Irrealidad de oro
Refunfuñaba mi tía abuela cada vez que comparecía en el salón de casa la presentadora del pelo cardado a través de aquella “Vanguard” en color. No sólo ella; también cualquiera que pasara por allí y contara más de veintitrés o veinticuatro años: “¡Mira esta...! ¡Estos modernos...!”.
Teniendo en cuenta que a otros niños, aún mayores que yo, no se les permitía ver ni “La bola de cristal” ni el programa de Paloma Chamorro, diría que me siento afortunado, sobre todo si valoramos el hecho de que en casa se cambiaba de canal en el momento en el que aparecía media teta en pantalla. No quiero desviarme de lo importante, pero recuerdo con una mezcla de ternura e indignación la barrera que formó mi abuela con su cuerpo para impedirme seguir una escena de “El nombre de la Rosa”, aquella en la que el novicio Adso de Melk era tentado por la campesina que merodeaba cerca de la abadía.
A mí me gustaba el programa. Me llamaba la atención esa gente que en casa llamaban pankis o punkis. Mis favoritos eran Alaska y Dinarama, aunque, con seis años, pensaba que Dinarama era el tipo alto y elegante que ponía el contrapunto a la voz grave de Olvido Gara... Carlos Dinarama lo llamaba yo y, cuando tuviera un grupo de mayor, quería ser como él y tener una novia como la suya, como Alaska.
Pero La edad de oro no causaba controversia sólo en mi casa. Algunos periódicos, y más de un diputado de luces cortas, cargaban contra una emisión demasiado arriesgada y vanguardista para, bajo su parecer, una televisión pública, una televisión de todos, dirigida entonces por el vituperado Calviño. No hay que ser un hacha para advertir que esas voces no están nada lejos de las que, no hace mucho, se felicitaban con entusiasmo por los valores (¡hugh!) transmitidos por ese ridículo programa-certamen-concurso de salto a la fama que, justamente este año, ha encontrado su hueco natural en la parrilla de una televisión privada.
Paloma Chamorro, según cuenta Rafa Cervera en su magnífico libro “Alaska y otras historias de la movida”, acabó la aventura con pesadillas judiciales y siendo víctima del síndrome del profesional quemado. En otro libro sobre la época, “Sólo se vive una vez”, obra de José Luis Gallero, las respuestas de la ex presentadora al autor reflejan abruptamente el sufrimiento, hastío y desengaño que conllevó, sin esperarlo la capitanía del programa.
Ahora, TVE recupera, en 13 programas antológicos, parte de la historia. A una hora intempestiva, eso sí, no sea que alguien se escandalice. Será porque han cambiado los tiempos y una emisión de estas características, hoy por hoy, me resulta impensable; de la misma manera que estimaría poco probable que un grupo fuera capaz, en estos tiempos de encorsetada corrección política, de hacer canciones como Ayatollah (no me toques la pirola) o La mataré.
El programa de ayer fue dedicado a Kaka de luxe, que, con su aparición en 1977, es considerada la agrupación seminal de la movida madrileña. Sus ex miembros fueron invitados al programa seis años después. Para entonces, entre ellos no había demasiada química, y la entrevista causa una suerte de incomodidad ajena. Fernando Márquez “El Zurdo” definía la experiencia como la más maravillosa de su vida; Enrique Sierra, simplemente como algo importante; Manolo Campoamor, muy dolido por su brusca expulsión de Alaska y los pegamoides, y vestido de un blanco inmaculado, nada más que para molestar (estamos en plena onda siniestra) miraba para el suelo como un niño ofendido para decir que ya no le interesaba la música; Alaska y Nacho afirmaban, en un tono irritante, no recordar nada de la época, en el primer quiebro a la historia que se les recuerda; Carlos, por su parte, aseguraba con su habitual encanto y saber estar, no haber superado aún su patológica timidez. De Kaka de Luxe brotaron Radio Futura, Parálisis Permanente, La Mode y, claro, Alaska y Dinarama.
En el programa antológico del miércoles por la noche, pudimos disfrutar de unos pletóricos Radio Futura interpretando “La estatua del jardín botánico” y “Escuela de calor”, dos temas que, da vértigo pensarlo, en aquel momento no habían alcanzado la categoría de clásicos de la que gozan hoy.
Como tampoco se ubicaba dentro de esa jerarquía el arabesco lírico que "El Zurdo" había protagonizado con “Para ti”, el mayor éxito de una carrera poco valorada que encontró su mayor fortuna en la etapa en que lideró La Mode.
Entre tanto, Guillermo Pérez Villalta, que pasaba por allí (¿de verdad nos imaginamos algo así hoy en día?) argumentaba sobre la influencia de Kaka de Luxe en su pintura.
Sin embargo, en mitad de la fiesta se había colado un elemento trágico insoslayable que marcó el estreno de las emisiones de La edad de oro: con sólo veinte años de edad, Eduardo Benavente había encontrado la muerte en el interior de un Seat Ronda días antes de la puesta de largo del programa. Eduardo era el alma de Parálisis Permanente (donde también participaba Nacho Canut) y debía también haber actuado aquella noche. Como homenaje, Paloma Chamorro ofreció un par de temas que la banda había grabado para el programa piloto.
Retazos de historia de los que podremos disfrutar durante las próximas semanas. Miércoles por la noche. Abónense.
Isaac Lobatón
Teniendo en cuenta que a otros niños, aún mayores que yo, no se les permitía ver ni “La bola de cristal” ni el programa de Paloma Chamorro, diría que me siento afortunado, sobre todo si valoramos el hecho de que en casa se cambiaba de canal en el momento en el que aparecía media teta en pantalla. No quiero desviarme de lo importante, pero recuerdo con una mezcla de ternura e indignación la barrera que formó mi abuela con su cuerpo para impedirme seguir una escena de “El nombre de la Rosa”, aquella en la que el novicio Adso de Melk era tentado por la campesina que merodeaba cerca de la abadía.
A mí me gustaba el programa. Me llamaba la atención esa gente que en casa llamaban pankis o punkis. Mis favoritos eran Alaska y Dinarama, aunque, con seis años, pensaba que Dinarama era el tipo alto y elegante que ponía el contrapunto a la voz grave de Olvido Gara... Carlos Dinarama lo llamaba yo y, cuando tuviera un grupo de mayor, quería ser como él y tener una novia como la suya, como Alaska.
Pero La edad de oro no causaba controversia sólo en mi casa. Algunos periódicos, y más de un diputado de luces cortas, cargaban contra una emisión demasiado arriesgada y vanguardista para, bajo su parecer, una televisión pública, una televisión de todos, dirigida entonces por el vituperado Calviño. No hay que ser un hacha para advertir que esas voces no están nada lejos de las que, no hace mucho, se felicitaban con entusiasmo por los valores (¡hugh!) transmitidos por ese ridículo programa-certamen-concurso de salto a la fama que, justamente este año, ha encontrado su hueco natural en la parrilla de una televisión privada.
Paloma Chamorro, según cuenta Rafa Cervera en su magnífico libro “Alaska y otras historias de la movida”, acabó la aventura con pesadillas judiciales y siendo víctima del síndrome del profesional quemado. En otro libro sobre la época, “Sólo se vive una vez”, obra de José Luis Gallero, las respuestas de la ex presentadora al autor reflejan abruptamente el sufrimiento, hastío y desengaño que conllevó, sin esperarlo la capitanía del programa.
Ahora, TVE recupera, en 13 programas antológicos, parte de la historia. A una hora intempestiva, eso sí, no sea que alguien se escandalice. Será porque han cambiado los tiempos y una emisión de estas características, hoy por hoy, me resulta impensable; de la misma manera que estimaría poco probable que un grupo fuera capaz, en estos tiempos de encorsetada corrección política, de hacer canciones como Ayatollah (no me toques la pirola) o La mataré.
El programa de ayer fue dedicado a Kaka de luxe, que, con su aparición en 1977, es considerada la agrupación seminal de la movida madrileña. Sus ex miembros fueron invitados al programa seis años después. Para entonces, entre ellos no había demasiada química, y la entrevista causa una suerte de incomodidad ajena. Fernando Márquez “El Zurdo” definía la experiencia como la más maravillosa de su vida; Enrique Sierra, simplemente como algo importante; Manolo Campoamor, muy dolido por su brusca expulsión de Alaska y los pegamoides, y vestido de un blanco inmaculado, nada más que para molestar (estamos en plena onda siniestra) miraba para el suelo como un niño ofendido para decir que ya no le interesaba la música; Alaska y Nacho afirmaban, en un tono irritante, no recordar nada de la época, en el primer quiebro a la historia que se les recuerda; Carlos, por su parte, aseguraba con su habitual encanto y saber estar, no haber superado aún su patológica timidez. De Kaka de Luxe brotaron Radio Futura, Parálisis Permanente, La Mode y, claro, Alaska y Dinarama.
En el programa antológico del miércoles por la noche, pudimos disfrutar de unos pletóricos Radio Futura interpretando “La estatua del jardín botánico” y “Escuela de calor”, dos temas que, da vértigo pensarlo, en aquel momento no habían alcanzado la categoría de clásicos de la que gozan hoy.
Como tampoco se ubicaba dentro de esa jerarquía el arabesco lírico que "El Zurdo" había protagonizado con “Para ti”, el mayor éxito de una carrera poco valorada que encontró su mayor fortuna en la etapa en que lideró La Mode.
Entre tanto, Guillermo Pérez Villalta, que pasaba por allí (¿de verdad nos imaginamos algo así hoy en día?) argumentaba sobre la influencia de Kaka de Luxe en su pintura.
Sin embargo, en mitad de la fiesta se había colado un elemento trágico insoslayable que marcó el estreno de las emisiones de La edad de oro: con sólo veinte años de edad, Eduardo Benavente había encontrado la muerte en el interior de un Seat Ronda días antes de la puesta de largo del programa. Eduardo era el alma de Parálisis Permanente (donde también participaba Nacho Canut) y debía también haber actuado aquella noche. Como homenaje, Paloma Chamorro ofreció un par de temas que la banda había grabado para el programa piloto.
Retazos de historia de los que podremos disfrutar durante las próximas semanas. Miércoles por la noche. Abónense.
Isaac Lobatón