25 noviembre 2008

RH Painters: RHPositivo

Diez días en NY no salen gratis en ningún sentido, así que en estos momentos me veo obligado a implicarme completamente en un trabajo que he de finalizar lo antes posible, por lo que supongo que habrá una pequeña merma en la frecuencia de actualización de este blog. En cualquier caso, las RSS ya les avisarán.

Sin ir más lejos, no he encontrado hueco para dedicar unas líneas al concierto del jueves pasado en Puerto Real, un cartel que reunió el mismo día a Damien Jurado y a Mark Kozelek. ¡A Damien Jurado y a Mark Kozelek! Escribí un previo para SPY sobre este último, pero no lo he subido porque la revista no había salido para ese día a la calle.

La jerarquía invitaba a colocar a Kozelek en segundo lugar, pero yo pensaba que, dado que Damien Jurado se presentaba en formato de trío, sería el cerebro de Red House Painters y Sun Kil Moon quien abriera la noche. Pues no, me equivoqué. Y menos mal, porque Damien Jurado estuvo muy descafeinado, no acertando a establecer ningún tipo de empatía con un público que, si bien esperaba con mayor ansia a Kozelek, no por ello desdeñaba la actuación del músico de Seattle.

Si el maestro S.C. señalaba recientemente que el divorcio había situado a Damien Jurado "en una nueva dimensión expresiva", yo lamento confesar que tal dimensión se me antojó tan difícilmente perceptible como... la cuarta dimensión. La expectación con la que acudí a mi butaca se fue diluyendo a medida que el concierto avanzaba y Damien Jurado no parecía dispuesto a hacer ningún esfuerzo por dotarlo de la gracia, frescura y emoción de la que sí goza su último disco, Caught in the trees.

Sin embargo, lo peor para él llegaría al final, tras el imponente concierto de Mark Kozelek y las tan odiosas como inevitables comparaciones. Y es que, si se trataba de dimensiones, el maestro del minimal rock se encargó de trascenderlas todas.

Confieso que tiendo a dormirme con la música de Red House Painters. Igual me ocurre con la de Sun Kil Moon. Y si lo confieso es porque no me da vergüenza. Y si no me da vergüenza se debe a que no me aburro, sino que me siento acunado por ella, elevado sutilmente a una especie de fantasía paralela. Más que sueño, me produce ensoñación. Me siento como se debió de sentir la Virgen, porque es lo más parecido a encontrarse assumpto.

Kozelek se dejó ver con una simple guitarra española, percutida con sus dedos y con una afinación expresa para cada uno de los temas, que sonó natural, cálida y envolvente, aunque no tanto como su voz, eso sí, especiada con una reverb un pelín exagerada.

Me van a tener que permitir la falta de rigor, pero no soy capaz de darles ni un nombre del set list de Mark Kozelek. Yo sólo sé que al segundo tema cerré los ojos, me tapé con el abrigo -en el teatro hacía un frío del carajo- y me dejé sumir en el trance, abducido por la combinatoria de un músico que podría ser el encargado de poner banda sonora a la obra de Sol Le Witt.

El martilleo suave, la búsqueda de la melodía infinita, las improvisaciones, la maduración de unos temas que acaban como cae una hoja en otoño, por desgaste natural; todos estos elementos se sustentan en un recorrido minucioso y casi obsesivo por la matemática melódica. Es a traves de la repetición sistemática como Kozelek consigue recorrer todos los territorios de nuestro sistema tonal y así llevar a cabo su exploración melódica. Es un sistema combinatorio que no deja ningún centímetro cuadrado sin visitar. Es una propuesta geométrica semejante a la expuesta en gran parte de su obra por el fallecido Sol Le Witt.

No hay nada como enfrentarse a un mismo movimiento, corriente o estilo artístico a través de dos artes diferentes para saber ante qué nos encontramos. Es el minimalismo. Y no se trata de hablar bajito ni pausado, como no se trata de hacer esculturas blancas ni casas vacías. Más información seguramente en Limitanei, al lado a la derecha, pero esta primera piedra ya la pongo yo.

P.S. Tengo que añadir algo. Cuando me encontraba en los baños apareció a mi lado un señor muy alto, con un abrigo largo, así como muy serio. Los hombres muchas veces no es que miremos, es que vemos porque en esa situación muchas veces no se puede evitar. Unas veces se gana, otras se pierde, pero esta vez lo evité por todos los medios. Compararme con un señor tan alto y con una voz tan profunda como Antonio Luque no es algo que me apetezca.


19 noviembre 2008

Última mirada al escaparate

No lo indica en ningún sitio, así que me doy cuenta de casualidad. El airtrain ha efectuado ya algunas paradas y desfila impasible ante la terminal de la TWA de Eero Saarinen. Es el último hito estético que tengo la oportunidad de ver antes de volver y me parece todo un síntoma que haya estado a punto de perdérmelo. Hubiera bastado que me sentara en la fila de asientos opuesta para no haberlo visto.

Eso es lo que me ha parecido Nueva York, un inabarcable escaparate estético, bastante más alejado de la superficialidad de lo que nunca podría haber imaginado, además de un abrumador compendio semiológico de la civilización occidental, pero de semiología palpable.

¿Qué es pasear por la zona noble de Park Avenue, o situarse ante el Dakota, si no estar enfrentado a la cumbre socio-económica del capitalismo? Porque una cosa es Wall Street y el Distrito Financiero donde, evidentemente, se localiza el engranaje principal de la economía mundial; otro elemento, el avasallador peso de la industria del ocio y del entretenimiento; pero el ciudadano alemán, italiano, portugués, canadiense, occidental al fin y al cabo, encuentra su cima social en la exclusiva área que bordea Central Park, más en su mitad Sur y más aun en su ala Oeste.

La sensación de lejanía no se mitiga paseando por las acicaladas aceras de estas calles. Y, sin embargo, uno siente una especie de aliento en la nuca que identifica con las renovadas sombras de la caverna platónica; parecen insistir en lo que deberíamos pretender llegar a ser; lo que nunca seremos. No es que te sientas un delincuente y, ni tan siquiera, un extraño, pero en una ciudad que te hace tuyo desde el primer minuto, llama la atención llegar a sentirse no invitado a algún sitio.


Al margen de estas consideraciones, me gustaría retomar algunos temas, como el de los móviles, que sólo en una ocasión oí sonar en un museo, el Metropolitan, siendo rápidamente acallado por su propietaria que, por supuesto, no contestó a la lllamada. Por la calle, vi hablando a alguien dos veces. Supongo que serían más, pero yo no me fijé. La gente tampoco habla por el móvil en el metro, aunque en gran parte de él se puede, y en los andenes por descontado que sí. Vale, quizá sea porque aquí las llamadas cuesta dinero recibirlas -cosa que se está estudiando en España y que, de producirse, me impediría acumular puntos Movistar, porque es que voy a gastar la cuota mínima, vaya- pero no puede ser sólo por eso. En los restaurantes es impensable ver a alguien hablando o ni tan siquiera enviando un SMS. No quiero decir sólo que me parezca bien, que me lo parece, pero desde luego es llamativo.

Respecto al Metropolitan, se debe planificar para un mínimo de tres días. Hacerlo de una sola vez es una locura, pero si uno vive su último día en la Gran Manzana, como fue mi caso, y comete el error o el acierto de entrar, se verá atrapado por sus tentáculos y no podrá escapar. Aun siendo discutible cierto sector del discurso expositivo, que básicamente sigue un criterio cronológico algo desfasado -la zona de las Vanguardias Históricas daría para un juego de relaciones mucho más dinámico que una mera "Sala de Van Gogh", "Sala de Cezanne", "Sala de los Nabís"- y que, en algunos sectores desconcierta por la recreación al detalle de las mansiones de los acaudalados donantes de obra -esto provoca que pase usted de los Etruscos a una colección de porcelana o al Greco- el museo cuenta con una colección apabullante, destacando tanto la pintura -¿quién es el que dice que el Prado es "la primera pinacoteca del mundo"? Qué duda cabe qué es de los más importantes pero, ¿esa etiqueta de "el mejor"?- como la colección de Arte del Antiguo Egipcio o del Próximo Oriente.

También conviene saber que ir a la ópera en el mismísimo Metropolitan puede ser más barato que asistir a un concierto de alguna banda emergente en un garito. En nuestro caso, creo que la entrada anduvo entre los diez y los quince euros; vimos Madame Butterfly en una versión póstuma de Anthony Minghella. Elegante y austera puesta en escena, recuperando para il bambino una antigua tradición japonesa de guiñol.

¿El consumismo? Sin límites. La meca del modo de vida occidental pasa por ser el gran bazar oriental. Acabo con el ejemplo de Macys, donde sólo por ser extranjero se obtiene un descuento del 10% en casi todos los artículos. Allí, además, comprobé una vez más que en EE.UU. la barba es cosa rara cuando un negro, tras cobrarme, rodeó su cara con la mano para decirme algo así como "¿Qué? Hace humedad, eh?". Aunque lo mejor fue lo que, de sopetón, me soltó el cubano de atención al cliente cuando solicité la tarjeta de extranjero para los descuentos:

- ¿Hiso una promesa, amigo?
- ...
- ¿Hiso una promesa?
- ¡Ah! Ya... ¿No me queda bien?
- ¡No, señol! ¡Le queda estupenda! ¡Pero tiene mucha!
- Pues me la he recortado esta mañana...
- ¡Jaja! ¿Como la teniiiiiiía entoooonses?
- ¡Uf!
- ¿A usted no le molesta? -dice dirigiéndose a mi novia.
- ¡Hombre...! Un poco...
- ...pero...
- Haaaagalo pol eeeeella, amiiiiigo.

Lo hice. Me recorté más. No quería que pensaran que era un secuestra aviones, ya que llevaba demasiadas cosas del bazar. Ya en el Airbus, escuchando las primeras palabras en español, empecé a añorar el hecho de no entender las gilipolleces que, continuamente, emite el ser humano por la boca. ¡Sigh!

P.S. El vuelo de Madrid a Jerez hizo que me sudaran las manos como nunca en mi vida. La cuestión: mix de Spanair y McDonnell Douglas. Y eso que me tranquilizó el hecho de que fuera Bunbury en el avión. Pensé que sería mucha casualidad que Bunbury y yo muriésemos en el mismo vuelo. En fin, tengo que reconocer que el aparato despegó como una pluma. Normal... había cuarto de ocupación en el avión...

P.S. 2 Me acabo de dar cuenta de que no había titulado la entrada...

15 noviembre 2008

Bush vs Aznar

Es del todo absurdo entrar en un juego de comparaciones. Este es el país (sigo en EE.UU.) de la banalidad, de la nula profundización, de la superficialidad, de las primeras impresiones, de la imagen... Bien, estoy comprobando que todo esto es cierto. Estos días -como toda mi vida- me he preguntado si una democracia madura a lo que realmente lleva es a este estado de cosas.

Dado que en España hace muchos años que la educación básica y media se fue al carajo y que, según todo parece indicar, la UE se va a encargar de que la Universidad siga el mismo camino, es lícito preguntarse si los equivocados no éramos nosotros. Oye, después que nadie se moleste si ve que una morena (no rubia esta vez) tonta de, pongamos, Palencia, es exhibida en programas de zapping del Medio Oeste por no ser capaz de señalar en un mapa dónde está Mississippi. Todos nos hemos reído de rubias tontas de Oregón que no sabían situar Florencia, París o Berlín. Así que, ole nuestros cojones, ahí hemos estado rápidos, copiando lo peor del american way of life.

Mientras, seguimos sufriendo a ex presidentes que no están siquiera a la altura de sus modelos. Lo de este hombre es una penitencia, de verdad. Sé que es muy facilón meterse con Aznar, pero es que yo soy capaz de batirme en duelo por cualquier político, ya que la considero una profesión ingrata y poco valorada. Defendería a cualquiera, desde Acebes a Carmen Calvo, pasando por Magdalena Álvarez, pero es que este tipo me supera...

El PP siempre ha tratado de identificarse con el Partido Republicano. Y eso a pesar de que, si tuvieran dos dedos de frente, se darían cuenta de que sus pretendidos homólogos americanos están mucho más a la derecha. Si el SOE se sube tradicionalmente al carro de los Demócratas es como mal menor. Al menos, los de Ferraz sí que son conscientes de que el partido de Obama anda un poco más escorado hacia la derecha que ellos.

Lo que le debe pasar a Aznar es que quiere creer que el mundo ha tenido por presidente a un tipo tan impresentable como él. ¡Ojo! Soy el primero que se alegra de que Bush se largue de una puta vez -¿cómo lo eligieron dos veces?-, pero ya quisiera nuestro fibroso ex presidente contar con un 10% del sentido de estado que ha demostrado el Ranger de Texas. No sé qué pensarán, pero yo no me lo esperaba; y me alegro. Sólo lamento que en mi país las cosas no funcionen igual. O no... recuerdo una vez que en una cumbre hispanoamericana un tiranuelo insultaba a Aznar y el presidente vigente, en su más afortunada intervención en política internacional, lo defendió, no sólo como un hombre de Estado, sino como un caballero.

A todo esto, he visto más gente fumando que hablando por el móvil. Y ya saben que aquí el fumar anda complicao... Quiero decir... aquí nadie usa el móvil. Alucinante...

Si me queda tiempo, haré alguna mención al ranking internacional de petardez turística.

14 noviembre 2008

Horror en el hipermercado

Tener la oportunidad de hacer la compra en esta ciudad es toda una experiencia. Si hay ocasión de entrar en un gran hipermercado, se comprenderán muchas cosas. Congelados, congelados, congelados... Todo lo que se puedan imaginar existe congelado y preparado. Helados y kilómetros de sacos -porque no son bolsas, son sacos- de patatas fritas. Cervezas que se presentan para consumo individual, aunque nunca de menos de medio litro, estratégicamente situadas frente a los snacks. La zona del pan inundada por un espeso olor a mantequilla. Vértigo. Casi de entre los muertos. Pánico a que su idiotizada manera de alimentarse sea importada por el resto del mundo. En España nos hemos acercado algo a todo esto, pero no lo suficiente por suerte. Por otra parte, entiendo que esto no es capacidad de elección; por ende, algo no funciona bien en la meca del capitalismo.

También conviene tener en cuenta que, como norma general, en nuestro país podemos pasar de todo lo que lleve la etiqueta "orgánico". Aquí tiene sentido, puesto que una naranja puede permanecer intacta durante semanas. Por lo que a mí me toca, aún puedo disfrutar del contradictorio placer de no poder consumir fruta porque ésta haya sido cubierta por una capa verdinegra. En todo caso, hasta los bocaditos de queso precocinados más sospechosos pueden llevar impreso en la caja una leyenda como "100% natural". El rollo orgánico se lo han inventado estos chicos porque no tienen otra opción; es un cuento necesario, pero ni siquiera es del todo creíble.

Los muchachos empiezan a tener algo de historia. Como en términos cuantitativos no es mucha, resulta bastante grato acercarse a comprender algo de ella. En este sentido, la visita a Ellis Island es imprescindible. Más que nada para comprender lo que fue Nueva York hasta hace relativamente poco; una ciudad a medio hacer, sucia, precaria, salvaje y bastante desagradable. Fui con la idea de estar media hora y me quedé tres. Si no se ha visto ya, conviene completar la visita con el visionado de Gangs of New York, la cinta que, hace unos años, rodó Scorsese sobre el tema.

Es viernes y me queda muy poco aquí. He de irme corriendo al Metropolitan. En el metro seguiré pensando cómo voy a hacer para transportar esta indecente cantidad de discos que he acumulado.

10 noviembre 2008

Obama, estrella del pop

Imaginaba que iba a encontrar un cierto ambiente post electoral, pero no esto. Y puedo pillarme los dedos al afirmarlo, puesto que es mi primera vez en EEUU, pero apoyando mis propias sensaciones en las cosas que me cuenta la gente, me atrevería a afirmar que en la calle reina un cierto ambiente de optimismo, de alegría sosegada, de... ¿esperanza?

Esperanza (hope) es una palabra que se encuentra cinco de cada diez veces de las que uno se tropieza con la efigie de Obama, ya sea en una chapa, en una camiseta o en cualquiera de los carteles que inundan los escaparates de la ciudad. ¡Y eso que la presidenta Aguirre decía que iba con McCain! Se me hace difícil no adquirir ningún artículo que haga referencia al nuevo César; para qué voy a mentir... ya he adquirido. Y es que Warhol habría flipado. Más que a presidente, Obama ha sido elevado por aclamación a estrella del pop.

Uno de los elementos que más se dejan ver en las ventanas de las casas es ese cartel que une los apellidos de presidente y vicepresidente electos:
OBAMA
BIDEN
Como todos ustedes, yo ya sabía quién era Joe Biden. Al mismo tiempo, fue hace un par de años cuando mi cabeza dejó de asociar el nombre de Obama al del avieso terrorista. De lo que no me había dado cuenta es de esto otro, cosa que a lo mejor les puede parecer trasnochada, pero que a mí me ha inquietado por su punto diabólico de disco de metal escuchado al revés:
OBAMA
BINLADEN
Que al leer los nombres de corrido suenen tan parecido, repito, me parece cosa del demonio. Igualmente, no me sorprende -aunque me escandalice- que un buen número de chiflados se haya abstenido de votar al Partido Demócrata por esta circunstancia.

Al margen de todo esto, me ha sorprendido la imponente colección del MOMA. Ya hace unos añitos que uno acabó la carrera y, francamente, no había reparado para este viaje en el calibre de las obras que allí se puede encontrar.

De lo que nunca oí hablar durante la universidad fue de la DIA Foundation, ubicada en Beacon, un pueblecito del Valle del Hudson que aúna lo yanqui con lo arty. Para explicar el minimal art a un niño de cinco años. Genial. Las series de Sol LeWitt, magistrales. ¿Hasta qué punto sería maniático este hombre? No, no lo explico. Hasta aquí puedo leer. Vayan.

Hoy hemos estado viendo a los NY Knicks. Debo reconocer que la primera mitad del partido ha sido aburridísima. Los muchachos parecían jugar con el piloto automático y además estaban fallones y torpes. Un buen número de público se iba incorporando tranquilamente a medida que avanzaba el partido. Incluso comenzado el tercer cuarto. Luego me explicaron que, durante los primeros compases de la temporada, los equipos son un poco parcos a la hora de desperdiciar munición, lo que hace que se concentre la emoción en el último cuarto del partido. Fue entonces cuando los Knicks, comandados por Crawford, remontaron sin despeinarse la cómoda ventaja de diez puntos que Utah Jazz había mantenido durante todo el partido.

También contó con un gran papel la armada norteamericana, que intervino en el descanso haciendo malabares con los rifles y tal. Igualmente, y antes de comenzar, un marinero con una guitarra cantó God bless America y, sin solución de continuidad, una Rosa de América, no de España, interpretó el himno con el reverencial respeto de un Madison Square Garden puesto en pie. Sí, nosotros también nos levantamos; no íbamos a hacer como Zapatero, y menos en su casa.

Cuánta parafernalia, Manoli... en España por muchísimo menos de esto, se tacha de cachorro de la neo tecnocracia opusina al prójimo. Que sí, que ya lo sabía; me lo habían contado y lo había visto por la tele, pero verlo es otra cosa, leñe. El martes es el Día del Veterano. A ver.

Por último, decir que el café americano es, definitivamente y dentro de un orden, mi café. Esto es, no sé beber café. No soy cafetero. Nunca podría haber protagonizado el anuncio de Saimaza. O nunca podré hacerlo ya sin que se me califique de hipócrita.

Y mi novia que no para de decirme que canto a europeo por mi vestimenta. Quizá... Y es que aquí es más difícil ver unos zapatos que un autógrafo de Llamazares.

Continuará. O no...

07 noviembre 2008

Nueva York

Lo sabía. El sistema de paso de aduana estadounidense es un coñazo, sí, y el impreso que hay que rellenar en el avión ("¿Es usted malísimo? ¿Lo ha sido alguna vez en su vida? ¿Piensa serlo aquí?"), absurdo, pero de ahí a que todo el que llegue al JFK lo encierren en una especie de Guantánamo en miniatura media un abismo. ¡Qué exagerada es la gente y qué pesada! Y cómo nos gusta seguir sintiéndonos superiores a los yanquis.

Hice bien en no afeitarme la barba, como me sugirió (casi) todo el mundo. Y eso que ahora mismo la llevo bien poblada. A mí me atendió un negro enorme y simpático quien, al ver que no entendía ni papa de su dialecto colonial, hasta chapurreó un poco de español para mí. Ni me abrieron la bolsa, ni me preguntó qué tipo de vino llevaba ni nada. Cuentos.

Fuimos a casa a dejar las cosas y a asearnos. Una casa preciosa en la que la habitación de mi novia da a un jardincito muy coqueto.

Al primer sitio que me llevó fue a Brooklyn Heights a disfrutar de la indescriptible vista de Manhattan desde la orilla opuesta. La estatua de la Libertad, al fondo a la izquierda, pequeñita y enternecedora, con su antorcha iluminada. También se veía enano el Chrysler Building, y un poco más orgulloso el Empire. ¡Qué bonito el Chrylser! Ah, y el puente, por el que amenazó por hacerme caminar uno de estos días. No sé si seré capaz.

Luego fuimos a cenar a un japonés del Greenwich Village. Por el camino iba mirándolo todo. Las casas, las ambulancias, los coches, o el primer pobre que me sobrecogió y al que me volví a darle dinero tras una primera negativa nada simpática por mi parte. De alguna manera, cuesta creer que todo eso exista. Al fondo veía Times Square.

Una vez en el restaurante, aprendí que el sushi no es ese rollo de pescado envuelto en alga, que es tal como lo entendemos en España, sino que es una lámina de pescado la que envuelve una bola de arroz. Como siempre. Mucho criticar de los demás, pero nosotros le cambiamos el significado a todo y lo adaptamos a nuestro albedrío, como hacemos con los cambios de título de las películas (que decían que era cosa del franquismo, pero ya se ve que no). Claro, es que nuestra cultura es superior. Son tres mil años de historia en Cádiz, por ejemplo. La ostia.

Sí tengo que reconocer que estoy super en contra de los palillos. ¿Cuántos de ustedes no tienen uno o varios amigos, más o menos esnobs, que se dicen amantes de la cultura oriental? Admito la decoración, los ropajes, la educación, la manera de afrontar la vida, vale. Pero, ¿alguien oyó alguna vez una defensa de los palillos? Y no me refiero al "hay que hacerlo así porque ellos lo hacen así". No, nadie la ha oído porque no es posible. Toda nuestra tradición es perfectamente sustituible por la cultura oriental en sus diferentes variantes territoriales. Todo menos los cubiertos. No se ha inventado nada más práctico que un tenedor y un cuchillo. ¿O es que los japoneses inventaron también el cebralín y hay intereses creados?

Continuará. O no...

05 noviembre 2008

Mi novia me ha dejado

"Y no puedo ni andar, ni hablar, ni ver, ni respirar, ni ná de ná...".

No se asusten. Es una letrilla sacada del último disco de Paul Collins. Tampoco es literal, literal, pero el mensaje es ese.

A sus cuarenta y diez años largos, el neoyorquino sigue emitiendo las mismas señales que hace treinta; aquellas que lo identifican como uno de los príncipes de la canción pop perfecta. O Power pop en este caso; tan pegadizo, tan resultón, que, como me comentó un respetado colega de conciertos a la salida del teatro Muñoz Seca de El Puerto, a uno le da por pensar que como el power pop no hay nada.

Claro que otros aducen que Paul Collins siempre hace la misma canción, lo que sin dejar de tener cierta lógica, a mí -que la flexibilidad empieza a no darme más de sí- me lleva a reivindicar con más vehemencia la vigencia, el poder y la grandeza de la inmediatez pop, de la melodía eterna en bucle, de la estrofa, estribillo, estrofa, estribillo, pum-pum-pum, estribillo, de los discos que duran lo que un trayecto desde el mencionado teatro a casa, de la felicidad o del regodeo en la melancolía, de canciones que hablan de los mismos temas de siempre, como I still want you o la referida arriba, Without you.

Todo ello sin perder un ápice de inocencia. Paul confiesa, con un indisimulado rictus de tristeza resignada, que ese mismo tema es real, que lo que narra le ha ocurrido a él recientemente. La elegancia simple y cálida de Without you recuerda a dandys de actitud muy distinta -al menos en el momento presente- como Nick Lowe.

Pero Collins siempre pareció tener un punto más locuelo. Nos lo recuerda con el inmortal Don't wait up for me y, por supuesto, con Rock and roll girl. Quizá, más que frivolidad y despreocupación, más que diversión por diversión, lo que transmitan estas canciones sea la sensación de que son propicias para huir hacia adelante, pero sin atropellos colaterales a terceros. Canciones que no podrían seguir siendo interpretadas tal cual se compusieron hace treinta años si su artífice no estuviera dotado de la virtud de la humildad, un aspecto que, se mire por donde se mire, incrementa la credibilidad de cualquier artista. También, de cualquier persona que no sea artista, claro, pero esto es un blog de música, no un púlpito.

Paul Collins asusta al público diciendo que regresa a Nueva York:

- ...oooooohhh!
- Sí, me voy. Han sido siete años seguidos aquí y estoy muy contento.
- ... oooohh!!
-... bah, pero vuelvo. ¡Vuelvo en marzo! -dice tras una mueca de burla.

El público ríe aliviado. Él también, agradecido. Se sabe querido. Quizá por eso, por gratitud, el Michael Robinson del pop nunca deje de obsequiarnos con discos como Ribbon of Gold, discos que, a su vez, permitirán echar un nuevo vistazo al pasado glorioso de este simpático neoyorquino.

P.S. Yo también me marcho a NY. Un día antes que Paul Collins. Ya les contaré cómo tienen amueblada la casa Georgia y Ira y si tienen al pequeño Ira muy mimado.