos, de los cuales la mayoría están compuestos de un crescendo continuo de guitarras y baterías. La letra se limita a prometer, con sólo dos frases (When I miss you, how I miss you) la añoranza debida. Es la prueba del nueve. Esa energía con reminiscencia de los Kinks manifiesta definitivamente que estamos ante un gran disco. No nos va a cambiar la vida ni va a variar el curso de la historia del pop, pero qué gusto da encontrarse con tantas canciones buenas de sopetón, con tanto equilibrio y tanto criterio.

Y si se trataba de homenajear a Brooklyn, el tema homónimo, penúltimo del álbum, es el verdadero encargado de tal misión con una melodía saltarina, propia de los títulos de crédito de cualquier telecomedia ochentera, y una letra optimista y naïf que vuelve a hablar de cielos limpios, de felicidad y de pasear cogidos de la mano.

¡Qué feliz es la vida cuando uno le añade felicidad y no tormento!

5 Comments:

Blogger vinosPOP said...

Ala, pues qué casualidad que precisamente los estuve escuchando el otro día gracias a una reseña en la rockdelux.. ya tenía ganas de hacerme con el disco, pero ahora, más.
Y de lo que dices de la música francesa, pues muy de acuerdo también, la de cerquita que están y la de pocas cosas diferentes que nos llegan.. yo cuando estuve por allí me enganché a Belone y Da Brasilians, nada del otro mundo, pero tienen su aquel. Por no hablar de los Tahití 80, claro, que a ver quién pensaría que vienen de Rouen!

19 febrero, 2009 09:01  
Blogger Isaac said...

No conozco a esos grupos, asi que gracias!

19 febrero, 2009 10:44  
Blogger evamaring said...

Qué ganas de escuchar "Not only for the weekend". Después de tu presentación apetece ponerse a bailar junto a una de esas piscinas tan azules. Mil gracias por las recomendaciones.Un beso!!!
if

20 febrero, 2009 09:56  
Anonymous Anónimo said...

Toca reconciliación. Muy bueno Isaac. Cuando te pones así de (mariquita)da gusto leerte. Gracias a ti también VINOSPOP,TAHITÍ 80 es la banda sonora de mi primer coche con 18, de mi pueblo a Benicassim asta mi corason.
Ala pues.
Comentame algo sobre la punzada Isaac, si es muy desfavorable que sea constructivo y en privado, me encantaría la opinion de un amigo con criterio.

20 febrero, 2009 17:14  
Blogger Isaac said...

¡Jeje! Pues no he tenido tiempo de escucharlos. A ver si hoy que es viernes por la tarde me pongo a ello.
(No te digo ná de los carnavales porque si no os gustó la erizada...)

20 febrero, 2009 17:59  

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