Nueva York y sus retazos
- Me ha aburrido mucho que me pregunten al llegar sobre dos cosas: El frío y los controles. Si me ven, no lo vuelvan a hacer.
- Los controles: cuando vas a EE.UU. ya sabes lo que hay. Si vas a pasar el 90% tratando de afianzar tu condición de europeo culturalmente superior sobre la base de las presuntas faltas de respeto que has sufrido, eres muy libre, pero para eso no te gastes la pasta, colega...
- Me importa un pito que el gobierno de EE.UU. tenga una foto mía y mi huella dactilar.
- Me importa dos, que me escaneen y me vean las bolillas. Es más, si alguien usa esa foto mía con fines digitales -abandónense a la polisemia sin complejos- pues con su pan se lo coma.
- Me entristece llegar aquí y que haya tanta gente que te hable de los gringos de la misma manera displicente que cuando las concentraciones anti-OTAN de los ochenta. Sobre todo, cuando, por poner un ejemplo, nuestro país va a situar el listón a una altura difícilmente superable (bueno, ahí está Italia currándoselo, pero dejando la responsabilidad a un solo hombre; aquí tenemos dónde elegir) de dieciséis años de presidentes ridículos voluntarios. Y ojo, que todavía pueden ser veinte. ¿No sería mejor que nos calláramos?
- Aquí, la foto de la terraza donde me visitó el marciano aquel:
- Y aquí la de un vecino que, el año pasado, también tenía la ventana decorada con frases reivindicativas. No se ve en la foto, pero a la izquierda, en la puerta, su correspondiente banderón, que ser crítico no implica dejar de tener sentido de estado. Como en Lavapiés, vamos...
- Stiffelio resultó ser una ópera algo chocante. Aquí, las feministas y feministos habrían boicoteado su estreno. No creo que fueran capaces de ver que la sublimación de la moral que lleva a cabo produce tanto asco -además de su fracaso y ostracismo tras su estreno, precisamente por adelantarse a su tiempo- que el efecto que consigue es que te den ganas de ponerte a manifestarte y a romper sujetadores y sujetadoras en la Quinta Avenida.
- Siguen abrumándome las cuestiones raciales. Sé que en los posts he hablado a menudo de un negro, de una reunión de blancos, etc, etc, pero es que es algo que me parece que está muy presente. Por ejemplo, un día fuimos al ballet de la compañía de Alvin Alley, que no es una compañía cualquiera de ballet, sino una compañía negra. Es así. El tercer acto era, de hecho, una coreografía de su fundador con la que el teatro se vino abajo: campos de algodón, trabajo de sol a sol, vestidos tipo "El color púrpura", chalecos de rayas verticales amarillos y negros... Lo que me llamó la atención era que, en este caso, sí que había blancos, aunque entre el cuerpo de baile sólo existía uno entre veinte. ¡Imagínense lo bueno que tenía que ser!
- Algo tan auténtico, tan concupiscente, te da para pensar: "¡Muerte a la espiritualidad! ¡Viva el ritmo! ¡Abajo la introspección! ¡La sensualidad al poder!"
- En el concierto de Levon Helm y Okkervil River sucedió justo al contrario. Bueno, no. Más... Esta vez, entre los asistentes (unos 5.000) yo debía de ser de los más exóticos. Y es que estamos hablando de un tipo de música que a todo el que no sea blanco le importa un pimiento, la verdad. No se puede pedir a un tipo que viva en la 136 que flipe con el desarrollo que un hombrecillo pálido de Arkansas ha hecho de la herencia folk británica porque, lógicamente, se la sopla. Y menos aún que demuestre interés por unos chicos de Texas (¡nada menos!) por mucho que éstos sean capaces de ensamblar su tradición folk-rock con, pongamos, The Jam. ¡Y cómo!
- Los blancos se venían abajo con los grandes clásicos de Levon Helm exactamente de la misma manera que los negros con la mítica coreografía de Alvin Alley.
- Patrick Pestorius, bajista de Okkervil River está tristón. Con la marcha que tenía cuando lo vi en Barcelona... Lo habrá dejado la novia.
- Lo que se han dejado todos es barba. Ahora sí que parecen de Texas y no de la Costa Oeste como antes. Bueno, todos no. El acordeonista y teclista que se parecía a Fred Astaire sigue pareciéndose a Fred Astaire.
- Algo tan auténtico, tan químicamente puro, te da para pensar:"¡Muerte a la sensualidad! ¡Viva la melodía independiente! ¡Viva la evanescencia celta! ¡Muerte al ritmo salvaje! ¡Muerte a Satán!"
- Además, esas pelirrojas-rubias de caderas anchas, con sus botas vaqueras y sus pistoleras, también tienen su sensualidad. ¿O no?
- Me pregunto, aparte del deporte, qué es lo que vertebra culturalmente ese país, ya que todo esto me hace dudar de la universalidad de Bob Dylan como símbolo. ¿El jazz, quizá?
- La canción con la que Dean & Britta cerraron su concierto era la versión de "Ceremony" del "On fire". No me acordé hasta el otro día, cuando, cantándola en el coche, se despejó de cualquier galaxización.
- No es cierto que Nueva York sea una especie de cochinillo urbanístico del que se aprovecha hasta el rabito. Fíjense el estado en el que se encuentra el edificio de la Factory warholiana.
- Lo han adivinado: El inmueble ya no existe. Si me he equivocado, menudo corte, pero miré en dos guías diferentes...
- En Nueva York no hay ensaladilla de gambas, el vino es carísimo y las copas son una puta mierda. Además, una bolsa de picos, si la encuentras, cuesta siete dólares...
...pero ir a Nueva York una vez al año debería ser recogido en la Constitución como un Derecho Fundamental.
Les dejo con esta simpatiquísima imagen: