Multitud de colores
Cambiando de tema, miren lo que encontré el otro día en una papelería muy cutre de mi barrio.
¿Es una caja de plastidecores? ¡No sólo eso! ¡Es una caja de plastidecores de "nuestra época"! Observen a los niños que salían detrás.¡Son ellos! Gracias al ricillos ese, aprendí el significado de la palabra "tóxico". En cuanto a lo de las "manos siempre limpias", cada vez que veía la foto de la rubita esa tan contenta, trataba por todos los medios de comprobar si era cierto y, la verdad, mucho había que currárselo para mancharse con un plastidecor.
Lo que más ilusión me hizo fue la exclamación superior: "¡FANTÁSTICO!". Ya no existe en las cajas nuevas. Ahora el diseño es estúpidamente curvilíneo, como el bote del Cola Cao. ¡Ah! Y el precio...marcaba trescientas pesetas y me cobraron, justamente, 1'80 €.
Dejo mi última freekada de septiembre:The Wave Pictures
If you leave it alone
Moshi Moshi Records
Claro, a ver… no hay un “Leave the scene behind”; tampoco encontraremos un “I love you like a madman” ni un “Kiss me”. Supongo que es normal. No se va a conseguir siempre llegar a la cuadratura del círculo, ¿no? Y es que “Instant coffee, baby” (ay, el corte que daba título al disco… ¡qué bueno que era también, Dios!) debe haber sido el único café soluble de la historia que, a pesar de poder consumirse en muy pocos segundos, de su humilde autodefinición como solución de urgencia, era radicalmente bueno, inusual e indisolublemente (ja!) bueno. Trasladémonos ahora al disco que nos ocupa. Volvemos a encontrar los mismos ingredientes: la urgencia, la desnudez, los mínimos recursos (que no el minimalismo), esos instrumentos que suenan como si se los hubieran fabricado ellos mismos en el cobertizo, esas tragadas de saliva que recogen los micrófonos… Una autenticidad que, nadie les malinterprete, no es impostada, sino exhibida de tal manera que, a veces puede acercarse al polo opuesto, la exuberancia. Nada que objetar. Estamos, igualmente, ante un gran disco. Un disco sin trallazos, pero un gran disco. Un trabajo que ha contado con la, al parecer muy entusiasta, colaboración de André Herman Düne -¿habrá importado él la planicie?- en los arreglos de viento y que coloca definitivamente al trío inglés en la liga de los verdaderos hombres extraordinarios de las islas británicas, esa en la que desde hace años juega Hefner y a la que nunca harán caso los medios que propagan y difunden modismos y hypes tan efímeros como petardos.
TRES FREEKS Y MEDIO
Rinôçerôse
Futurino
Universal / Cooperative Music / Nuevos Medios
Hay artistas que se quejan de que, en el nuevo escenario de distribución musical se ven obligados a tocar en directo sin que ello fuera algo que previeran al decidir dedicarse a la música. Y hay grupos que, en cambio, editan un disco como el que te hace un favor (un favor a las pistas de baile y a los sábados por la mañana de Cristasol y Centella para aquellos que no tenemos muchacha). Porque ya me dirán cuál es el peso específico de un disco de Rinôçerôse con respecto a su directo. Hace tiempo que no lo escucho/leo, pero a lo que hacen los psiquiatras más famosos de la historia del pop francés se le llamaba hace unos años Electrónica Orgánica, ¿no? Me refiero a ese género que pareció crearse para todos aquellos que nos aburrimos, e incluso despreciamos, la electrónica a secas y en el que los franceses siguen siendo unos auténticos maestros, como demuestran con instrumentales (o casi) implosivos como “Mind City” y “The Heroic Sculpture of Rinôçerôse”, y los medidos ejercicios de petardeo en “Touch me” –muy Tin Tings- y “My Cadillac”. Ello en la segunda parte de un disco que, de manera muy perceptible, se divide en dos mitades, una cercana al dance rock y la new rave, identificable gracias a títulos como el inicial “Panick Attack” o el afortunadísimo “Head like a volcano”, pero que también tiene espacio para coletazos funky en “Time Machine”, tema que ha contado con la colaboración de Ninja, de The Go! Team, otros que, como los franceses de Universal, saben cómo transmitir alegría y hacer una fiesta sin perder el norte.
TRES FREEKS Y MEDIO
De las Azores al Metropolitan: La mutación de la necedad
¡Qué pena! El viernes por la mañana subí un post de buen rollo. ¡Menudo día escogí para hacerlo! Si aquella mañana quedó disipada hasta la oficialidad de la trama de financiación del PP (El Mundo consagró la noticia abriendo a cuatro columnas) imagínense mi pequeña entrada entre el maremágnum de debates y discusiones a los que dio lugar toda la polémica -de esas que en nuestro país adquieren tintes épicos- que rodeó a la fotografía de las hijas del presidente.
En días como ese, muchos tenemos ganas de abandonar el país. Lo preocupante es que el antojo aparecerá coincidas con el bando de opinión que coincidas, ya que lo que impera a la hora de defender argumentos, aún entre amigos -eso es lo desesperante- es la descalificación y la acusación velada de posicionamiento con el enemigo de turno.
A día de hoy, me encuentro en una situación en la que el ochenta por ciento de mis amigos son, o creen ser, de izquierdas. Otro buen número de personas con las que me trato son, o creen ser, independientes. Finalmente, un grupo reducido de gente es, o cree ser, de derechas; del PP, vamos.
Apostillo el "creen ser" en todos los casos por lo siguiente. En el primero, apenas encuentro nadie que represente esa izquierda serena cuyo principal pilar es el respeto a la libre opinión; cuando converso por primera vez con alguien de este grupo, suelo sentirme muy relajado porque conservo ese ingenuo instinto de "este es de izquierdas, ergo me va a respetar", hasta que llega el momento en el que, ay, cometo un error y entonces mi interlocutor da un paso hacia atrás. Generalmente, las energías se emplean en demostrar dialécticamente cuánto se es de izquierdas, en hacer gala de un determinado posicionamiento, en lugar de demostrarlo día a día con una actitud medianamente coherente. Normalmente, lo conforma gente joven que parece sentirse muy aliviada y orgullosa de conservar presuntamente valores de idealismo, solidaridad, de cultura, pacifismo, etc.
El segundo grupo es testimonial. Casi no conozco independientes en cuya independencia crea realmente. Como soy treinteañero y vivo en Andalucía, la mayoría de los no alineados con los que me trato se escoran, una vez más, hacia la izquierda; hay mucho voto secuestrado por aquí, ya saben. Son gente que, generalmente, está saturada del PSOE, pero a la que apena votar al PP, y probablemente no lo hagan nunca, e IU no les interesa. Claramente, no eres independiente si descartas votar a alguno de los tres o cuatro grandes partidos.
Entre el colectivo de gente que dice ser del PP, conozco y he conocido de todo, aunque en mucha menor medida que entre ninguno de los otros dos grupos. En mi actual contexto, lo cierto es que no puedo recordar a nadie que te dé con el carnet en las narices, que haga gala constantemente de su ideología o que se dedique a zaherir a todo el que no piense como él. Más bien, tienden a no sacar el tema y a esconderse. Mal vamos cuando sólo se sienten completamente orgullosos de ser como son los de un solo lado. Repito, hablo de mi contexto y de mi propia experiencia.
Puestos a posicionar al prójimo, aclararé, por si queda alguna duda, que yo me sitúo en el segundo grupo, lo cual me convierte automáticamente en pelele según el ecosistema político en el que me toque vivir. Como decía Josu durante la campaña electoral de las últimas legislativas, el problema está en disentir; no importa el factor cualitativo, ni tampoco el cuantitativo. Hay que coincidir al cien por cien; de lo contrario, se corre el riesgo de ser prejuzgado, juzgado y hasta sojuzgado.
El viernes fui bombardeado con argumentos sacados de contexto, que me hablaban de una boda de la hija de un ex-presidente en El Escorial, de unos zapatos encima de una mesa, de... Lo que me alarmó fue la virulencia de los discursos, la desmesura de la reacción. Es cuando recibes una respuesta desproporcionada cuando se te revuelve la bilis y lo que, en origen, era una opinión sobre un hecho aislado y perfectamente contextualizado, se transforma en posicionamiento y en conclusión.
La controversia vino por el discutible atentado a la intimidad de la familia presidencial, pero, no nos engañemos, sobre todo por el (inadecuado) atuendo que lucían las dos chicas, potenciado con las poses de adolescentes orgullosísisisimas de haberse conocido y de ser como son, cosa que en cualquier otra situación me parecería de puta madre, que quede claro. En cuanto al asunto de la privacidad, es más sencillo todavía, pero ya que este domingo leí a algunos columnistas que se llevaban las manos a la cabeza ante la sugerencia de no llevar a las niñas a la recepción ("...qué intransigentes, qué malos...!!") bajaré un escalón: bastaba con hacer que no posaran, y así no privar a tus ciudadanos de una de las primeras muestras del deseado renacimiento de la bilateralidad España-EEUU. Como me dijo una amiga sensata ayer, "¿hay alguien más público que el presidente de los EEUU?". Y retomemos un ejemplo clásico: No es lo mismo tomar una instantánea de esa situación que haberlas fotografiado a la salida del colegio o después de un partido de tenis, con las túnicas pegadas insinuando todo el curvamen.
¿Que sobraba esto último? Puede... pero, como decía antes, evolucioné de opinar a concluir: Ahora soy de los que piensan que el quinto presidente de la democracia es un necio y un cizañero; jamás he discutido tanto con gente a la que quiero como durante los últimos años; un hombre que hace que yo me pelee con amigos pasa por no gustarme. ¡Y eso que la primera legislatura me pareció bastante afortunada!
Y todo porque creo que el levantamiento de esta polvareda ha sido premeditado, pero también que le puede hacer más daño que diez crisis. De ahí el título del post. Si alguien da con la finalidad de todo esto, ya sabe dónde encontrarme.
FREEk! y Gratitud
Ahora subo más cosas del número de septiembre de FREEk!, pero antes me gustaría lanzar un mensaje optimista ante la inminencia del fin de semana.
Me gustaría reivindicar el hecho de que las personas encantadoras son mayoría. Si no, explíquenme cómo íbamos a sobrevivir en este mundo.
No sé si es la parte más acomplejada de mi cerebro, pero a mí me dejan fuera de juego muchas cosas, quizá insignificantes que, eso sí, estoy muy orgulloso de reconocer y de valorar cuando se presentan ante mis narices. Muchas veces me pregunto si esto no me lleva a tasar por encima de su valor real a la gente, creando así una especie de burbuja social que, cuando estalla, da lugar al tipo de crisis que sólo viene de la mano de la inflación de la realidad, pero no puedo evitarlo.
Me emociona que alguien se acuerde de mí por generación espontánea; que alguien vea algo por la calle que le recuerda a mí y me lo cuente, me llame, me envíe un SMS; que me guarden el díptico de una exposición; que alguien a quien apenas conozco, tenga el detalle de mandar un sms en un momento complicado; que la gente que conozco que trafica de una manera u otra con discos se guarde alguno para mí, porque sabe que me va a gustar mucho, o mejor aún, porque cree que me va a gustar mucho; que me envíen una oferta de trabajo, aunque luego no me interese; que un amigo reaccione cuando tienes una conversación grave y sincera con él; que alguien que tiene una vida complicada, con múltiples ocupaciones y motivos para tener el ego por las nubes pierda un minuto conmigo...
No voy a poner ejemplos porque sería una ordinariez, pero seguro que muchas de las personas que pasan por aquí se dan por aludidas. Ante la duda, háganlo.
Y ahora, el Ni Crimen ni Castigo de Septiembre:Moñas lo serás tú
- “Luis Miguel me parece abominable. Lo odio.” Mi amigo Sands W. me mira un tanto ojiplático, como tratando de preguntar con la cara a qué viene esa obviedad. “-…es que yo no estoy en contra de la canción melódica, sino de Luis Miguel. Bueno, y de otros muchos, pero no del género en sí. – Ah, bien, entonces te ocurre como a L. V., que le gusta Julio Iglesias.” Puede. Aunque yo todavía no tengo claro si me gusta Julio Iglesias. Sólo sé que cantaría “Gwendolyne” dentro de una caldera a fuego vivo en el infierno y que “Hey!” me parece un temazo. Como me lo parecen “Digan lo que digan”, “Lanza tu voz”, “Háblame de ti”, “Amor de hombre” o “Gavilán o paloma”. La canción melódica ha ofrecido momentos memorables y el que no se deje arrebatar por alguno de éstos u otros títulos, es que es presa de un mal entendido, por forzado y simplista, síndrome de Sid Vicious. Problema: Ha ofrecido, sí, pero ya no ofrece. Echen un vistazo a los nombres: Bustamante, Manu Tenorio, la tristona esa de Tamara, que lleva amargada desde que tenía once años… Desolador, sí, pero no me confundan a esta caterva con un Raphael ni con el auténtico Don Camilo.
Cameo express y FREEk! Septiembre
Los que sean seguidores de "Cuéntame" no sé si se darían cuenta el otro día de que fugazmente aparecía cierto personaje que, desde 1977, comenzó a ser fundamental. Y no, no estoy hablando de Adolfo Suárez, sino de Carlos Berlanga. Ignoro si el amigo de Mercedes que hace teatro experimental está recreando la figura de algún actor importante o si esa obra realmente formó un escándalo en su época. Lo que me parece muy divertido es que los guionistas hayan tenido a bien figurar una aparición de Carlos Berlanga en el camerino para saludar a su supuesto amigo: "¡Hooola, Caaaarlos!". Encantador. Para quien le interese, es en el minuto 37.Y como estamos a 22 de septiembre y los compañeros del FREEK! no han debido tener tiempo con lo del Monkey Week de actualizar la revista, subiré aquí mis contenidos de este mes a lo largo de dos o tres días.
YO LA TENGO
Popular Songs
Matador
Con Yo la Tengo sucede exactamente lo mismo que con Sonic Youth. Son bandas cuya existencia supera ampliamente los veinte años; han sido decisivamente influyentes y se les supone un nivel de vida medianamente holgado, manteniéndose siempre en equilibrio sobre la línea que separa la independencia de la esclavitud que supone el éxito masivo. Han aportado mucho; demasiado; tanto que cada disco de ellos no puede sino ser analizado como una reválida. Es algo injusto. Sobre todo si uno no sabe muy bien si realmente el trío de Hoboken ya agotó (lo que sería lógico) todos sus cartuchos o si, sencillamente, lo que se esfumó fue nuestra capacidad de sorpresa. ¿Qué pasaría si fuera este disco el que incluyese “Tom Courtenay”, “From a Motel 6” o “Cherry Chapstick”? Igual a más de uno le pasarían desapercibidas. Conste que firma alguien que en un concierto de YLT se siente como Cuttlas cuando va a ver a Kraftwerk, pero que, al mismo tiempo, lamenta haberlos conocido. Preferiría descubrirlos ahora. De esa manera, no estaría mediatizado por mis expectativas y sumaría a la batería de clásicos los incontestables guitarrazos de “Nothing to hide”, el juego soul (y swing) materializado en el adelanto “Periodically Double or Triple”, o el surf de “When it’s dark”, cuya melodía parece perseguir una revisión del clásico “Sloop John B.” El disco se cierra con dos temas, marca de la casa, que, juntos, suman una media de diez minutos; otra lección de cómo alargar un monólogo sin aburrir. Tomé distancia, volví y pienso igual: el disco está a la altura.
CUATRO FREEKS
CYCLE
Sleepwalkers
Subterfuge / Pias
David Kano sigue a lo suyo. Dedicado a la manufactura de discos que nunca van a gozar del respeto de los puristas y que pocos se atreven a defender en voz alta; más bien, aproximándose a un concepto que al publicista madrileño le debe divertir bastante, el de guilty pleasure. Yo, si me lo permiten, ejerceré una vez más de Guardiola y me situaré en un plano equidistante y sereno. Y es que no alcanzo a asimilar del todo el daño que puedan causar Krakovia o Cycle a la música ni a los oídos. En una era en la que nadie inventa nada y, tanto la producción como la prensa musical parecen atrapadas en un bucle infinito de recreación de viejas fórmulas la una, y de vindicación de referentes atemporales la otra, empieza a resultarme hipócrita y cansino ese dedito acusador señalando de manera implacable la falsedad de gente como Kano. Yo lo reduciría a otra cosa mucho más sencilla, a la utilidad o no de sus discos y de sus canciones, es decir, al primitivo punto de partida del personal sentido del gusto de cada uno. En el caso que nos ocupa, el punto macarra, petardo y tan machaconamente sexual de “Sleepwalkers” se me hace insuperable y agotador por momentos, pero no pongo en duda que, lejos de mi salón y en una noche de desfase y luces de colores, me encantaría reconocer “Back for good” o “Bust me”, como me sucedió con “Confussion” o “Apple Tree”. Lo que no tiene sentido es que si le pinchan semejantes trallazos usted se rasgue las vestiduras y dirija su mirada inquisidora al Dj. Aún no se inventó la Real Academia del Pop. Relájese.
TRES FREEKS
Mirador POP en Monkey Week
La muerte, incluso
Este fin de semana ha muerto Juan Antonio Ramírez. Entiendo que no sea suficientemente importante como para que los periódicos se hayan hecho eco de su fallecimiento un domingo. En fin, tampoco se puede esperar más.
Yo estudié en Sevilla y a mí no me dio clase, pero a algunos amigos míos de la Autónoma, sí, y yo me moría de envidia. Cierto es que Fernando Martín, mi profesor de Arte Contemporáneo, al que casi todos odiaban menos yo y cuatro más -por lo que, por supuesto, nos sentíamos superiores al resto-, nos lo había vendido muy bien, pero lo cierto es que me encantó la única vez que asistí a una charla de Juan Antonio Ramírez, una conferencia sobre lo suyo, el Dadaísmo, Duchamp... Las cositas... Eran otros momentos. Todavía uno quería ser culto, leer todo lo posible y no contribuir a hacer descender el Arte hasta profundidades vulgares porque el Arte, como bien dice en la entrevista que hay detrás de la foto, no puede intentar ser rentable -ni divertido- a toda costa, simplemente ser.
Años más tarde lo vi en la fnac, con su cara de susto y sus gruesas y redondas gafas de pasta naranja, y pensé en decirle algo, pero claro, lo único que hice fue ir corriendo a un compañero que, el pobrecito mío, no sabía hacer la o con un canuto y a todo lo que llegó fue a fingir solidaridad de fan.
Antes de ello, había leído "Duchamp, el amor y la muerte, incluso", la mejor manera que se conocía en ese momento -ignoro si ha sido sustituida por otra- de acercarse a esa figura, absolutamente central, pero no lo suficientemente centrada, del siglo XX. Esa obra, por cierto, estuvo mucho tiempo descatalogada, pero ahora aparece en la web de Siruela junto a La metáfora de la colmena, otro enriquecedor ensayo del mismo autor, que este sí, procuro tener siempre a la vista como fetiche de mi carrera que es.
Un gran respiro para la banalidad y la superficialidad, que ya se ven en semifinales.
Joy Division y la adaptación de la especie
JOY DIVISION
Grant Gee
EE.UU. y Reino Unido, 2007. 93 min. V.O.S.E.
Productores: Tom Astor, Tom Atencio Y Jacqui Edenbrow
Productor Asociado: Jade Robledo
Guión: John Savage
Música: Joy Division
Fotografía: Grant Gee
Montaje: Jerry Chater
Sonido: Rashad Omar
Creo que era Bernard Sumner quien lo afirmaba: "No vi un árbol hasta que tenía nueve años. Todo era feo, pero era lo que conocíamos; no podíamos imaginar otra cosa. No sabíamos lo que era la belleza y probablemente nuestro destino no podía ser otro que trabajar en una fábrica. Éramos chavales normales".
Ahora tal vez nos suene algo extraño, pero la euforia a la que dio lugar la Revolución Industrial no empezó a difuminarse hasta los años setenta, cuando los efectos secundarios del progreso descontrolado llegaron a ser realmente visibles, que lo hubieran sido antes de no mediar el paréntesis de la II Guerra Mundial. Y Manchester era la capital de la Revolución Industrial. Desde la atalaya de 2009, la visión de una sociedad tan estratificada como la inglesa de esa década produce escalofríos. Las figuras famélicas y el tono mortecino de los rostros de Curtis, Sumner, Hook y Morris impactaron a un Anton Corbijn que, no obstante, afirma que "eso era Inglaterra; en pleno invierno, con un abrigo viejo y fino y una camiseta debajo; siempre veías pobreza cuando ibas a Inglaterra".
Me asustan varias cosas, como pensar que un país que era uno de los grandes referentes de las democracias occidentales, y al que aún no había llegado siquiera el thatcherismo, estaba tan mal o peor que España. Cuesta admitirlo, pero probablemente así sea, al menos en lo que se refiere a la diferencia entre clases, especialmente a la relevancia y al papel de una clase media total y absolutamente alienada, gris, sombría y sin capacidad para vislumbrar cualquier otro horizonte que no fuese su barrio, su factoría, su descampado lleno de mierda. Piensen en una cosa: ¿Alguien cree posible que un vaquero podría haber llegado a ser ministro en la Gran Bretaña de 1982? Suena remoto, ¿verdad?
Cuando la cinta de Grant Gee no se centra demasiado en la figura de Ian Curtis, con su genio, sus convulsiones y sus permanentes neuras, es cuando concentra el mayor interés. ¿Quiénes eran Joy Division? Bloques de cemento y acero de tono marrón oscuro y gris proliferan como huevos de cucaracha; algunos tratan de romper la monotonía con trazos serpenteantes, pero eso no los hace menos sofocantes. Podrían estar al otro lado del telón de acero. La pesadilla de Fritz Lang se ha hecho realidad en pleno corazón de Occidente; nada menos que en uno de los grandes núcleos del capitalismo. Hay libertad, sí, pero tendrá que producirse un milagro para que alguien cambie algo, dado el sólido asentamiento del que goza la horripilante estructura. En ese ambiente deshumanizado, tres asilvestrados jóvenes de barrio transportan al rock, de una manera totalmente involuntaria y casi inocente, la angustia, la claustrofobia y la ausencia de colores de toda una sociedad. Una puta brizna de hierba ha crecido entre el acerado de hormigón. Y esta vez no es improductiva.
¿Tres he dicho? El último miembro es un caso aparte. Los cuatro años de relación de Ian con el grupo iluminarían el resto de las vidas de Sumner, Hook y Morris, pero, como he dicho, no eran más que unos jóvenes de barrio asilvestrados. ¿Cómo se explica si no que nadie reparara en el contenido de sus letras? O que sólo Morris fuera al funeral de su compañero. El resto se quedó en el pub bebiendo cerveza; eran punks y, además, hombres y, además, ingleses. ¿Qué iban a hacer si no? La primera pregunta cuenta con una respuesta-excusa respetable: la música era suficientemente turbadora como para que nadie prestara atención a las letras. Tony Wilson fue de los pocos que percibió la angustia de Ian, pero "pensé que sólo hacía Arte. Nunca interpreté que fuera lo que realmente pensaba. ¡Era Arte! ¡Qué ingenuo!".
Arte. Aquí es donde yo quería llegar. Si en semejante entorno el Arte pudo sacar la cabeza, todo es posible. Por si hace falta aclararlo, hablo de Arte y no de Belleza. Aunque la Belleza también llegó. Y de qué manera...
Magnifico documental, que viene a arrojar un poco de luz sobre una etapa que sigue y seguirá contaminada por el poder de una leyenda construida sobre el ya clásico 24 hours party people, de Michael Winterbottom.
Oasis y la muerte (pre) matura
El otro día mi novia me contaba que un amigo suyo de Nueva York andaba tristísimo por la separación de Oasis, que se había cargado en el i-pod todo lo que tenía de ellos y que llevaba dos días sin escuchar otra cosa y sin superarlo.
Y qué quieren que les diga... uno con ese complejo de sentirse un listillo, con ese angelito de la guarda golpeándole en el hombro diciendo "cállate, que cualquier cosa que digas te va a hacer pasar por pedante, por resabiao...". Y, lo peor, por tercera vez en lo que va de 2009. ¿He perdido mi capacidad de sopresa o es que aún el azar no me ha llevado a intercambiar con nadie una serie de conclusiones que me parecen evidentes?
¡Qué fan que fui de Oasis! Fui tan estúpidamente fan... Me hicieron perder tanto tiempo con esa estúpida necedad primerizo-post-adolescente que me hacía llegar a creer que después de ellos no había nada... Sí, señores, yo era de esos que, si escuchaba a Blur, luego lo negaba. No me vale la excusa de que tenía dieciocho, veinte o veintiún años. Me comporté como un gilipollas y no hay nada más que decir.
Leía todo lo que podía sobre ellos y, bueno, afortunadamente en aquel momento internet no había acaparado aún nuestras vidas, si no me habría pasado años mirando vídeos en Youtube, imagino que completamente atontado y alelado.
La fijación tenía sus motivos. Me gustaban mucho, sí, pero un seis de enero apareció una caja de singles; eran los del "(What's the story) Morning glory?". Yo no la había pedido. Ni siquiera sabía que existía. El subsiguiente resultado fue que quedé alucinado con las caras B y no alcanzaba a comprender cómo podían acabar arrinconadas en el banco de los suplentes sin que nadie hiciera nada por darlas a conocer. Ello contribuyó decisivamente al incremento de mi pesadez en mi incesante labor proselitista. Los que compartieron piso conmigo aquellos años y lo sufrieron pueden dar fe; también mi novia de entonces y hasta su hermana. ¡Me atrevía hasta con mi cuñada por mi grupo!
Bueno, aún ahora sigo pensando que los dos primeros discos de Oasis son dos obras maestras. Lo que no es de recibo es que perdiera el tiempo defendiendo medianías como "Be here now", que, ahora lo puedo reconocer, no me lo creía ni yo, a pesar de que ese tercer trabajo contaba con canciones notabilísimas, como "Don't go away" o, mi favorita, "Fade in-out". En mi defensa argüiré que en el otro bando lo que me encontraba no eran tampoco fans de Blur, sino de Offspring o del trip-hop y la electrónica más de diseño que te puedas echar a la cara, así que, bien visto, se merecían que les diera la pelma.
A partir de ahí, destellos contados en "Standing on the shoulder of giants" y "Heathen chemistry"; siempre manteniendo la tendencia descendente y sin atisbos de levantar el vuelo. Me costó asumir que no me compraría el "Don't believe the truth"; una ex- compañera de la fnac me guardó la edición especial en un cajón durante meses. Nunca fui capaz de decirle "déjalo, no me lo guardes más que no me lo voy a comprar". Y es triste cuando lo mejor que puedes decir de un disco es un "Pues, ¿sabes? No está mal, tío"; es lo que me ocurrió, a grandes rasgos, con el reciente "Dig out your soul".
Así que el hecho de que se separen Oasis me parece una buena noticia. Creo que, parafraseándoles -últimamente eran insoportablemente cínicos-, su continuidad como grupo era "una pérdida de tiempo". Cada disco que han editado después del "Be here now" no ha conseguido más que dilapidar su propia historia e imposibilitar el crecimiento de un mito que, ya de salida, partía con indisimulada impostura.
Habrá a quien le turbe la sorpresa, lo inesperado del hecho. Bueno, sí, a medias. Era evidente que los hermanos no se soportaban. Nunca lo hicieron. Eso sí que no era impostado. Estaba claro que "el bueno" se cansaría cualquier día. Al fin y al cabo, tampoco quedaba nadie de la formación original, que era la más auténtica y divertida.
Pero decía que es la tercera vez en lo que va de año que me quedo en plan como "bueno, ¿y qué? En realidad es lo mejor que podía pasar(le/s)".
No entiendo por qué hay quien pretende que sus ídolos vivan eternamente. ¿Para qué? ¿Para tenerlos como meras mascotas con las que identificarse ante el colectivo? Está claro que el hombre moderno no admite la muerte. ¿Cómo va a admitir la muerte si no admite que GMail se le caiga durante media hora? Sin embargo, prefieren ver vivo a ese hombre al que dicen admirar, aún a fuerza de comprobar cómo pierde el norte (y la dignidad) día a día. Porque del pobre Jacko sólo escuché hablar bien a dos o tres personas en los últimos años; el resto se dedicaba a reírse de él. Y era normal. Estaba acabado en todos los sentidos, absolutamente devorado por la-otra-cara-del-éxito, colonizado por todo tipo de parásitos y gente mala que, según parece, se aprovechaban de los restos del naufragio de un buen tipo. Todo parece indicar que vivía en un infierno y que, de haber sobrevivido al ataque que se lo llevó por delante, le habría esperado una vejez incómoda, desagradable, doliente y precaria.
Tanto como la que probablemente acechaba a Antonio Vega, éste aún más víctima de sí mismo. No quiero imaginar cómo debía encontrarse ese sistema digestivo -por decir algo- después de casi treinta años de adicción a la heroína.
Ya. Está claro que el caso de Oasis no es el mismo. Sólo estaban musicalmente acabados, convertidos en una versión prematura de los Rolling y su permanente estafa de última-gira-juntos. Nada comparable a estar física y anímicamente destrozado. A estar a la última pregunta. Ese estado que, cuando se trata de un ser querido el que expira, no nos lleva a decir otra cosa que el clásico "ha descansado". Lo contrario es ser un hijo de puta.