29 marzo 2007

El gallo necesario: José Ángel de la Casa


Mi primer recuerdo futbolístico se remonta a una soleada tarde del verano de 1982, una paloma blanca hecha con gente sobre un campo de juego, un niño que sacaba otra paloma de un balón, y mi abuela que, como siempre, no paraba de narrar lo que salía por la tele -por fin en color- que en ese caso, como ya habrán adivinado, no era otra cosa que la inauguración del mundial celebrado en España aquel año.

Asociadas a aquellas imágenes, y dentro del mismo bucle, las sintonías, la "R" parpadeante de "Repetición de la jugada", que yo pronunciaba dentro de mi cabeza porque estaba aprendiendo las letras (errrrrrrre, errrrrrrre... quizá por esto sea ahora Don Erre que Erre), el marcador y el cronómetro sobreimpresionados rudimentariamente y el color fosforescente de las camisetas de España; en mi cuarto, a la derecha de mi cama, el mini poster dedicado a la selección que regalaron aquel año con el diario; no los recuerdo a todos de memoria, pero estaban Arconada, Camacho, Zamora, López Ufarte, Gallego, Sánchez, Satrústegui, Gordillo...

Cuando los miraba, en mi cabeza retumbaba una voz pausada y grave que yo asociaba a la ilusión del fútbol, a España y a las contadas veces que ponían al Cádiz por la tele. Como los domingos no ponían partidos, cosa que me parecía incomprensible, a veces escuchaba la radio. Nunca me gustó. Los narradores me ponían nervioso y no alcanzaba a comprender por qué lo hacían diferente a aquel hombre de la tele cuyo nombre me aprendí rápidamente: José Ángel de la Casa.

Cuando tenía seis años y vivía en Tarifa con mi madre, España jugaba un partido importantísimo. Mi madre me puso un cola-cao y un bocadillo y allá me senté, frente a una enorme Zenith en blanco y negro donde únicamente se veía la primera cadena porque sólo sintonizaba en VHF. Yo no sabía muy bien para qué servía ese partido. Primero dijeron que tenían que marcar once goles; luego, en el descanso eran nueve; pero al final debían ser doce. Todavía no sabía yo muy bien cómo iba eso de restar y tal.

Recuerdo a Rincón haciendo molinillos con el brazo y a Santillana. Cuando llevaban siete u ocho goles, yo ya había comprendido que había que llegar hasta doce. Más tarde se produjo ese hecho tantas veces recordado: "Señor... Víctor... ha caídooo... Señor, Señor!! Goooooollll!!!! GOOWWWAARARLRLLL DE SEEEÑÑÑWWWRRRWOOWOO!!!! Goooooool de Señooooor!!! ".

Aquel tipo se había emocionado. Era la primera vez que le veía hacerlo. Unos años más tarde, Tele 5, en la época en la que todavía era Tele-teta, emitía un programa nocturno que se llamaba "Futbolísimo". Un día programaron el España-Malta... sin los comentarios de José Ángel de la Casa... un fraude. Yo había grabado el partido y me preguntaba para qué lo había hecho. Luego, no sé con motivo de qué, lo encontré un día en vídeo en El corte inglés de Sevilla. Desde entonces, lo habré visto como veinte veces con personas diferentes.

Pese a lo que suele decirse, yo lo escuché emocionarse y decepcionarse otras veces: En la Eurocopa del 84 -con el gol de Maceda en semifinales y el fallo de Arconada en la final- en el Mundial de Méjico -donde pudo cantar
otro gol agónico de Señor- en los Juegos Olímpicos de Barcelona con el atletismo o en las finales de copa de Europa o de la UEFA disputadas por equipos españoles.

Profesional sobrio y de opiniones ponderadas, José Ángel de la Casa aparecía, para muchos, como un periodista soso y desfasado, de corte frío y anticuado ante la exuberancia narrativa de los jóvenes profesionales que iban surgiendo. A mi modesto entender, ha sido de los pocos que ha sabido distinguir entre radio y televisión a la hora de narrar un encuentro. El estilo radiofónico no es para la televisión, donde el espectador cuenta con la visión de las jugadas, lo que le posibilita construir sus propios juicios. Cuando, por el contrario, el presentador se adapta al formato televisivo, se producen desgracias como las protagonizadas por Paco García-Caridad, en los tiempos donde Antena 3 obligó a que hubiera fútbol los lunes o, en general, cualquier periodista de esta cadena.

Uno de los valores que hacían grande a José Ángel de la Casa era su desempeño a la hora de aprenderse los nombres de los componentes del equipo extranjero, pronunciándolos siempre con corrección fonética, en lo que constituye una muestra, no sólo de profesionalidad, sino de respeto y deportividad. Él no decía Gary Nevíl, sino Gueri Nevool-l; tampoco decía Freund, sino Froind. De la misma manera, se informaba convenientemente de quién era el mandatario que representaba al país contrario en el evento correspondiente.

Otra de sus especialidades era dar cuenta de la intensidad del momento, pero sólo con la palabra, no con gritos. Ayer, en su despedida, España -como no podía haber sido de otra forma- sacó adelante el partido de manera agónica. Características, en estos casos de llegadas continuas pero sin suerte en el remate, eran construcciones como: "Guardiola... una y otra vez el equipo español toca empezando desde abajo, Urzáiz, no llega Amor... sí lo ha hecho Baquerooooo... ¡paró el meta lituano! ¡¡Qué barbaridaaad!! España lo intenta, pero estamos ya en el minuto 86, siempre con el cero cero en el marcador...". Por añadir una frase más de su catálogo, cuando Italia, por poner un caso, nos atacaba bombeando balones y forzando saques de esquina, me gustaría citar "momentos de agobio para España, señores". Yo creo que ha sido el último en decir "señoras y señores" de una manera académica y seria.

Cuando yo era pequeño, se despedía siempre diciendo "un saludo desde...", fórmula que yo también utilizaba en mis cartas durante esa edad en la que escribes a gente que ves todos los días, sólo por el mero hecho de escribir cartas; así que yo ponía "un saludo desde la Calle Acacias"... qué ridículo, jeje.

En los últimos tiempos, y cuando el equipo ganaba, solía cerrar la transmisión con un "Que ustedes lo hayan disfrutado"; así lo hizo ayer, pidiendo permiso humildemente "después de treinta años ruego me permitan un minuto", y añadiendo, mucho más emocionado de lo que podríamos haber imaginado, con los ojos enrojecidos y la voz entrecortada, que para él había sido un placer, que él había disfrutado muchísimo y que esperaba que nosotros también.

Por si queda alguna duda, yo desde luego que lo disfruté.
Isaac Lobatón

26 marzo 2007

La Costa Brava: Estudio y Estadio

Cuesta un poco decir algo de un disco cuyas canciones vienen comentadas por los propios autores de las mismas. De hecho, va contra mis principios. No creo que exista grupo donde sus componentes hayan llevado a cabo tantos esfuerzos por hacer llegar a su público las claves para comprender sus composiciones. Es por ello que me parece un pequeño atrevimiento decir algo más de "Velocidad de crucero", el último trabajo de La Costa Brava.

Así que, con la venia, señores Fernández, Algora, Vicente y Moreno, me gustaría comenzar diciendo que, justamente, el disco se inicia con una de las mejores composiciones en la historia de este singular grupo. Desde la primera escucha, Natasha Kampush entra directamente al olimpo, junto a Canción de cumpleaños, Copas de yate o Treinta y tres. Sabido de sobra es cómo Almodóvar ha buceado con frecuencia entre las páginas de sucesos a la caza de un titular sobre el que sustentar una historia, mecanismo parecido al que ha llevado a Sergio Algora a darle la vuelta a la crueldad para crear una excepcional balada que, advertimos, es capaz de planear varios días sobre la cabeza sin que podamos hacer nada por que se largue.

Pegamos un salto hasta el corte número doce, Japonesa, para señalar la competidora más seria a mejor canción del disco. Un característico medio tiempo de Fran, pero con un acabado electrónico al que no nos tienen acostumbrados ni él ni el grupo, y cuyo antecedente único se remonta a La música, las drogas, el láser, las minifaldas- afortunada aportación de Dani Garuz al primer disco, "Déjese querer por una loca".

No es cuestión de hacer una clasificación, ni de hablar del disco canción a canción, pero es que, cuando un larga duración entra como un sobre de Cebión Granular, cuesta sustraerse a los comentarios que te suscita cada tema. Olímpicos, por ejemplo, una canción escrita y desarrollada dentro del cumplimiento más estricto de las leyes costabravistas, y que remite a imágenes de cuerpos danone, mangueras, césped, cocos, limones y viajes en dos caballos con la capota levantada, imágenes flasheadas con luz blanca, merced a los (contenidos) arreglos disco que acompañan al tema.

Ricardo Vicente, en permanente crecimiento, se consolida como el tercer vértice compositivo del grupo, con dos temas en solitario de gran delicadeza y discreta belleza, como Amor bajo cero y Te cambio por un mundo donde no valga la pena. Mientras, Enrique Moreno, sorprende con Dispositivo, un sincero homenaje al lado más melódico de Los Brincos (J. Pardo y A. Morales) convenientemente contrarrestado por La prueba del polígrafo (Algora) que, más allá de su sardónico título, remite más a la fuerza y emotividad de Fernando Arbex.

De otro lado, Fran sigue haciendo de las suyas. Canciones que no esconden sus influencias y de melodías redondas, letras realistas, y humor inteligente sin doble filo: En los días de la grabación del disco decía que Hello goodbye era la felicidad... en los días en los que se grababa Háblame... ya se había notado que esta canción de The Beatles era un referente en "Es Perfecta", concretamente en Alumno o Profesor. También divierte esa transmutación en el espíritu de la Ana Torroja de Mecano, para cantar una canción en la que el (la) protagonista es alguien del sexo opuesto; se trata de Casado con otra, con un arreglo que me dejó totalmente descolocado, al introducir el riff de I wanna be your boyfriend. Y, superado el trauma de coincidir en acordes con Greenday, "Hospital", un empeño personal por hacer una canción con un poco de más velocidad, y cuyo espíritu lírico me recuerda a la homónima de Carlos Berlanga; ambas son canciones de melodía alegre, pero de letra triste. Qué cosas.

La producción de Paco Loco es meticulosa e inteligente, pero respetuosa, como siempre, con el espíritu del grupo. ¿Quién diría que Remate y La Costa Brava cuentan con el mismo productor? Paco Loco es un genio, un guante que se adapta sin problemas y con una eficacia pasmosa a las apetencias de sus sucesivos clientes.


A todo esto, y con el disco recién adquirido el viernes, me desplazo a Sevilla anteayer para ver la puesta de largo de "Velocidad de crucero"en el Fun Club. Hacía unos meses que había visto a la nueva formación en el Arena, en Madrid, esto es, Liborio por Eloy Cases en el bajo y Ricardo Vicente sustituyendo a Dani Garuz en la guitarra. Entonces me pareció que Richi necesitaba un poco más de tiempo para adaptarse al grupo, y que de Eloy, otro gran músico, sólo se echaba de menos su actitud risueña y relajada en el escenario. El sábado, Iván, otro bajista, llevaba a cabo con gran solidez su segunda actuación con La Costa Brava; sin embargo -y, ay, no es fácil decirlo- Richi sigue pareciendo abrumado por la ilusión que le ha producido estar en el grupo, una ilusión como yo no he visto nunca en ningun músico, pero que quizá lo atenace un poco a la hora de hacer crecer su aportación como músico de directo, una aportación que no está a la altura de su notable bagaje compositivo.

Por lo demás, las acostumbradas dosis de química con el público, la percepción, una vez más, de que un directo debe ser más un regalo para el auditorio que una exhibición del artista... Aunque se echara de menos un poco más de protagonismo del último trabajo, porque lo merece, y la presencia de algún otro clásico como Desastre, éstos no son factores relevantes en el conjunto del concierto. Sí lo es el plato roto de Enrique Moreno, pero por la carga de romanticismo que conlleva... Dani ha perdido el tren, allá vamos otra vez... Clásicos atemporales como Dos ostras, El cumpleaños de Ronaldo, Canción de regalo o Hazte camarera volvieron a desfilar para hacer las delicias de una de las hinchadas que más comunión encuentra con su equipo.

¡Que siga yendo viento en popa!


Isaac Lobatón

17 marzo 2007

La angustia de ser indie


[Cuelgo un mail, en varias entregas, que le mandé a una amiga, tal cual, a colación del tema de La Oveja Naranja. Ella me preguntaba si es que ahora estaban de moda las pijas. Y no, no es eso, claro que no... Añado alguna cosa... la astenia primaveral es lo que tiene].

Contradictoria porque contradigo lo que te dije ayer, que me explico vía blog. Esto sigue siendo cierto, pero como no te voy a hacer leer todo mi archivo, te contesto/rebato/explico algunas de las cosas que me dijiste ayer. Te advierto que puede ser largo. [He terminado. Es largo. Y eso sin contar los links que te he puesto. Tómate tu tiempo. O pasa de mí, que es otra opción].

Me cuesta trabajo, porque cualquier cosa que te trato de responder me lleva a otro tema, pero trataré de no perder el hilo.

En realidad, todo la cuestión viene dada por un hecho que en sí es objeto de controversia e indefinición: La identidad indie.

Lo primero es recordar una perogrullada tan grande como que INDIE es un apócope de INDEPENDIENTE.


Difícil entrar a explicar semejante cosa. Lo que creo que deberíamos tener claro los dos es que el indie, por definición, no se para a prejuzgar de dónde procede tal o cual manifestación estética. Quede claro que un indie es, obviamente, algo más que un tipo con flequillo a la taza, pelo acumulado cerca de las orejas, camiseta de rayas horizontales, vaqueros de pitillo y zapatillas adidas.

Autodefinirse como indie es, para mí, lo mismo que autodefinirse como guapo, gracioso, listo o socialista: más que una pertenencia a un grupo social es una cualidad que ha de demostrarse a través de una cierta trayectoria. Un muchacho de trece años no puede venir a decirme que es indie; puede, por el contrario, venir a decirme que QUIERE SER indie.

Ahora bien, llegado el caso o la edad en la que uno puede arriesgarse a asegurar tal autodefinición, siempre se tiene la oportunidad de ser medianamente coherente. Pongamos por caso el mío, no por nada, sino porque es el que tengo más a mano. Yo trato de buscar la independencia, pero soy consciente de que no siempre soy capaz de conseguirlo y, a estas alturas, puedo distinguir con claridad aquellos casos en los que me dejo llevar por prejuicios. Eso sí, creo que cada vez tengo menos. Al menos, lucho honradamente por ello.

La clave de la independencia está en el abandono de actitudes prejuciosas:

A. Con un estilo musical
B. Con un determinado intérprete o grupo
C. Con la procedencia de la manifestación estética de un determinado colectivo, llámese país, llámese tribu urbana, llámese los de la Escuela de Bellas Artes que eran todos unos colgados o los de la tuna de la facultad de Derecho. Nada es malo a priori. Presunción de inocencia.

¿Cuántas veces has dicho o te han dicho? - "No, yo escucho de todo". Es mentira en el 96% de las ocasiones.

No está lejana del movimiento -no es un movimiento, pero para entendernos- indie una ética de respeto al prójimo integral. Creo que desde la apertura de oídos se puede proyectar una actitud similar de cara a nuestros semejantes. Leer una entrevista de un músico al que desprecias está muy cerca de leer una entrevista de un político al que desprecias. Ejercitando estas actitudes se logra que cada vez cueste menos trabajo escuchar al otro, al contrario, y tratar de entender lo que dice y separar conceptos, historias paralelas, pasadas...

Todo esto es teoría. Está claro que la práctica no es así, pero sí te puedo asegurar que dentro del movimiento indie de Madrid es en el único sitio donde he tenido la sensación de que nadie miraba a nadie ni por cómo fuera vestido, ni por gordo, ni por flaco, ni por nada de nada. Sobre este particular, los indies de Madrid, recomiendo
esta lectura didáctica.

Como ves, he empezado hablando del público, del ciudadano indie...

CONTINUARÁ

Tulsa: Lilith en el columpio

Cuando José María Rey encuentra un eslogan interesante para un artista, suele repetirlo de manera un tanto machacona. Hace aproximadamente un año, en la radio escuchábamos con mucha más claridad “psiquiatra de día, rocker de noche” que el propio nombre de la intérprete de esas delicadísimas canciones.

Después de varios días logré enterarme de que era Miren Iza, ex de
Electrobikinis (grupo que no controlo), que había dado un giro en su carrera hacia el rock de autor al frente de un proyecto titulado Tulsa.

Al parecer, Miren Iza ejerce como psiquiatra en un hospital público madrileño. Los casos con los que cada día se tropieza son una constante fuente de inspiración para la ensordecedora lírica de esta, aparentemente frágil, música vasca.


Me llevé años lamentando que Christina Rosenvinge abandonara el castellano, independientemente de lo bien que le haya salido el proyecto anglófono, pero ahora celebro que, Dios sabe cuándo, ella y Josele Santiago echaran una canita al aire. Porque ¿de dónde si no puede haber salido ese perfecto bloddy Miren? Aunque debo reconocer -y ya sé que puede parecer un disparate, porque una vocaliza, y el otro no- que el deje y el desdén de la bilbaína me ha recordado también, por momentos, a J. Rodríguez.

Miren canta las cuarenta a los energúmenos (*) que han pasado por su lado sin reparar en ella con un deje contagiosamente decadente, convencida, con furia pero sin ira. Descreída, de vuelta, sus frustraciones de perra vieja entran en fuerte contraste con esa textura de inocencia post-adolescente que envuelve al conjunto. La melodía va surgiendo de manera natural, casi intuitiva, al igual que la letra, en un discurso visceral y concupiscente, casi rapero, donde el concepto encuentra una fusión plena con la música.

Antes de verla en directo, imaginaba a una chica bastante parecida a Miren sentada en un banco del parque, hablando sin levantar los ojos del suelo, con los pies girados hacia dentro, profundamente decepcionada y confusa, sin otra persona a quien hablar que a sí misma, pero creyéndose cercana a un punto de inflexión desde el cual difícil será que alguien le vuelva a hacer daño. En un banco o en un columpio, meciéndose lánguidamente.

Además, Tulsa, la banda, ofrece uno de los mejores directos nacionales del momento, de una infrecuente pulcritud sonora y técnica. Los vi hace unos meses en la Moby Dick, días después de asistir, nada menos que al
debut madrileño de Grupo de expertos sol y nieve. La bilbaína clava los fraseos, lo mismo que Alfredo Niharra, el guitarrista, con un sonido semejante al que últimamente viene ofreciendo Pablo Novoa en su fructífera colaboración con Josele Santiago, es decir, purismo (Bigsby Travis), elegancia, calidez... rock de salón.

En una de sus más celebradas composiciones, Tulsa dice: "Seguramente me lo merezco". En principio no creo que nadie se merezca lo que narra esa canción; desde luego, de lo que estoy seguro es de que Tulsa no se merece el ninguneo y la indiferencia con que su EP ha sido recibido por la crítica más pimpante de este país. Esperemos que ello no ocurra con el inminente larga duración, que estará en la calle a mediados de abril.

(*) Dedicado a otra Miren que, hace algún tiempo, ya dejó de ser molestada por energúmenos.

Isaac Lobatón

15 marzo 2007

Viola estuvo en Mestalla

Hace unos cuantos años ya, cuando un negro que se llamaba Viola goleaba en el Valencia, yo aun no conocía a otro Viola, Bill Viola. Este señor, cuyo nombre debe ser pronunciado igual que Iowa, y que es muy importante, es uno de esos artistas cuyas obras deberían de hacerse llegar con más esfuerzo al gran público -al 87 % de la población- para hacerles ver que no todo el arte contemporáneo es una tomadura de pelo.

Como para arte-Arte, prefiero que pinchen el link que figura ahí a la derecha, que además cuenta con una entrada sobre el asunto, me centro en lo que me ha llamado la atención, en por qué les hablo de repente de este artista.

Visionando
las fotografías que narran la bronca del Valencia-Inter de Milán del otro día, he tenido una sensación similar a la que me produjo contemplar las obras que conformaban la exposición "Passions", hace un par de años en la Fundación La Caixa, en Madrid. No me ha sido posible encontrar nada de Viola en la red, así que, el que no lo conozca, no tendrá la oportunidad de disfrutar del cómico parecido.

En cualquier caso, creo que las imágenes son buenísimas, un auténtico estudio de expresión de los rostros y los cuerpos, del furor, la confusión, la ira, la cobardía... Además -y sé que esto me va a quedar muy gay- las escenas son protagonizadas por complexiones atléticas, por si fuera poco mediterráneas en su mayoría. El posmodernismo elevado al cubo. ¿No les parece?

Isaac Lobatón

02 marzo 2007

La insidia que no cesa (III)

Eutanasia, aborto, reproducción asistida, congelación de embriones...

Suicidio.

Por supuesto.

Pilares tradicionales del iusnaturalismo bajo la óptica democristiana.

Pero esta derecha tiene poco de cristiana (ni siquiera de apostólica ni de romana) y cada día menos de demócrata.

"Si hubiéramos cedido, Miguel Ángel Blanco estaría vivo". Vaya con la frasecita... Da vergüenza ajena y acidez de estómago propia.

Uno se pregunta si se creen todo lo que dicen. Si así fuera, serían malos, muy malos. Si no, pues peor, porque su conducta es dolosa, amparada en una falsa defensa del Estado de Derecho, del cumplimiento de la ley.

No hay ley que esté por encima del derecho a la vida, independientemente de quien ostente la titularidad de ese derecho, pero es que hay que recordar que, en la mayoría de las democracias occidentales, no sólo existe el derecho a la vida, sino el deber de vivir. En tanto en cuanto esto sea así, no serán admisibles en Derecho acciones como las que llevaron a Ramón Sampedro a quitarse la vida. Si los que le ayudaron no pasaron por la cárcel se debe, sencillamente, a que no se pudo demostrar su culpabilidad.
En consecuencia, la actitud pasiva ante una conducta que atente contra la vida propia, sería igualmente constitutiva de delito.
Si esto último es, reconozco, discutible desde el punto de vista jurídico, no lo es desde el plano moral.
No es admisible que quienes se oponen al uso discrecional de nuesto tiempo de vida, los que niegan cualquier posibilidad de autonomía de un ciudadano para ejercer su derecho de estar conectado o no a una máquina que lo mantenga con vida, se muestren en contra de mantener con vida a un ciudadano, por muy execrables que fueren los delitos que cometiera éste.
Eso sin llegar a entrar en lo que se explicó tantas otras veces: tal ciudadano ya fue condenado por los delitos de sangre que figuran en las pancartas de la AVT. La artificiosa manera de mantenerlo en prisión, auspiciada por el anterior ministro de justicia, y ejecutada por Grande-Marlaska, ha reventado ahora en las manos a dos poderes del estado, el ejecutivo y el judicial. Y, a propósito, un paréntesis; si no me falla mucho la memoria, éste fue el caso que proporcionó a Grande-Marlaska el respeto de "Madrid", un respeto que se cimienta casi siempre sobre la base del odio abertzale, una suerte de prueba del nueve por la que debe de pasar cualquier magistrado que alcance la Audiencia Nacional, independientemente de la certeza o no de las decisiones que tome.
Pero yo sólo quería decir que la moral de estos ex-democristianos me parece frágil. Cuentan con una escala de valores para medir a ETA, y otra para el resto del sistema democrático.
El análisis político de Paco Tilla

01 marzo 2007

La insidia que no cesa (II)

Me he preguntado muchas veces si los políticos, especialmente aquellos que ejercen el poder obtenido en las urnas -independientemente del partido que los haya aupado- guardan la capacidad de poder ejercitar su derecho a demandar a un tercero por difamación y/o injurias.


Me he respondido repetidamente que, en tal caso, quizá el proceso político no gozaría de la fluidez deseable; si cada acusación falsa, extemporánea, capciosa o dolosa fuera denunciada y juzgada, el poder legislativo no contaría nunca con la salud necesaria para desarrollar su tarea cotidiana.

Viene esto a propósito de la última tormenta política, desatada hoy mismo tras la reconsideración, por parte del Ministerio del Interior, de la situación sanitaria del preso De Juana Chaos.

Esta frase, por ejemplo: "Se trata de una decisión política y personal del jefe del Ejecutivo porque "está metido hasta el cuello en un proceso indigno de negociación con ETA”.

O esta otra: "Zapatero está cumpliendo uno a uno todo los compromisos con ETA".

Por no hablar de ésta: "...pasará a la historia como el presidente que humilló a las víctimas, que cedió al chantaje del asesino de 25 personas, y eso dos meses después del atentado que costó la vida a dos personas".

Tengo claro que la demagogia no constituye delito. Lo digo porque la tercera frase era más demagógica que difamatoria, pero en fin...

Y, ¿por qué ejercen la demagogia y la difamación quienes la sufrieron en el pasado reciente?
El análisis político de Paco Tilla.