Mi biblioteca y la lluvia
En mi biblioteca no hay ventanas de doble cristal. Ni falta que hace. Hoy, el sonido de la lluvia sirve de barrera ante el murmullo callejero. Hacía años que no oía ese repiqueteo tan característico en los cristales.
Hace frío. Siempre hace frío en la biblioteca. Hay difusores pequeños de aire caliente y un par de amigos se colocan uno cerca mientras cierran una contraventana. Cerrar una contraventana... ¡Qué aberración! Preferiría ponerme el abrigo antes que cerrar una contraventana.
A mi biblioteca no viene casi nadie. Es pequeña y, aunque está en el centro, se encuentra un pelín apartada de los circuitos más pateados, por lo que mucha gente no repara en ella o se olvida. Así que uno tiene la sensación de encontrarse en una época muy alejada de otra en la que los jefes de estado persiguen la analfabetización universal travistiéndola con el resultón subterfugio de la educación reglada.
Uno tiene la sensación de que, al doblar alguna esquina (la sala se configura rodeando el patio interior) se va a encontrar a Celia, que, castigada por volver a comportarse de manera insolente, copia mil veces algún principio universal en su cuaderno: "Julian Assange es un filántropo desinteresado que sólo quiere el bien de la Humanidad... Julian Assange es un filántropo desinteresado que sólo quiere el bien de la Humanidad...". Celia se siente rebelde y fiel a sí misma, es decir, insolente, acentuando el "solo", pero, siendo perfectamente consciente de que los insolentes son los demás, ya tiene preparada su respuesta. Luego, claro, la llamarán repipi, pero a eso ya está acostumbrada.
Al salir, un gato me mira sorprendido desde una ventana porque contempla una pelea callejera de unas jóvenes que gritan muchísimo. Veo desaparecer a Celia y también a Anastasio y sus amigos, que andaban por arriba moneando.
Unos minutos después, me tropiezo con un vestidito cursi.
Vi la vida mejor y no me gustaba.
Todo esto para dejarles con este clásico de Antonio Machado, una de esas poesías que antes aparecían en el libro Senda, y luego en otro libro, y luego en otro. Sería divertido ir preguntando por la calle a los menores de veinte años si han oído alguna vez algo de Machado que no sean contenidos transversales:
RECUERDO INFANTIL
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón ".
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
P.S. Sí, esto parece una entrada del blog de Eva Marín. Y yo, un autor de coros en el carrusel haciéndole guiños a otro autor de coros.
Hace frío. Siempre hace frío en la biblioteca. Hay difusores pequeños de aire caliente y un par de amigos se colocan uno cerca mientras cierran una contraventana. Cerrar una contraventana... ¡Qué aberración! Preferiría ponerme el abrigo antes que cerrar una contraventana.
A mi biblioteca no viene casi nadie. Es pequeña y, aunque está en el centro, se encuentra un pelín apartada de los circuitos más pateados, por lo que mucha gente no repara en ella o se olvida. Así que uno tiene la sensación de encontrarse en una época muy alejada de otra en la que los jefes de estado persiguen la analfabetización universal travistiéndola con el resultón subterfugio de la educación reglada.
Uno tiene la sensación de que, al doblar alguna esquina (la sala se configura rodeando el patio interior) se va a encontrar a Celia, que, castigada por volver a comportarse de manera insolente, copia mil veces algún principio universal en su cuaderno: "Julian Assange es un filántropo desinteresado que sólo quiere el bien de la Humanidad... Julian Assange es un filántropo desinteresado que sólo quiere el bien de la Humanidad...". Celia se siente rebelde y fiel a sí misma, es decir, insolente, acentuando el "solo", pero, siendo perfectamente consciente de que los insolentes son los demás, ya tiene preparada su respuesta. Luego, claro, la llamarán repipi, pero a eso ya está acostumbrada.
Al salir, un gato me mira sorprendido desde una ventana porque contempla una pelea callejera de unas jóvenes que gritan muchísimo. Veo desaparecer a Celia y también a Anastasio y sus amigos, que andaban por arriba moneando.
Unos minutos después, me tropiezo con un vestidito cursi.
Vi la vida mejor y no me gustaba.
Todo esto para dejarles con este clásico de Antonio Machado, una de esas poesías que antes aparecían en el libro Senda, y luego en otro libro, y luego en otro. Sería divertido ir preguntando por la calle a los menores de veinte años si han oído alguna vez algo de Machado que no sean contenidos transversales:
RECUERDO INFANTIL
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón ".
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
P.S. Sí, esto parece una entrada del blog de Eva Marín. Y yo, un autor de coros en el carrusel haciéndole guiños a otro autor de coros.