RH Painters: RHPositivo
Diez días en NY no salen gratis en ningún sentido, así que en estos momentos me veo obligado a implicarme completamente en un trabajo que he de finalizar lo antes posible, por lo que supongo que habrá una pequeña merma en la frecuencia de actualización de este blog. En cualquier caso, las RSS ya les avisarán.
Sin ir más lejos, no he encontrado hueco para dedicar unas líneas al concierto del jueves pasado en Puerto Real, un cartel que reunió el mismo día a Damien Jurado y a Mark Kozelek. ¡A Damien Jurado y a Mark Kozelek! Escribí un previo para SPY sobre este último, pero no lo he subido porque la revista no había salido para ese día a la calle.
La jerarquía invitaba a colocar a Kozelek en segundo lugar, pero yo pensaba que, dado que Damien Jurado se presentaba en formato de trío, sería el cerebro de Red House Painters y Sun Kil Moon quien abriera la noche. Pues no, me equivoqué. Y menos mal, porque Damien Jurado estuvo muy descafeinado, no acertando a establecer ningún tipo de empatía con un público que, si bien esperaba con mayor ansia a Kozelek, no por ello desdeñaba la actuación del músico de Seattle.
Si el maestro S.C. señalaba recientemente que el divorcio había situado a Damien Jurado "en una nueva dimensión expresiva", yo lamento confesar que tal dimensión se me antojó tan difícilmente perceptible como... la cuarta dimensión. La expectación con la que acudí a mi butaca se fue diluyendo a medida que el concierto avanzaba y Damien Jurado no parecía dispuesto a hacer ningún esfuerzo por dotarlo de la gracia, frescura y emoción de la que sí goza su último disco, Caught in the trees.
Sin embargo, lo peor para él llegaría al final, tras el imponente concierto de Mark Kozelek y las tan odiosas como inevitables comparaciones. Y es que, si se trataba de dimensiones, el maestro del minimal rock se encargó de trascenderlas todas.
Confieso que tiendo a dormirme con la música de Red House Painters. Igual me ocurre con la de Sun Kil Moon. Y si lo confieso es porque no me da vergüenza. Y si no me da vergüenza se debe a que no me aburro, sino que me siento acunado por ella, elevado sutilmente a una especie de fantasía paralela. Más que sueño, me produce ensoñación. Me siento como se debió de sentir la Virgen, porque es lo más parecido a encontrarse assumpto.
Kozelek se dejó ver con una simple guitarra española, percutida con sus dedos y con una afinación expresa para cada uno de los temas, que sonó natural, cálida y envolvente, aunque no tanto como su voz, eso sí, especiada con una reverb un pelín exagerada.
Me van a tener que permitir la falta de rigor, pero no soy capaz de darles ni un nombre del set list de Mark Kozelek. Yo sólo sé que al segundo tema cerré los ojos, me tapé con el abrigo -en el teatro hacía un frío del carajo- y me dejé sumir en el trance, abducido por la combinatoria de un músico que podría ser el encargado de poner banda sonora a la obra de Sol Le Witt.
El martilleo suave, la búsqueda de la melodía infinita, las improvisaciones, la maduración de unos temas que acaban como cae una hoja en otoño, por desgaste natural; todos estos elementos se sustentan en un recorrido minucioso y casi obsesivo por la matemática melódica. Es a traves de la repetición sistemática como Kozelek consigue recorrer todos los territorios de nuestro sistema tonal y así llevar a cabo su exploración melódica. Es un sistema combinatorio que no deja ningún centímetro cuadrado sin visitar. Es una propuesta geométrica semejante a la expuesta en gran parte de su obra por el fallecido Sol Le Witt.
No hay nada como enfrentarse a un mismo movimiento, corriente o estilo artístico a través de dos artes diferentes para saber ante qué nos encontramos. Es el minimalismo. Y no se trata de hablar bajito ni pausado, como no se trata de hacer esculturas blancas ni casas vacías. Más información seguramente en Limitanei, al lado a la derecha, pero esta primera piedra ya la pongo yo.
P.S. Tengo que añadir algo. Cuando me encontraba en los baños apareció a mi lado un señor muy alto, con un abrigo largo, así como muy serio. Los hombres muchas veces no es que miremos, es que vemos porque en esa situación muchas veces no se puede evitar. Unas veces se gana, otras se pierde, pero esta vez lo evité por todos los medios. Compararme con un señor tan alto y con una voz tan profunda como Antonio Luque no es algo que me apetezca.
Sin ir más lejos, no he encontrado hueco para dedicar unas líneas al concierto del jueves pasado en Puerto Real, un cartel que reunió el mismo día a Damien Jurado y a Mark Kozelek. ¡A Damien Jurado y a Mark Kozelek! Escribí un previo para SPY sobre este último, pero no lo he subido porque la revista no había salido para ese día a la calle.
La jerarquía invitaba a colocar a Kozelek en segundo lugar, pero yo pensaba que, dado que Damien Jurado se presentaba en formato de trío, sería el cerebro de Red House Painters y Sun Kil Moon quien abriera la noche. Pues no, me equivoqué. Y menos mal, porque Damien Jurado estuvo muy descafeinado, no acertando a establecer ningún tipo de empatía con un público que, si bien esperaba con mayor ansia a Kozelek, no por ello desdeñaba la actuación del músico de Seattle.
Si el maestro S.C. señalaba recientemente que el divorcio había situado a Damien Jurado "en una nueva dimensión expresiva", yo lamento confesar que tal dimensión se me antojó tan difícilmente perceptible como... la cuarta dimensión. La expectación con la que acudí a mi butaca se fue diluyendo a medida que el concierto avanzaba y Damien Jurado no parecía dispuesto a hacer ningún esfuerzo por dotarlo de la gracia, frescura y emoción de la que sí goza su último disco, Caught in the trees.
Sin embargo, lo peor para él llegaría al final, tras el imponente concierto de Mark Kozelek y las tan odiosas como inevitables comparaciones. Y es que, si se trataba de dimensiones, el maestro del minimal rock se encargó de trascenderlas todas.
Confieso que tiendo a dormirme con la música de Red House Painters. Igual me ocurre con la de Sun Kil Moon. Y si lo confieso es porque no me da vergüenza. Y si no me da vergüenza se debe a que no me aburro, sino que me siento acunado por ella, elevado sutilmente a una especie de fantasía paralela. Más que sueño, me produce ensoñación. Me siento como se debió de sentir la Virgen, porque es lo más parecido a encontrarse assumpto.
Kozelek se dejó ver con una simple guitarra española, percutida con sus dedos y con una afinación expresa para cada uno de los temas, que sonó natural, cálida y envolvente, aunque no tanto como su voz, eso sí, especiada con una reverb un pelín exagerada.
Me van a tener que permitir la falta de rigor, pero no soy capaz de darles ni un nombre del set list de Mark Kozelek. Yo sólo sé que al segundo tema cerré los ojos, me tapé con el abrigo -en el teatro hacía un frío del carajo- y me dejé sumir en el trance, abducido por la combinatoria de un músico que podría ser el encargado de poner banda sonora a la obra de Sol Le Witt.
El martilleo suave, la búsqueda de la melodía infinita, las improvisaciones, la maduración de unos temas que acaban como cae una hoja en otoño, por desgaste natural; todos estos elementos se sustentan en un recorrido minucioso y casi obsesivo por la matemática melódica. Es a traves de la repetición sistemática como Kozelek consigue recorrer todos los territorios de nuestro sistema tonal y así llevar a cabo su exploración melódica. Es un sistema combinatorio que no deja ningún centímetro cuadrado sin visitar. Es una propuesta geométrica semejante a la expuesta en gran parte de su obra por el fallecido Sol Le Witt.
No hay nada como enfrentarse a un mismo movimiento, corriente o estilo artístico a través de dos artes diferentes para saber ante qué nos encontramos. Es el minimalismo. Y no se trata de hablar bajito ni pausado, como no se trata de hacer esculturas blancas ni casas vacías. Más información seguramente en Limitanei, al lado a la derecha, pero esta primera piedra ya la pongo yo.
P.S. Tengo que añadir algo. Cuando me encontraba en los baños apareció a mi lado un señor muy alto, con un abrigo largo, así como muy serio. Los hombres muchas veces no es que miremos, es que vemos porque en esa situación muchas veces no se puede evitar. Unas veces se gana, otras se pierde, pero esta vez lo evité por todos los medios. Compararme con un señor tan alto y con una voz tan profunda como Antonio Luque no es algo que me apetezca.