Aprendiendo a sufrir
"Para jugar bien, Raúl necesita estar enfadado". Es una frase que ha repetido Jorge Valdano muchas veces. Y, probablemente, Raúl no sea el único futbolista que precise de un estado de rabia para alcanzar su máxima eficacia. Lo que lo ha hecho siempre diferente es que se volvía irascible y, por tanto, eficaz, con inusitada facilidad. Además, hoy tenía motivos para no estar contento. Era suplente, y suplente indiscutible, quizá, encontrándose al cien por cien físicamente, por primera vez en su carrera .
Definitivamente, este equipo de España es el que está ofreciendo un juego más alegre en los últimos veinte años. Toca la pelota con esteticismo y eficacia. Ya no es el juego inoperante de hace unos años, cuando el irritante tecnicismo de nuestros medios no cuajaba en resultados ni proporcionaba verdadera mordiente al ataque.
La selección ha encontrado verdaderas referencias creativas. Los dos Javieres (Xavi y Xabi) han cargado el equipo a sus espaldas, tanto en un partido de cara, como fue el de Ucrania, como en el choque ante Túnez, duelo en el que se ha dirimido la verdadera clase y solvencia de un equipo que, indefectiblemente, sufre con el marcador en contra. Xavi se ha ofrecido; jamás ha dejado huérfana la línea de creación. Mientras, Alonso ha estado en todas, rematando desde fuera del área y, cercano al descanso, casi convirtiendo en gol un testarazo, lo que podría haber sido más acorde a la realidad de ambos equipos. El medio centro del Liverpool ha sido declarado jugador del partido. Todo un síntoma.
El dúo de centrocampistas ha mantenido el tempo del encuentro hasta que sus propios compañeros los han desbordado, machacados por la ansiedad.
No importa. Hay alternativas. Si perdemos el criterio con la pelota, aguardan soluciones en el banquillo. Soluciones frescas, pero experimentadas. Se llaman Cesc, se apellidan Iniesta. Y tanto da que juegue uno como otro. El equipo vuelve a tomar el balón bajo el mando del veterano Fábregas.
Y los goles llegan. Y marca Raúl. Marca en su sitio. En el área pequeña. En un golazo de listo, de oportunista, de los que le hicieron grande. Porque Raúl ha sido el oportunista con más recursos. Ha utilizado exterior, interior o puntera, según ha convenido a cada jugada. No se caracterizó por marcar con la rodilla o con el codo, sino por pensar rápido y optimizar sus recursos. Eficaz. Y eficiente.
Antes, el galardonado seleccionador de Túnez, Roger Lemerre, había dado un mensaje de entrega a sus jugadores sustituyendo a Bouazizi, uno de sus jugadores más destacados.
España ha salido ganadora de un envite complicado, pero en el que no debería haber padecido tanto. El partido tiene una doble lectura. Sabemos sufrir. Sufrimos en exceso.
Desde aquí (desde la barrera) se ve claro que, pese a todo, Fernando Torres no está respondiendo a la confianza depositada en él por Luis Aragonés. Su primer gol, un golazo de genio, es un espejismo, comparado con la aptitud demostrada en los 180 minutos restantes del mundial. Un alma en pena que afronta el área acogotado por los nervios y la responsabilidad. El clásico jugador “de y para la selección”, capaz de lo mejor y de lo peor, pero sobre todo de esto último. La ejecución del penalti, inadmisible, teniendo en cuenta que el equipo navegaba ya con viento a favor. No es un delantero centro de garantías. No es un futbolista que merezca ser llamado ariete. Necesita que se lo den todo hecho. No es seguro en el mano a mano. No es capaz de hacer medio regate. No golpea a puerta si el balón no le llega a mil por hora...
Es una apuesta personal de Luis. Le está saliendo bien. Ojalá dure. Ojalá sea él el que se contagie del espíritu que impera en el colectivo, y no al contrario. Seguimos. Los octavos esperan. Y con mucho tiempo por delante.
Isaac Lobatón