07 noviembre 2009

Habla, pueblo, habla

Escribo esta entrada a raíz de un artículo aparecido recientemente en Jenesaispop; también porque, por primera vez, Mirador POP se vio inmerso, después del último concierto de Sr. Chinarro, en el debate sobre la actitud del público en los conciertos.

En los días siguientes a esa fecha, recibimos en el facebook bastantes quejas, algunas de gente muy querida y muy cercana. Puedo decir que aquella noche, como todas, andaba algo distraído y no me di cuenta de algo que, según me cuenta alguna gente de la que me fío, rozó el escándalo.

Lo primero que añado al debate es que, como productor -o como la treceava parte de un productor- para mí el público es soberano. ¿Qué quiere decir esto? Que si quiere hablar, escupir, aplaudir, abuchear o sacarse la churra es libre de hacerlo, siempre, claro, que se atenga a las consecuencias. Si, llegado el caso, escupe o se saca la churra, es bastante probable que, bien el músico, bien la autoridad competente, o ambos, decidan automáticamente tomar cartas en el asunto; si abuchea, el músico se pondrá triste y los fans se mosquearán, pero no tiene por qué ocurrir nada. ¿Y si habla? ¡Ah, amigo! Esa es otra cuestión, porque en ese caso, ¿quién es la autoridad competente?

Para mí está claro. No es el músico, que la mayor parte de las veces pasa mil del comportamiento del auditorio; si le echan un vistazo al artículo mencionado, comprobarán que, a más años de experiencia -ergo, menos pretensiones-, menos se repara en el ruido de fondo. No es el productor, ni mucho menos la treceava parte de un productor, claro; yo me imagino en el FIB, después de haberme gastado treinta mil pelas, que venga un hermano Morán a mandarme callar y, probablemente, me quitaría la pulsera, la depositaría hecha un gurruño en la palma de su mano y me volvería a mi casa. El organizador no es nadie para mandar callar, ya que se debe a su público y pretender estar por encima de él, no sólo es un error, sino un ejercicio de soberbia imperdonable.

Decía que para mí está claro. Como lo del silencio, el respeto, etc, es una cuestión de civismo, y yo en lo que creo (no tengo fe, pero creo) es en la fuerza del Estado, en el ciudadano, en el compromiso, pienso que está en manos de todos y cada uno de nosotros hacer ver al que tengamos al lado que nos está importunando.

Todos sabemos que en los países donde hay una cultura cívica, son sus propios habitantes los encargados de mantenerla. Esto es algo tan sencillo como la batalla que mi suegra mantiente todos los veranos en la playa con los niños de tres a veintisiete años que malgastan el agua (potable) de las duchas, entre remojones innecesarios y los putos globitos que, para colmo, contribuyen a seguir llenando de plásticos el litoral; sin irle un duro en ello, ha hecho del asunto una cuestión personal, lo que naturalmente le cuesta de cuando en vez broncas con padres sobreprotectores.

¿A que más de uno de ustedes ha mandado callar en el cine? ¿Por qué? Porque no le ven. ¿A que no han mandado callar tantas veces en la biblioteca? ¿Por qué? Porque el que estaba hablando se sentaba todos los días enfrente, o bien no sabíamos si podía llegar a sentarse todos los días enfrente, y total...

Que conste que no pretendo levantar el dedito -si lo hago, que creo que sí, es involuntariamente-, pero me toca las narices esta clásica actitud de "yo no he sido, fueron más los otros". Como empieza el artículo de JNSP, "
esas personas que nos molestan contando sus cosas en los shows son ilocalizables fuera del recinto, además siempre son terceras personas, nunca tú". Digo esto porque más de una vez me ha costado desembarazarme del abrazo, etílico o no, de muchos presuntos aficionadisísímos a la música que, para demostrarte cuánto saben en un momento, son capaces de perderse y hacer que tú te pierdas el concierto.

Por otra parte, muchos de ustedes conocerán la anécdota que contaba Fran en su blog sobre el concierto de Billie Holiday en el Olympia de París; acostumbrada a la jarana de los clubes de jazz, no dio crédito al comparecer ante un auditorio que guardaba absoluto silencio. Y es que el tipo de escenario da lugar a muchas paradojas. Mi novia me riñó hace un par de años, cuando fuimos a ver a Rufus Wainwright al Teatro Cervantes de Málaga porque yo movía la rodilla y el cuello; en cambio, si ves al mismo artista en el FIB, Primavera o en la Riviera, ¿qué pasa? ¿no puedes mover la rodilla? Lo de la rodilla, o lo de seguir el ritmo, tiene miga. Hace también un par de años, viendo a David Thomas Broughton en El Puerto, estaba sentado en primera fila y un gafipasti me miró mal porque yo movía el tacón. En esta ocasión, como yo no amaba nada al gafipasti, pasé de él, además de despreciarlo para mis adentros, porque a pesar de su pretendida actitud intelectualoide, mucho me temo que no había entendido absolutamente nada de lo que representaba el show de David Thomas Broughton.

"La música no le interesa a nadie". Quien no haya leído lo que Sergio Algora y Fran Fernández escribieron en el libreto de "Vamos a hacernos los interesantes", que se ponga a ello. La música no le interesa a nadie, de acuerdo, pero no haremos que interese más sacralizándola.

I have a dream. Yo sueño con una ciudad donde en todos los bares haya un flujo continuo de grupos actuando mientras la gente se toma sus copas tranquilamente. Unos le prestarán más atención al grupo; otros menos. Era así cuando yo era pequeño. Mi idea de Mirador POP -no compartida por casi la mayoría de mis compañeros- tiende a eso, a que la gente salga a divertirse, a bailar, a encontrarse; luego pasará el tiempo, recordarán aquella noche y dirán:

- ...sí, hombre, cuando esta gente organizaba conciertos... aquel tan aburrido de... ¿Doctor Chinarro?
- Doctor, no. Señor... Sr. Chinarro. A mí no me pareció aburrido. No lo conocía y lo empecé a escuchar ahí
- Pues yo también pensaba que me iba a aburrir por ser acústico y, hombre, fue un poco plano a veces, pero fue increíble.
- ¿Sí? Mira que yo (...)

La música sólo puede formar parte de la vida de la gente si se eliminan barreras, no si se levantan nuevas. Vivimos en un mundo secularizado, donde las únicas ideas sagradas son las que va preconizando el gobierno de turno. Por ejemplo, la Igualdad. La música no es sagrada, pero es que no lo ha sido nunca. Los músicos tampoco. La música es de la gente. La cultura es de la gente. Toda. Para bien y para mal.

9 Comments:

Anonymous Anónimo said...

A mí me costó entender lo de el silencio en los conciertos. Me costó años y conciertos,es decir, un poco de madurez, pero por otro lado también creo q depende del lugar, el grupo, todo...Reñí al de delante y me sentí tocapelotas y abuela en la actuación de Rufus W. en el último FIZ. Sin embargo me costaría ir a un concierto de Fran y de Richi y no poder bailar- salvo q fuera en un CAD o en un teatro- así q creo q has tocado el núcleo de la cuestión al señalar q es algo q pertenece al público y a la idea de respeto y diversión de cada uno de nosotros. Tal vez en el FIZ era yo la q estaba fuera de lugar.
Gracias por volver.
besos
if

07 noviembre, 2009 12:32  
Blogger Isaac said...

Yo te aseguro que hay gente que miraría mal a los que bailan o a los que corean. Lo hemos visto en los comentarios y crónicas del último concierto de Nixon y The New Raemon el pasado viernes en Madrid.

07 noviembre, 2009 12:48  
Anonymous Groucho said...

Qué alegría leerte de nuevo, hombredediós.
Bueno, ya sabes que este tema me toca bastante cerca y opino que está clarísimo que vivimos en un país con muy poca cultura cívica y, en vista de como se educa a los niños pequeños en general, no creo que vayamos a mejorar.
Como aficionado a tocar a veces por ahí, te diré que no me da igual lo que haga el público (entiendo que hablamos de conciertos acústicos en salas pequeñas y de hacerlo a un volumen por encima de la música que se está interpretando. O sea, no hablamos de hablar sino de molestar), primero porque me parece una falta de respeto primero hacia el músico y después hacia la gente que ha pagado (?) por entrar y verlo-escucharlo. La actitud "gafapastil" que comentas también me parece de lo peor. Es verdad que un concierto no es una misa del gallo pero no me imagino a la gente hablando por encima de un rapsoda en una lectura de poemas. A mí me ha llegado a pasar que el volumen de los cotilleos esté por encima del de la música. Eso es una pasada, no? Me imagino que te harás cargo de que no es agradable sentirte como un músico de esos que rellenan las ondas en los halls de los hoteles caros (incluso puede que allí la gente tenga más respeto) "La música es de la gente. La cultura es de la gente" por supuesto, pero es que hay gente que no se la merece.

Y para acabar de ser políticamente incorrecto: "Quien no haya leído lo que Sergio Algora y Fran Fernández escribieron en el libreto de "Vamos a hacernos los interesantes", que se ponga a ello."
¿libreto??? qué es eso?

Y no estoy hablando de sacralizarla gafapastilmente. Hablo de respeto por el trabajo (sí, trabajo) de otras personas y el derecho de terceros a disfrutarla. Y sí, estoy de acuerdo con Fran y Sergio "la música no le interesa a nadie"

Abrazo!

09 noviembre, 2009 08:08  
Blogger Isaac said...

Es que, partiendo de esas últimas premisas, es difícil llegar a irritarse por esto, ¿no? Yo lo tengo interiorizado.

09 noviembre, 2009 12:39  
Anonymous Groucho said...

Pero es que jode un huevo, la verdad.

Abrazacorls

09 noviembre, 2009 12:58  
Blogger Isaac said...

Ya, pero es que hablamos de un problema estructural. ¿No existe educación en los conciertos? Ya, pero es que no existe educación en el fútbol, en la cola del supermercado, en los colegios, en los dueños de los perros que cagan en la calle, en los niñatos de las motos y los coches tuneados, en el autobús...

Yo no digo que esté bien, ojo, y cuando digo que la cultura es de la gente, también es una manera de insistir en que son los interesados los que deben hacer algo; no el músico ni el organizador. El público es el que debe poner de su parte si quiere. Y si no lo hace, que no se queje.

09 noviembre, 2009 13:44  
Anonymous Groucho said...

Amén a todo.

09 noviembre, 2009 14:20  
Anonymous Anónimo said...

Yo no entiendo la música sin sentirla y eso es: moviendo el tacón, la cabeza, saltando si es menester y sibre todo cantandola. Tb es verdad, q depende mucho del sitio y del concierto, pero nadie deberia mandar callar a nadie en un concierto. K sosez!

"la bate"

20 noviembre, 2009 18:39  
Blogger Isaac said...

Siendo "bate" estaría bueno que la entendieras de otra manera ;)

20 noviembre, 2009 19:07  

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