David Trueba y la ironía
Ayer tarde asistí a una charla con David Trueba en la Universidad. Siempre me ha parecido un personaje interesantísimo. Tanto o más talentoso que su hermano, algo más discreto y, al mismo tiempo, dotado de una elocuencia muy superior, que ya es decir.
Me gusta leer sus columnas, pero después de disfrutar de su lucidez en directo, me temo que David aún no ha volcado en ellas todo lo que lleva dentro. No hay que preocuparse, porque se trata del tipo de personaje destinado a convertirse con los años en una especie de venerable maestro y gurú; salvando todas las distancias, como sus admirados Azcona, Fernán-Gómez o Haro-Tecglen.
El caso es que ayer me llamó la atención una cosa. La mayor parte de los asistentes acudió a la charla preparada para reirse o con intención de ello. Y reirse es muy sano, sí, pero yo no estoy tan seguro de que Trueba pretenda transmitir comicidad con lo que dice, sino más bien una visión realista y algo cruda del mundo. Creo que cuando asegura, refiriéndose al cine, que el Arte es innecesario y la producción del mismo casi inmoral, no busca el sarcasmo, sino manifestar el constante tormento, las tremendas contradicciones, en las que un artista, si es que tiene dos dedos de frente, vive inmerso.
Sé que es tirar piedras sobre mi propio tejado, pero hace poco hablaba con un crítico musical que me miraba con cierto asombro cuando yo le insistía en la idea de que los conciertos en directo no interesan a nadie. Es lo que he pensado siempre, pero cada día estoy más seguro de ello. O, mejor, cada día creo que hay menos gente verdaderamente interesada en la música, en directo o grabada, en la cultura, vaya. Tampoco voy a volver a abundar en el contrasentido que me resulta que te paguen por opinar. Sí, son profesiones y actividades que existen, pero, realmente, ¿quién las necesita?
Un artista consciente de su liviandad, de su interinidad, constituye casi por sí mismo una garantía de honestidad. En David Trueba se concentran estas cualidades, además de esa visión del mundo no catastrofista, jamás cínica, pero sí lacónica. Me agrada que una persona pueda ganarse la vida gracias a esa cabeza y, definitivamente, este es el tipo de creador que me interesa; personajes con los pies en el suelo, que provocan la carcajada sin proponérselo, precisamente por esa implacable lectura de la realidad, como le sucede a Elvira Lindo, Francisco Nixon o a Antonio Luque. O como Sergio Algora, de quien siempre se dice que nunca entendió que a su alrededor sobreviniera la risa a partir de sus delirantes interpretaciones del mundo.
En Madrid, sin embargo, visité la exposición dedicada a Fellini y no vi a nadie reir. Jovenes gafipastis con pañuelos en el cuello y barbita cuidada de tres días desfilaban sin mover un músculo ante la formidable catarata de disparates que el cineasta producía sin ningún esfuerzo, calcando prácticamente la cotidianidad circundante, y haciendo buena muchos años antes la máxima de Algora: "¡No es surrealismo! La vida es así". El mundo al revés.
* La foto está robada del Diario de Cádiz
Me gusta leer sus columnas, pero después de disfrutar de su lucidez en directo, me temo que David aún no ha volcado en ellas todo lo que lleva dentro. No hay que preocuparse, porque se trata del tipo de personaje destinado a convertirse con los años en una especie de venerable maestro y gurú; salvando todas las distancias, como sus admirados Azcona, Fernán-Gómez o Haro-Tecglen.
El caso es que ayer me llamó la atención una cosa. La mayor parte de los asistentes acudió a la charla preparada para reirse o con intención de ello. Y reirse es muy sano, sí, pero yo no estoy tan seguro de que Trueba pretenda transmitir comicidad con lo que dice, sino más bien una visión realista y algo cruda del mundo. Creo que cuando asegura, refiriéndose al cine, que el Arte es innecesario y la producción del mismo casi inmoral, no busca el sarcasmo, sino manifestar el constante tormento, las tremendas contradicciones, en las que un artista, si es que tiene dos dedos de frente, vive inmerso.
Sé que es tirar piedras sobre mi propio tejado, pero hace poco hablaba con un crítico musical que me miraba con cierto asombro cuando yo le insistía en la idea de que los conciertos en directo no interesan a nadie. Es lo que he pensado siempre, pero cada día estoy más seguro de ello. O, mejor, cada día creo que hay menos gente verdaderamente interesada en la música, en directo o grabada, en la cultura, vaya. Tampoco voy a volver a abundar en el contrasentido que me resulta que te paguen por opinar. Sí, son profesiones y actividades que existen, pero, realmente, ¿quién las necesita?
Un artista consciente de su liviandad, de su interinidad, constituye casi por sí mismo una garantía de honestidad. En David Trueba se concentran estas cualidades, además de esa visión del mundo no catastrofista, jamás cínica, pero sí lacónica. Me agrada que una persona pueda ganarse la vida gracias a esa cabeza y, definitivamente, este es el tipo de creador que me interesa; personajes con los pies en el suelo, que provocan la carcajada sin proponérselo, precisamente por esa implacable lectura de la realidad, como le sucede a Elvira Lindo, Francisco Nixon o a Antonio Luque. O como Sergio Algora, de quien siempre se dice que nunca entendió que a su alrededor sobreviniera la risa a partir de sus delirantes interpretaciones del mundo.
En Madrid, sin embargo, visité la exposición dedicada a Fellini y no vi a nadie reir. Jovenes gafipastis con pañuelos en el cuello y barbita cuidada de tres días desfilaban sin mover un músculo ante la formidable catarata de disparates que el cineasta producía sin ningún esfuerzo, calcando prácticamente la cotidianidad circundante, y haciendo buena muchos años antes la máxima de Algora: "¡No es surrealismo! La vida es así". El mundo al revés.
* La foto está robada del Diario de Cádiz
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