El diárico: Young y la lluvia
El hecho es que, en medio de todo aquello -porque las películas principales se exhiben en un patio al aire libre-, se había proyectado el documental Heart of Gold, de Neil Young. El público, en lugar de largarse, se guareció bajo una especie de visera como si Young estuviese de cuerpo presente. "Míralo el tío cómo aguanta sobre el escenario" -oí decir varias veces. Ese es el humor gaditano, y no el pichacojonesmelapelatodo... Fue muy bonito ver cómo el público aguantó más de media hora en pie; nadie quería irse y dejar solo al pobre Young en mitad de aquella tempestad.
Previamente, otra gran cinta sobre la frustrante y frustrada carrera musical de uno de los mayores innovadores del jazz, Albert Ayler.
He aquí:
Llámenlo América
“Soy como Picasso. La gente no lo entenderá hasta el año 3000.” La frase, pronunciada por Albert Ayler, suena pretenciosa pero no resulta descabellada. Aun hoy, el autor del Gernika no es asimilado por la mayor parte de un público demasiado idiotizado como para admitir este hecho. Las concomitancias son claras. Y las circunstancias, clásicas. Propuestas basadas en la voladura de códigos y estructuras aceptados por todos. El público tiembla. Terror. Volvemos a no entender nada. La crítica excluye. En tercer término, el genio unánimemente respetado –Coltrane en este caso- se ve obligado a apadrinar en solitario la visceral ruptura.
Jonathan Demme, especialista en las profundidades de América (El silencio de los corderos) debe de ser consciente también de que, tal como sustentaría la Navaja de Occam, la mejor opción para retratar a un artista de la tierra es siempre la más sencilla. Optando por esta teoría, Neil Young y su banda de siempre son filmados en una comparecencia con motivo de la presentación del álbum Prairie Wind, en 2005. Entre truenos y relámpagos, el sediento público gaditano disfruta bajo un voladizo de las canciones con forma de línea continua que componen la carrera del genio de Toronto.
La primera de las tres tormentas que sacudieron Cádiz el jueves por la noche, motiva el traslado a cubierto del concierto de Felix Slim. Sólida técnica guitarrera y grandes dosis de ingenio y humor para sobrellevar el contratiempo de tocar blues sin vatios ni tabaco.